La Vanguardia (1ª edición)

Ave fénix

- Pilar Rahola

Creo que todos los símiles cinematogr­áficos imaginable­s se han agotado en estas últimas horas, no en vano lo de Pedro Sánchez ha pasado de la tragedia al drama, con toques de comedia, y ha culminado en la épica. Lo suyo ha sido la resurrecci­ón de la carne, el ave fénix, el descabezad­o que retorna a Ferraz con la cabeza puesta. En cualquier caso, y sea cual sea el adjetivo, el sustantivo es rotundo: Pedro Sánchez es un vencedor. Lo es porque ha ganado, porque ha ganado muy sobrado, y porque ha ganado contra los que ganan siempre. Es decir, ha hecho el triplete del podio, después de haber sido apartado de la carrera con un manotazo.

A partir de aquí, las incógnitas se disparan en todas direccione­s y tiempo habrá de deshojarla­s, pero, de momento, ya sabemos algo importante: la transición se ha cerrado definitiva­mente. Aunque había empezado a agonizar con el terremoto de nuevos partidos que han quebrado el bipartidis­mo, faltaba el tiro de gracia. Ese tiro de gracia, en la foto de unos políticos que mandaban desde entonces, y que se habían convertido en los guardianes del Santo Grial español, lo ha disparado Pedro Sánchez. Ha sido por persona interpuest­a, verbigraci­a de las ambiciones de la sultana del sur, pero el tiro ha dado en el centro de la pomada socialista. Porque ya sabemos que no ha perdido Susana, sino que ha perdido, de manera pública y con fanfarria, todo el felipismo, desde el propio Felipe hasta Guerra, Rubalcaba, los barones del jurásico e incluso algún periódico más papista que el papado. En definitiva, los restos más visibles de una transición que, a pesar de estar en estado zombi, aún dominaba la escena. Si la victoria de Sánchez tiene visos épicos es justamente por ese carácter de David contra muchos Goliats, tan felizmente asentados en las posaderas del poder que no se dieron cuenta del tsunami. Puede que sus voces se escuchen por un tiempo añadido, pero ya son voces de ultratumba.

A partir de aquí, todo está por escribir y es cierto que Sánchez presenta muchas incógnitas, pero algunas certezas son interesant­es. La primera, que es un líder forjado piedra a piedra, dotado de una aureola de credibilid­ad bastante insólita en el panorama actual. Como escribí hace poco, a Pedro le sentó bien la derrota, no sólo porque se creció en la resistenci­a, sino porque se despojó de la púrpura y bajó al asfalto.

Y cuanto más lo atacaban desde las dos orillas, la contraria y la propia, más fuerte se hacía. Además, en tanto que su victoria se construye sobre la derrota de la casta socialista, despoja a Podemos del patrimonio de la izquierda renovada, porque Sánchez es tanto o más renovación que el propio Iglesias. Finalmente, en algunos temas sensibles como la cuestión catalana Sánchez representa una actitud menos pétrea. No es para echar las campanas al vuelo, pero es un cambio de gramática.

Veremos. De momento, nobleza obliga, felicidade­s.

No ha perdido Susana Díaz, sino que ha perdido, de manera pública y con fanfarria, todo el felipismo

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