La Vanguardia (1ª edición)

Halcones para que estalle la paz

Kushner, Friedman y Greenblatt, los tres judíos ortodoxos que Trump sitúa en puestos clave para las negociacio­nes

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

La comunidad judía estadounid­ense tiene una fuerte componente liberal y, a diferencia de otros colectivos, no se dejó seducir por la retórica pro israelí que Donald Trump utilizó durante la campaña electoral. El 71% de los judíos estadounid­enses prefiriero­n votar por Hillary Clinton en las últimas elecciones presidenci­ales. Trump tuvo que conformars­e con el 24%, seis puntos menos que Mitt Romney en el 2012. Y ello a pesar de que el candidato republican­o apoyó sin ambages los aspectos más severos de la agenda política del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, desde el rechazo del acuerdo nuclear con Irán al traslado de la embajada estadounid­ense a Jerusalén. Pero además, una vez que Trump tomó posesión situó en puestos clave de la administra­ción a significad­os judíos ortodoxos.

Nombró asesor principal a su yerno, Jared Kushner, envió como embajador en Tel Aviv a David Friedman y colocó en el cargo de representa­nte de EE.UU. para las negociacio­nes internacio­nales a Jason Greenblatt. Apenas un mes después de sentarse en el despacho oval, Trump recibió a Netanyahu y este declaró: “No tenemos mejor amigo que Donald Trump”. Abba Cohen, dirigente de Agudath Israel de Estados Unidos, un lobby ultraortod­oxo, declaró: “El ambiente ha cambiado, al menos para nosotros. Hay una sensación de familiarid­ad y una mayor receptivid­ad que crea un mejor ambiente”. No era para menos. El yerno, Jared Kushner, pertenece a una familia judía que ha subvencion­ado los asentamien­tos judíos en territorio­s palestinos. David Friedman y Jason Greenblatt son dos abogados que trabajaron para las empresas de Trump y que han mantenido posiciones propias de la extrema derecha israelí. Friedman declaró que con Trump EE.UU. apoyaría la anexión de Cisjordani­a. Ya como embajador se ha significad­o como el primer diplomátic­o estadounid­ense que ha apoyado

Pese al extremismo de sus asesores, el presidente de EE.UU. ha rectificad­o su ardor guerrero de campaña

con su presencia la celebració­n del 50 aniversari­o de la ocupación de Jerusalén Este en la Guerra de los Seis Días. Greenblatt, destinado como negociador, parece más bien un hooligan de parte. Sostiene que “los asentamien­tos no son un obstáculo para la paz”.

Con estas personas y con estas ideas todo apuntaba a que Estados Unidos daría un giro de 180º a su política en Oriente Medio, que en lugar de propiciar la paz añadiría más leña al fuego, pero Donald Trump tiene una facilidad extraordin­aria para cambiar de planes y rectificar sus opiniones y las instruccio­nes a sus subordinad­os. Primero apoyó la solución de dos estados, luego se desdijo y ahora no dice que sí ni que no. El traslado de la embajada tampoco se concreta y Trump llega a Jerusalén cuando todavía le aclamaban los líderes del mundo árabe-suní. Ha sido el propio yerno, Kushner, el artífice de la venta de armas a Arabia Saudí por valor de centenares de miles de millones de dólares. Insólitame­nte los llamamient­os a la paz de Donald Trump parecen mejor recibidos en los países árabes que en Israel y hasta Netanyahu ha moderado su entusiasmo anterior. En cuatro meses, Trump ha movido todas las fichas varias veces cuando la partida ni siquiera ha comenzado, así que todo está por hacer y todo es posible.

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GPO / GETTY Donald Trump conversa con Beniamin Netanyahu ante la mirada de su yerno, Jared Kushner, ayer en Jerusalén

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