Del Baix Llobregat
Si desde los ayuntamientos y desde la Associació de Gastronomia i Turisme del Baix Llobregat (AGT) mantienen el paso, no les extrañe que muy pronto los pollos de denominación pota blava se vendan a precio de oro, como los mejores capones de Bresse. Y la cosa tiene mérito, porque mientras aquellos se crían en los departamentos de Ain, Saône-et-Loire y Jura, en los bellos parajes franceses de Bresse (Ródano-Alpes), las aves del Baix Llobregat se apañan con un entorno menos bucólico en el extrarradio barcelonés, a dos pasos de la autopista y bajo el vuelo rasante de los aviones que van y viene del vecino aeropuerto.
Sin embargo, la calidad de los primeros pollos que en España obtuvieron la IGP, como también la de sus apreciadas alcachofas y ahora también los calçots y los espárragos que se cultivan en Gavà, son extraordinarios.
Su éxito es un ejemplo de que también a dos pasos de una gran ciudad, en l’Hospitalet de Llobregat, Gavà y Cornellà, se puede criar o cultivar con los mejores resultados. Aprovechando la tradición de sus ferias avícolas, desde el Baix Llobregat unos cuantos entusiastas han conseguido revalorizar la zona e inocular autoestima a los elaboradores. Y eso es algo que tiene absolutamente fascinado al italiano Carlo Petrini, el fundador de Slow Food. El italiano, que lleva décadas luchando contra el despilfarro y defendiendo lo próximo, lo limpio y lo sostenible, regresó el viernes a este lugar que desde que visitó por primera vez suele poner como ejemplo de lucha por lo autóctono y volvió a elogiar lo que allí está ocurriendo. La cita fue una más en un calendario repleto de ferias, charlas, encuentros y rutas gastronómicas. Todo con un único requisito: que todo lo que se coma sea made in Baix Llobregat.