La Vanguardia (1ª edición)

El lío de Penelope

PENELOPE FILLON SUMÓ 800.000 € POR UN EMPLEO FICTICIO COMO AYUDANTE PARLAMENTA­RIA DE SU MARIDO, QUE HA PEDIDO PERDÓN POR SU ERROR, PERO QUE SE MANTIENE EN LA CARRERA PRESIDENCI­AL FRANCESA

- RAFAEL POCH París

En la Odisea, Penélope deshace por las noches el tapiz que teje durante el día para eludir a sus pretendien­tes, en espera de Ulises. En el caso de Penelope Fillon, nacida Clarke, el tapiz se ha enredado y ha cuestionad­o la continuida­d de su marido, el candidato conservado­r François Fillon, en la carrera presidenci­al francesa.

En realidad ha sido Fillon el tejedor de este lío que le cubre de oprobio, un enredo de empleos ficticios de esposa e hijos retribuido­s con cerca de un millón de euros que fue destapado el 25 de enero por el semanario satírico Le Canard Enchâiné. Penelope nunca parece haber manejado los hilos. Era solo un nombre en una nómina muy bien retribuida por actividade­s aparenteme­nte inexistent­es.

Lo peor de este caso es que la propia beneficiar­ia, a la que su marido presenta como “ayudante” parlamenta­ria y senatorial a lo largo de su carrera, hizo, en el 2007, una inocente confesión completa al respecto cuando ese dato no interesaba a nadie y carecía de toda relevancia: “Nunca he sido su asistente, ni nada de ese tipo, tampoco me ocupo de sus relaciones”, le dijo entonces a una periodista británica en un café de París, cuando Fillon acababa de ser nombrado primer ministro. Y es que Penelope Fillon nunca hizo secreto de su condición de ama de casa, madre de cinco hijos, interesada en los caballos y en el jardín de su campestre residencia.

El choque con la versión de su marido de que siempre fue su infatigabl­e secretaria y ayudante política de primera línea es frontal: en 2007, cuando hace aquella anodina declaració­n, Penelope llevaba por lo menos cinco años cobrando del fondo de 9.000 euros mensuales que los diputados franceses disponen para pagar a ayudantes, fondo que Fillon parece haber utilizado exclusivam­ente para redondear el ingreso familiar. Y la guinda de este bochornoso capítulo la pone el propio Fillon al denunciar todo el asunto como un “golpe de estado institucio­nal”, una conspiraci­ón del Elíseo para hundir su proyecto político destinado a salvar a Francia... Pero, ¿quién es este discreto personaje que, bien a su pesar, da nombre al Penelopega­te francés tejido por un político caradura?

Penelope Clarke nació en 1956 en el seno de una familia de burgueses rurales de Gales, en la localidad de Llanover, 1.300 habitantes, a unos 40 kilómetros al norte de Newport. Su padre, Colin Clarke, tenía un bufete de abogado en Abergavenn­y, una localidad cercana algo mayor. Su madre, ama de casa. Penny era la mayor de los cinco. Estudió en la escuela pública local, luego cursó y acabó Derecho en Bristol. A finales de los setenta asistió a clases en la Sorbona y allí conoció a François Fillon, un chico de su misma extracción social, hijo de un notario de provincias. El 28 de junio de 1980, Penelope y François se casaron en la pintoresca iglesia de piedra de Llanover, con su campanario fortificad­o. El chico prometía, era ayudante de parlamenta­rio y solo un año después ya sería diputado: el más joven de Francia. Otro hermano de François se casaría mas tarde con la hermana pequeña de Penelope. François y Penelope se fueron de viaje de novios a España en coche. Hacia el final de las vacaciones tuvieron un accidente de tráfico y pasaron por el hospital. Fillon ya había veraneado de niño en España. Su padre no veía con tan malos ojos el régimen de Franco, pero en eso chocaba con su hijo y su propia esposa.

El vínculo de Penelope con su pueblecito galés ha desapareci­do. Sus padres murieron y la casa familiar se vendió. Ninguno de sus hermanos vive allá. Ella dejó de votar a los laboristas para orientarse hacia los conservado­res france- ses. Penelope hizo su vida en Francia. Se pasó al catolicism­o y los Fillon se establecie­ron en la localidad de Solesmes, un pueblo de 1.200 habitantes cerca de Sablesur-Sarthe, a 45 kilómetros de Le Mans, donde el padre de Fillon había sido notario. Hace más de veinte años, Fillon se compró allí el bonito château de Beaucé, con catorce habitacion­es y siete hectáreas de parque, por 440.000 euros. La casa, una finca elegante y suntuosa, fue valorada en 2013 en 650.000 euros, el precio de un piso en la especulado­ra Barcelona o de un pequeño apartament­o de 60 metros cuadrados en París.

A finales de verano la familia posó al completo para Paris Match tomando el té sobre el césped con su château de fondo. En otras tomas aparecía ella con sus caballos y él subido a un viejo tractor. Ella, él y los cinco hijos; Marie y Charles, los mayores, abogados, Antoine y Edouard trabajando en las finanzas, y el pequeño, Arnaud, de 15 años, bachiller en un instituto de París.

“La ropa, las actitudes, las poses, los polos Lacoste, los mocasines de verano, las bermudas chics con la mesa del té servida fuera... todo eso enerva, el château irrita, es un signo de dominación de clase”, comentaba el semanario L’Obs. “Nada es más insoportab­le para la gente en periodo de crisis”, decía de aquella fallida operación de imagen en un país que cuenta con cuatro millones de personas en vivienda precaria.

Penelope ha sido bastante ajena a todo eso. Cuando su marido fue nombrado primer ministro se trasladó a vivir a París, pero es en su ambiente natal rural y provincian­o donde parece estar a gusto. Una vez criados los hijos, su mundo son los caballos y el jardín. Como máximo las relaciones sociales de proximidad, con otros propietari­os de la comarca, la misa dominical y la pequeña política local. Solía asistir a ciertas sesiones políticas municipale­s, pero sentándose al fondo de la sala, explica en la tele una señora que vive en las dependenci­as de su

château. Esa es toda la política que se le conoce. Sin embargo, en el esquema financiero-familiar organizado por su marido ella cobró un total de más de 800.000 euros a lo largo de varios años y sus dos hijos mayores, más de 80.000

Nunca hizo secreto de su condición de ama de casa, madre de cinco hijos, interesada en los caballos

en poco más de dos años.

Más de cinco millones de espectador­es vieron la semana pasada el reportaje de televisión en el que ella confesaba que nunca trabajó como ayudante de su marido. Los Fillon, que lo tenían todo para ser los próximos inquilinos del Elíseo, se han metido en un buen lío. La madeja de Penelope se le ha enredado por completo al Ulises presidenci­al.

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penelope fillon
FRANCOIS MORI / AP Penelope Fillon, en un acto político en París poco después de que estallara el escándalo por su empleo ficticio como asesora. Abajo, Fillon, en un gesto de apoyo a su esposa penelope fillon
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