Italia amaga con vetar sus puertos a oenegés que salvan migrantes
Italia, desbordada por la incesante llegada de migrantes y refugiados, ha advertido a la Unión Europa –en tono de amenaza pero también como imploración al auxilio– que podría vetar el atraque en sus puertos de las naves de oenegés humanitarias que salvan vidas en el Mediterráneo central. La Marina italiana y las unidades navales europeas seguirían su labor de socorro.
El primer ministro, Paolo Gentiloni, calificó de “insostenible” la situación y el propio presidente de la República, Sergio Mattarella, dijo, durante una visita a Canadá, que si las llegadas masivas siguen este verano, “va a ser imposible de gestionar”.
En pocos días se ha acogido en puertos italianos a unas 12.000 personas. Eso supone un desafío logístico y social de primera magnitud. El ministro del Interior, Marco Minniti, que estaba volando el martes a Estados Unidos en viaje oficial, decidió dar media vuelta al recibir noticia de nuevos rescates.
El Gobierno italiano presiona a sus socios para que se aceleren los trámites de traslado a otros países de los solicitantes de asilo. Considera que falta generosidad, que no es normal que Italia tenga que asumir, durante años, este problema tan sola.
“Estamos, en estas horas, afrontando la difícil gestión de los flujos migratorios –señaló Gentiloni durante un congreso del sindicato CISL–. Un país entero se está esforzando para gobernar los flujos y para combatir a los traficantes, no para soplar sobre el fuego sino para pedir a algunos países europeos que dejen de dar la espalda porque este es un problema insostenible”.
El tema inmigración amenaza con convertirse en argumento central de las elecciones del próximo año, con la Liga Norte, Hermanos de Italia y el Movimiento 5 Estrellas (M5E) dispuestos a explotarlo con tonos populistas.
Hace pocos días, el canal Al Yazira en inglés emitió una entrevista con un traficante de hombres en Gambia. El hombre, un joven maestro de primaria, se jactaba del dinero que ganaba, de los agentes que tiene contratados a lo largo del recorrido hasta Libia y del “servicio” que presta a sus “clientes”. El traficante se negó a hablar de ilegalidad y defendía su trabajo como actividad necesaria y digna.