La Vanguardia (1ª edición)

Marilyn, aquel año feliz en Nueva York

Una biografía desvela el supuesto gozo que vivió Marilyn Monroe en su año en Nueva York

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York

No hay nada como morir joven –36 años– y dejar un hermoso cadáver, al menos en las películas.

Marilyn Monroe siguen siendo una mina de oro. Así lo entiende Elizabeth Winder, que ha encontrado una brecha para hacer una biografía sobre un corto periodo de tiempo en la vida de la actriz bajo el título Marilyn en Manhattan, su año de júbilo.

En noviembre de 1954, una mujer identifica­da como Zelda Zonk se dirigió al aeropuerto de Los Ángeles. Abrigo largo, una peluca negra y gafas oscuras –si quería camuflarse, llamaba la atención al ser de noche–, esa mujer cogió un vuelo tardío y se plantó en Nueva York acompañada por el fotógrafo Milton Greene. A la hora de aterrizar en el Idlewild Airport –sólo unos años después se convirtió en el actual JKF–, “la verdadera identidad de Zelda Zonk se había filtrado”, por lo que fotógrafos y fans se concentrar­on en el aeródromo para recibirla, desafiando el frío.

En lugar de meterse en un Cadillac, sostiene Winder, la diva subió al remolque de la furgoneta que conducía Amy, la esposa del fotógrafo y compañero de vuelo. Se la llevaron a su casa, en Connecticu­t. “¿La estrella más famosa del mundo realmente aceptó camuflarse en una camioneta como si fuera un mafioso que pretende desaparece­r?”, se pregunta Moira Hodgson en su reseña del

The Wall Street Journal. “La historia es tan extraña –prosigue– que puede ser verdadera. Pero es uno de los muchos detalles que me hacen sentar y leer este libro terribleme­nte escrito, raramente fascinante y, en ocasiones, relato divertidís­imo sin pretenderl­o sobre ese esencial año de felicidad de Monroe en Manhattan”.

El punto de partida es incuestion­able y estaba poco documen- tado. Marilyn llegó a la Gran Manzana después de quemar puentes con 20 Century Fox, su marido, el jugador de beisbol Joe DiMaggio, y una industria del cine que quería encajonarl­a en el papel de sexy descerebra­da.

Ella tenía, sin embargo, pretension­es más serias. Llegó a ese paréntesis, en busca de sí misma, que se extendió todo 1955 (ese junio se estrenó La tentación vive

arriba), tras los éxitos de Los caballeros las prefieren rubia sy Cómo casarse con un millonario.

Primero se ocultó en Connecti-

La actriz rompió con todo en Los Ángeles y en diciembre de 1954 se cobijó en Nueva York con sus amigos

cut y luego halló una serie de familias que la cobijaron en la Gran Manzana antes de que su idilio concluyera y regresara a su territorio de Hollywood.

En ese lapso, jugaba con niños y muñecas, no utilizaba maquillaje o creó su propia compañía junto con Greene, uno de los que le sacó sus mejores imágenes.

La biógrafa sostiene que la isla “centró a Monroe, una fuerte, comprensiv­a mujer que tomó el control de su vida”. Las críticas recuerdan que Marilyn le dio bastante a las copas –frecuentab­a el 21 Club – el mismo en el que Donald Trump acudió a celebrar su victoria electoral–, se hizo adicta a las píldoras, acentuó su capacidad crónica de llegar tarde a las citas y hacía llamadas telefónica­s impulsivas a medianoche.

Se alistó en el Actors Studio de

Lee Strasberg, por donde pasó, entre otros, Marlon Brando, con el que tuvo un lío. Y otro con Frank Sinatra, que le regaló un perro y le puso el nombre de Maf, abreviatur­a de mafia.

Sería un año de felicidad, pero Strasberg la obligó a asistir cinco veces a la semana a terapia.

Aunque dejó el colegio sin acabar el bachillera­to, en Nueva York se desveló como una lectora febril. En sus exploracio­nes por la ciudad, uno de los lugares habituales a los que acudía era la librería Strand, que continúa siendo un templo literario. Leía Heine, Freud, Whitman o, sobre todo, Dostoievsk­i, en particular

Los Mantuvo hermanos amistad Karamazov.con Carson McCullers, Tennessee Williams y Truman Capote, aunque este la describió como “drogadicta, vulgar e inane”. La ciudad le facilitó, además, el reencuentr­o con Arthur Miller, que esta vez dejó a su esposa e hijos y se casó con ella en 1956. Quedó la sombra de Manhattan: se divorciaro­n en 1961 y Marilyn se suicidó en 1962.

Dicen que leía mucho y salía de copas con Carson McCullers o Capote y se reencontró con Arthur Miller

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ED FEINGERSH/MICHAEL OCHS ARCHIVES/GETTY IMAGES Marilyn Monroe contempla Park Avenue desde la terraza de su suite en el Hotel Ambassador de Nueva York, en marzo de 1955
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