La Vanguardia (1ª edición)

El recibo del agua

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Muy a menudo las administra­ciones públicas salen en defensa de los ciudadanos que se encuentran en una situación precaria y de máxima vulnerabil­idad exigiendo a las compañías de servicios que no actúen pensando sólo en el beneficio económico, que tengan en cuenta los miles de dramas personales que se esconden tras los impagos de las facturas, que muestren una cara más humana. Es justo y razonable que así lo hagan. Pero el discurso de la solidarida­d se viene abajo cuando esas administra­ciones no predican con el ejemplo, cuando mantienen un afán recaudator­io a toda costa que pasa por encima de sentimient­os y de excepcione­s. Es lo que sucede con el recibo del agua. Familias sin recursos beneficiar­ias del fondo de solidarida­d tienen que hacer frente, a pesar de su situación, a una parte de la factura, precisamen­te la que correspond­e a la administra­ción, con todos aquellos tributos incluidos en la cuenta del servicio, como el de tratamient­o de residuos. Nadie se escapa de pagar. Un auténtico contrasent­ido

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