El recibo del agua
Muy a menudo las administraciones públicas salen en defensa de los ciudadanos que se encuentran en una situación precaria y de máxima vulnerabilidad exigiendo a las compañías de servicios que no actúen pensando sólo en el beneficio económico, que tengan en cuenta los miles de dramas personales que se esconden tras los impagos de las facturas, que muestren una cara más humana. Es justo y razonable que así lo hagan. Pero el discurso de la solidaridad se viene abajo cuando esas administraciones no predican con el ejemplo, cuando mantienen un afán recaudatorio a toda costa que pasa por encima de sentimientos y de excepciones. Es lo que sucede con el recibo del agua. Familias sin recursos beneficiarias del fondo de solidaridad tienen que hacer frente, a pesar de su situación, a una parte de la factura, precisamente la que corresponde a la administración, con todos aquellos tributos incluidos en la cuenta del servicio, como el de tratamiento de residuos. Nadie se escapa de pagar. Un auténtico contrasentido