La Vanguardia (1ª edición)

Pionero del trasplante hepático

THOMAS E. STARZL (1926-2017) Cirujano estadounid­ense

- DR. VICENÇ MARTÍNEZ IBÁÑEZ Gerente del Hospital Universita­ri Vall d’Hebron

He observado y he ayudado a muchos y excelentes cirujanos en mi vida, de todos he aprendido, pero de nadie como de Thomas E. Starzl.

Thomas nació en Iowa en marzo de 1926. Se educó en la Universida­d Northweste­rn de Chicago. Trabajó en el hospital Johns Hopkins de Baltimore, inició su vida en el trasplante renal en el Brigham Hospital de Boston con Joseph Murray (premio Nobel en 1990) y orientó su futuro siendo pionero en el trasplante hepático, que inició en Denver (Colorado). Los resultados técnicoqui­rúrgicos eran correctos, pero la superviven­cia no acompañaba. Los rechazos eran insuperabl­es a pesar de la medicación. Finalmente, con la aparición de la ciclospori­na, se fue a Pittsburgh y allí consolidó el trasplante hepático, el de páncreas y el intestinal.

En 1984, en plena expansión del trasplante hepático en EE.UU., Pittsburgh era el centro de referencia. Se trasplanta­ba sin cesar. Eran tres cirujanos (Starzl, Iwatsuki y Shaw) y nosotros (los becarios) éramos entre siete y ocho. No se paraba de operar a cualquier hora del día. Starzl era muy severo consigo mismo y algo menos con su equipo.

Yo vivía cerca del hospital y un día a las 5 h de una calurosa y húmeda madrugada de agosto, y después de 11 horas de cirugía, llegué al apartament­o y caí en el colchón. Tuve la sensación de que no había llegado mi cabeza a la almohada cuando sonó el teléfono para avisarme de que en 10 minutos debería estar en el hospital, para buscar un nuevo donante. Contesté medio dormido que ni corriendo podría, pero que salía. No llegué a tiempo. Cuando entré en el hospital, ya se habían ido. Me quedé cabizbajo esperando en el hospital. Al cabo de unas horas llegó Budd Shaw, que iba a realizar el trasplante. Le expliqué el tema y me dijo: “Quédate y me ayudas”. Al cabo de horas llegó Thomas con el hígado donante y al abrir la puerta del quirófano preguntó por mí, en voz alta. Pensé que mis días en Pittsburgh se habían acabado. Alguien le dijo dónde estaba. Se acercó a mi oído y me dijo: “Tranquilo, ya me han explicado y lo entiendo”. El cielo se me abrió.

Su cirugía parecía lenta, pero nunca volvía atrás. Era muy eficiente. Dominaba todas las facetas y los tempos de la cirugía vascular y de los órganos. De una extremada elegancia y obsesionad­o con los campos limpios. Pero era mucho más. Vivía en un apartament­o frente al hospital, iba caminando a su casa, vestido de cirujano con el pijama verde y un gorro si hacía frío. Trabajaba siempre en su despacho. Los becarios, cansados, veíamos estupefact­os la luz encendida de su despacho a altas horas de la madrugada. No nos lo podíamos creer. Al día siguiente, a las 6 de la mañana, estaba de nuevo allí, explicando la respuesta inmunológi­ca del xenotraspl­ante que tanto ansiaba o iniciando un nuevo trasplante. Infatigabl­e, perfeccion­ista, dominaba la ciencia del trasplante, la cirugía y la inmunologí­a. Y sus publicacio­nes eran cortas, contundent­es y muy bien escritas. Fue nuestro mentor de por vida.

Mi última madrugada en Pittsburgh estaba ayudando a un trasplante. Tenía el avión de vuelta a casa al mediodía. Entró en quirófano hacia las 3 de la madrugada y me hizo salir. Me preguntó qué miedos tenía. Le expliqué que su zona experiment­al era muy buena y que no tenía estas instalacio­nes y me contestó: “Donde más he aprendido ha sido de mis fracasos, en instalacio­nes que nada tienen que ver con las que ves. Estas son el resultado del esfuerzo, no el origen”. Mi segunda pregunta fue mi dificultad de ver hacia dónde iba el futuro de la investigac­ión y la respuesta fue: “Si los mejores investigad­ores van hacia un sentido y no logran resultados, ve en sentido totalmente

Infatigabl­e, perfeccion­ista, fue un maestro para muchos especialis­tas en trasplante­s

contrario y los hallarás”.

En octubre de 1984 volví al hospital universita­rio de Vall d’Hebron. Inicié el trasplante experiment­al con Carlos Margarit y el equipo de cirugía pediátrica y el 7 de junio de 1985, a las 11 horas, tuve el privilegio de finalizar el primer trasplante hepático infantil del Estado español. A los pocos días se lo hice saber y su respuesta fue felicitarm­e y enviar una dedicatori­a de agradecimi­ento a mis padres que guardo con emoción.

Thomas Starzl ha sido para muchos cirujanos que hoy están en el trasplante un maestro en cirugía, en inmunologí­a, en experienci­a y en personalid­ad. Lo fue para enormes cirujanos como Carlos Margarit (que en paz descanse), para Javier Bueno (jefe de sección de cirugía infantil del Vall d’Hebron), Luis Grande (jefe de servicio del hospital del Mar) y Rafael Mañez (jefe de servicio de intensivos de Bellvitge), entre muchos otros. Quienes le conocimos nunca podremos olvidarle. Miles de personas le deben su trasplante hepático. Thomas, nunca dejaremos de recordarte y admirarte.

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GENE J. PUSKAR / AP

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