El mundo según Brieva
El dibujante de cómic publica ‘La gran aventura humana’, un ambicioso ensayo gráfico sobre el pasado, presente y futuro de una humanidad que ve en el atolladero
El dibujante Miguel Brieva reflexiona en La gran aventura humana sobre el pasado, presente y futuro de la humanidad, todo ello en un libro preñado del humor profundo, cínico y sin contemplaciones a que nos tiene acostumbrados.
Desde los orígenes de la humanidad, desde el mono desnudo, a un presente que califica de individualista, consumista e inconsciente. Más un paseo por un posible futuro en el que seamos más conscientes de nuestros límites. Es La gran aventura humana (Reservoir Books), el nuevo libro del dibujante de cómics Miguel Brieva (Sevilla, 1974), una suerte de enciclopedia ilustrada sobre el pasado, presente y futuro de la humanidad que bebe del material que ha creado estos últimos diez años “desde que empezó esta cosa que se llama crisis que ya no tiene ni fin ni principio”.
De hecho antes de la crisis, en el 2007, publicó Bienvenido al mundo, “una enciclopedia más jovial y jocosa sobre la vida”. “La de ahora –remarca– tiene un trasfondo más antropológico. Trata de dar con los hitos del pasado y con los conceptos y grandes mitos que nos gobiernan hoy. Y habla de los atisbos de los caminos que nos pueden llevar a una salida que no sea el colapso”. Una enciclopedia en la que se mezclan texto e imágenes para dar vida a palabras como consciencia, naturaleza, religión, dinero, humor, progreso, capitalismo, espectáculo, megalópolis, colapso..., y límites, sencillez, lentitud, imaginación y utopía. “No soy un filósofo, ni un pensador. He hecho un ensayo gráfico. Experimento distintos caminos, como en un ensayo, pero con el acompañamiento del humor como manera de hacerlo más accesible.El humor es una herramienta denostada por su carnalidad. Se ponen en valor la creatividad, la objetividad, la razón... y el humor se asocia al divertimento insustancial, cuando es una entrada trasera a la complejidad del universo. Los maestros zen o Sócrates lo usan como una de las vías primordiales para descolocarnos de nuestros prejuicios e ideas preconcebidas y replanteárnoslo todo. El humor lo socava todo, hasta nosotros mismos. Es un comodín del pensamiento. Como cada dos años se hace una reforma educativa, haría una en la que el humor fuera transversal a todas las asignaturas y todos los profesores debieran hacer cursos de clown y empatía”.
La parte dedicada al presente en el libro la abre con la definición de capitalismo. “De algún modo todo lo que conlleva ha supuesto un antes y un después en términos antropológicos.
Una de las imágenes con las que Brieva ilustra La gran aventura humana
Funciona como para un no ser humano. El ser humano es una variable abstracta con la que el capitalismo cuenta dentro de sus cálculos, nos desarraiga de todo lo que somos. Una idea que recorre el libro es que para saber lo que somos y dónde estamos hemos de entender cómo hemos llegado hasta este atolladero existencial de la especie y así generar un futuro, que ahora no hay, por más que los tarados de Silicon Valley flipen con el coche que vuela o con que vamos a ser inmortales. La realidad es que hoy no hay futuro y todos lo sabemos”.
Espectáculo, individualismo, megamáquina, nihilismo, consumo, adicción, hipocresía y relativismo son algunas de las palabras del presente. “La situación actual ya se veía venir desde los años sesenta y los más preclaros como Debord, Ivan Ilich, Lewis Mumford o Günther Anders lo supieron antever. Y en los veinte años que llevo dando vueltas a estos temas de modo más empecinado, el momento se va haciendo más escurridizo, inestable, inflamable. Sales a las calles y es lo que ves. Si quitas la publicidad y las sonrisas prefabricadas lo que hay de fondo es eso. Ya pueden los de la publicidad sonreír como hienas puestas de tripi. El estado de cada persona en su corazoncito es de profundo nihilismo”, denuncia.
Y añade que la situación está fuera de control: “Mumford e Ilich hablaban de la megamáquina. Ilich dice que en términos morfológicos la estructura de un ratón funciona para un ser de esas dimensiones. Si esa misma estructura la amplificas al tamaño de un elefante se desploma. Cada ente tiene una forma, una escala, que le da equilibrio y durabilidad. Y en ese sentido dice que la sociedad moderna, que crece exponencialmente sin freno, ha pasado a una escala por encima de la que nos corresponde. Estamos en ese atolladero, hemos creado un golem y estamos a su merced, está por ver si somos capaces de frenarlo y deconstruirlo y llegar a un punto de equilibrio más acorde o nos hemos salido del tiesto y no hay quien repliegue esta megaestructura. Porque no hay nadie al mando. Las elites están con sus maquinaciones y repartos de poder, y la mayoría de la gente, a verlas venir. Los más pobres, a ver si consiguen llenar la barriga, y los otros, a ver si consiguen matar el tiempo viendo fútbol, con el móvil, colgando sus cosas en redes sociales... Es un momento muy perdido”. Y concluye que el movimiento ecologista es el que de manera más lúcida “ha sabido ver lo que pasaba mientras otros se enredaban en entelequias ideológicas: vivimos un experimento demencial a escala planetaria”. Por eso, dice, “la idea de límite es fundamental. En nuestra sociedad el mito fundacional es el crecimiento perpetuo, pero el mundo es finito. Hay que empezar a interiorizar el límite, ponerlo en el centro de la organización social y económica. Los límites son la vida. Y hay que colocar el planeta y la vida en el centro. Ahora hay un vacío que rellena un tótem abstracto que es la mercancía, hay que sacarlo y llenarlo con cosas reales”. Y además, finaliza, “hace falta imaginación, el esfuerzo de ver con nuestros ojos la posibilidad de otra manera mejor, más sencilla, más sabia, más existencial de organizarnos. O no saldremos de aquí”.
“Hoy el estado de cada persona en su corazoncito es de profundo nihilismo”, advierte el dibujante