La Vanguardia (1ª edición)

La letra de Kafka

El centro Martin-Gropius-Bau de Berlín expone el manuscrito de ‘El proceso’, cerca del lugar donde los críticos creen que empezó la idea

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Vista de cerca, la escritura de Franz Kafka es de letra nítida, muy legible, con reglones que respiran entre sí, con algún tachón, y con alguna raya que atraviesa un párrafo para desecharlo. El manuscrito completo de su célebre novela El proceso, que empezó a escribir en agosto de 1914 y abandonó inacabada al año siguiente –y que su amigo Max Brod no destruyó pese a las instruccio­nes del escritor–, se exhibe ahora en Berlín en el centro de arte MartinGrop­ius-Bau.

La muestra, titulada Franz Kafka. Todo el proceso, despliega las 171 páginas del manuscrito, copropieda­d del Gobierno alemán y de la asociación literaria alemana Schiller, tras su compra en 1988 en una subasta en Londres por el equivalent­e de 1,75 millones de euros, en aquel momento el manuscrito más caro jamás subastado. La exposición –que arranca mañana y estará abierta hasta el 28 de agosto– incluye fotos históricas de Kafka y sus allegados, ediciones de El proceso en varios idiomas (ha sido traducida a más de 50), y pases de la película homónima de Orson Welles.

“Las páginas están colocadas en el orden que les dio Brod; en ese sentido, vemos por una parte el trabajo poético de Kafka y por otra el trabajo editorial de Brod”, señaló ayer Ellen Strittmatt­er, comisaria de la exposición, que se basa en la realizada en la temporada 20132014 en el Museo de Literatura Moderna de Marbach (estado federado de Baden-Württember­g, en el oeste), que ella dirige. En Marbach, pueblo natal de Schiller, se halla el Archivo de la Literatura Alemana (DLA, en sus siglas en alemán), que custodia documentos y originales literarios de diversos autores, entre ellos el manuscrito de El proceso ,y cartas y papeles de este escritor.

Franz Kafka, nacido en 1883 en una familia judía en Praga, entonces parte del imperio austrohúng­aro, escribía en alemán. Murió de tuberculos­is en Kierling (Austria) en 1924, por lo que no llegó a sufrir la persecució­n de los judíos por la Alemania nazi. Sus tres hermanas perecieron en el Holocausto.

“Kafka pertenece a la literatura universal; si hay que citar tres nombres fundamenta­les del siglo XX, uno es Kafka, y los otros dos son probableme­nte Proust y Joyce”, dijo Ulrich Raulff, director del DLA. Pero Kafka, que era jurista y trabajaba en una sociedad de seguros, tenía una pobre opinión de su producción literaria, y quería quemar casi toda su obra. Así se lo encargó al también escritor Max Brod, y así lo indicó en su testamento.

“Kafka escribió El proceso en seis meses, y utilizó diez cuadernos, casi todos de 40 páginas cada uno; a menudo trabajaba en varios capítulos a la vez en distintos cuadernos”, aclaró la comisaria Strittmatt­er. En esos cuadernos escribió también borra- dores de otros textos, y anotó entradas de su diario. Más adelante, separó los trozos de novela de los cuadernos, los juntó en capítulos, y los ligó usando otras hojas como portadas, algunas de ellas mecanograf­iadas de otra obra suya inacabada. Kafka sólo juzgó digno de publicar un capítulo, que vio la luz en 1915.

Según explicaron ayer los expertos, al editar la novela, Max Brod colocó la secuencia de hojas y legajos en el orden que recordaba, porque Kafka se la había leído; y no incluyó algunas hojas. Así fue como la editorial alemana Die Schmiede publicó en 1925 por primera vez la angustiosa historia de Josef K., procesado sin haber cometido delito alguno, acorralado por una burocracia judicial abusiva e incomprens­ible.

Curiosamen­te, en una calle muy próxima al centro Martin-GropiusBau que acoge la muestra, se encontraba el hotel Askanische­r Hof, en el que Kafka solía alojarse cuando viajaba a Berlín. En ese hotel tuvo lugar el 12 de julio de 1914 la legendaria conversaci­ón de Kafka con su prometida, Felice Bauer, acompañada por su hermana Erna y su amiga Grete Bloch, tras la cual se rompió su compromiso matrimonia­l. (Dos años después, lo retomaron y luego lo rompieron definitiva­mente.) En su diario Kafka definió aquel encuentro como un “tribunal en el hotel”. Y ahí ven los críticos el germen de la idea de la novela El proceso.

En 1939, ante la invasión alemana de Checoslova­quia, el judío Max Brod abandonó Praga, y emigró a Palestina llevando en la maleta el original de El proceso. Tras la guerra, se lo regaló a su secretaria, Esther Hoffe, quien lo subastó en 1988. Y así llegó a Alemania el valioso manuscrito de Kafka.

Las 171 páginas se exhiben con el orden que les dio Max Brod, el amigo del autor que no quiso quemar su obra

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JOHN MACDOUGALL / AFP Páginas manuscrita­s por Franz Kafka de la novela El proceso, en la nueva exposición en Berlín

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