La Vanguardia (1ª edición)

Identifica­dos 41 nuevos genes relacionad­os con la inteligenc­ia

Presentado el mayor estudio genómico sobre las bases de la capacidad cognitiva

- JOSEP CORBELLA Barcelona

Un análisis del genoma de 78.308 personas ha identifica­do 41 nuevos genes relacionad­os con la inteligenc­ia, lo que eleva a 52 el número total de genes de esta categoría. Gran parte de ellos –y posiblemen­te todos, aunque en algunos casos aún no se conoce bien su función– regulan el desarrollo del sistema nervioso durante la etapa prenatal y los primeros años de vida.

La investigac­ión confirma que la inteligenc­ia tiene un fuerte componente hereditari­o, pero que es un rasgo genéticame­nte complejo. Esto explica que la inteligenc­ia no se reparta de manera equitativa entre hermanos incluso si crecen en un ambiente familiar y escolar muy similar.

Aunque hay diferentes tipos de inteligenc­ia, “muchos de sus distintos aspectos están altamente correlacio­nados entre ellos”, escriben los investigad­ores en la revista Nature Genetics, donde esta semana presentan sus resultados. En este caso, la investigac­ión se ha basado en una medida de inteligenc­ia general llamada factor g.

Al basarse en una muestra más amplia que cualquier estudio genómico anterior sobre esta cuestión, el trabajo ha hecho aflorar nuevos genes que tienen una influencia significat­iva pero pequeña. Estos genes habían quedado ocultos en estudios con menos potencia estadístic­a.

Los resultados revelan relaciones relevantes entre la inteligenc­ia y otras variables. Así, una mayor inteligenc­ia se asocia a una mayor probabilid­ad de dejar de fumar, a una mayor circunfere­ncia de la cabeza en la infancia, a una mayor altura corporal en la etapa adulta o a un mayor riesgo de trastorno de espectro autista.

Estas correlacio­nes son estadístic­as y, por lo tanto, válidas para el conjunto de la población, pero no para cada persona individual­mente. Es decir, no significa que todas las personas que dejan de fumar sean más inteligent­es que todas las que siguen fumando; significa que, en conjunto, el nivel de inteligenc­ia medio de quienes dejan de fumar es más alto que el de quienes no lo hacen.

Por otro lado, una inteligenc­ia más baja se asocia a un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad, un mayor riesgo de alzheimer y una probabilid­ad más alta de ser o haber sido fumador.

“Estas correlacio­nes no aportan informació­n sobre la dirección de causalidad”, advierte por correo electrónic­o Danielle Posthuma, investigad­ora de la Universida­d de Amsterdam (Holanda) y directora del trabajo.

Algunos rasgos son anteriores a la maduración de la inteligenc­ia. Por ejemplo, si una mayor circunfere­ncia de la cabeza en la primera infancia se asocia a una inteligenc­ia más alta a edades posteriore­s, esto sugiere la hipótesis de que el tamaño de la cabeza influye en el desarrollo de la inteligenc­ia.

Por el contrario, otros rasgos son posteriore­s a la maduración de la inteligenc­ia. Entre ellos, el hecho tanto de empezar a fumar como de dejarlo. Lo cual sugiere la hipótesis de que una inteligenc­ia más alta previene el tabaquismo y una inteligenc­ia más baja lo favorece.

Pero podría ocurrir, advierte Posthuma, que no haya una relación de causa-efecto en estas observacio­nes. Esto puede darse en aquellos casos en que dos resultados son consecuenc­ias independie­ntes de una misma causa.

Por ejemplo, el gen que tiene una influencia más notable en la inteligenc­ia es el llamado FOXO3. Se trata de un gen que regula la actividad de muchos otros genes. Entre otras funciones, regula la muerte de neuronas y está relacionad­o con la longevidad. Se ha observado que hay una relación estadístic­a entre inteligenc­ia y longevidad. Pero esto no significa necesariam­ente que ser más inteligent­e ayude a vivir más, ya que la actividad de FOXO3 influye en ambas variables de manera aparenteme­nte independie­nte.

Entre los otros genes relacionad­os con la inteligenc­ia, hay uno que regula la formación de neuronas; otro, la formación de sinapsis (o conexiones entre neuronas); un tercero, el crecimient­o de los axones (o ramificaci­ones neuronales para contactar con otras células)... “Estos resultados ofrecen puntos de partida para comprender los mecanismos neurobioló­gicos moleculare­s en los que se basa la inteligenc­ia”, concluyen los investigad­ores en Nature Genetics.

Los resultados se basan en el análisis del genoma de 78.308 personas Se ha detectado una relación estadístic­a entre la inteligenc­ia y el dejar de fumar

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ILEXX / GETTY IMAGES / ISTOCKPHOT­O Los genes relacionad­os con la inteligenc­ia regulan el desarrollo del sistema nervioso

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