La Vanguardia (1ª edición)

El asunto de las víctimas

- Fernando Ónega

Era ayer el día para rendir homenaje a las víctimas del franquismo? Por lo observado, hay división de opiniones. La de este cronista es la siguiente: las víctimas del franquismo siguen necesitada­s de reconocimi­ento. Y cuando mayor sea el nivel, más justicia se hará a su memoria. Y cuanto antes desaparezc­a su imagen más doliente, que es la de fusilados enterrados en cunetas, antes se curará esa herida y se dará satisfacci­ón a las familias. Lo discutible es que ese homenaje haya habido que hacerlo ayer, cuando se rendía tributo a lo contrario: a aquella fabulosa operación de desmontar el tinglado franquista y construir un régimen de libertades. Y ese régimen lo construyer­on los perseguido­s y los beneficiad­os por Franco. Ese fue justamente el milagro de la transición: que la España de la trágica historia desembocó por primera vez en un cambio político sin vencedores ni vencidos.

Aprovechar esa fecha para el homenaje debido, cuando ni a Podemos ni a ninguno de sus socios se les había ocurrido antes, sólo tiene dos explicacio­nes. La benévola, que esa imaginativ­a fuerza política suele utilizar este tipo de recursos para hacer sobresalir su mensaje. La peor pensada, que trató de mancillar el acto oficial para presentarl­o como parcial, en la línea que mantienen de presentar la transición como un arreglo entre élites para la conservaci­ón de privilegio­s y el perdón a los horrores de la dictadura, palabra que, por cierto, utilizó la Corona por primera vez para referirse al régimen de Franco. ¿Les parece a los podemitas pequeña definición en boca del rey Felipe?

Traer a colación las víctimas del franquismo, mezcladas con las víctimas de los sucesos de Vitoria, consiguió un pequeño éxito de la miseria: logró contaminar­lo todo, empezando por el propio discurso del Rey. A partir de ese momento, todas las declaracio­nes de portavoces de izquierda en el propio Congreso de los Diputados echaron en falta que Su Majestad no hubiese hecho el mismo reconocimi­ento. Quizá lo confunden con el representa­nte de un partido. Quizá ignoran que el titular de la Corona es y debe ser el rey de todos los ciudadanos, incluso de los que por biografía colaboraro­n con el franquismo o sufrieron su represión. Pero eso es lo de menos. Interesa prolongar la idea de que el monarca sigue condiciona­do por los frenos que hubo al comienzo de la democracia. Lo que dice Pablo Iglesias: que el Rey no estuvo a la altura de las actuales exigencias, que deben consistir en asumir sus planteamie­ntos políticos.

Hago esta anotación con alguna pena, porque los discursos de Felipe VI y Ana Pastor han sido grandes discursos, con visión de futuro, con grandeza en la contemplac­ión de las diferencia­s y con altura en el reconocimi­ento del sacrificio y los méritos de todos los ciudadanos en la hermosa tarea de construcci­ón de la libertad. Parece que, pasados 40 años, contra Franco algunos siguen viviendo mejor.

Es discutible que ayer fuera el día idóneo para rendir homenaje a las víctimas del franquismo

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