La Vanguardia (1ª edición)

Twitter

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Si teníamos dudas, se han disipado del todo. En momentos de crisis, el uso de Twitter suele ser nocivo. La crisis política que ha inundado nuestras vidas y ha alterado nuestro hasta ahora pacífico, prometedor y sólido entorno ha subrayado los aspectos más negativos de la herramient­a del pajarito azul. Robots, bucles de linchamien­to, insultos, falsedades, mofas, amenazas, venganzas, calumnias, injurias, comentario­s e imágenes y sonidos corrosivos… circulan en todas direccione­s. Es literalmen­te vergonzoso.

Twitter, esa herramient­a mágica que ha cambiado el curso de la historia en cuanto a la informació­n personal se refiere, tiene una cara oculta que es el fiel reflejo de la oscuridad en la que puede caer el propio ser humano.

Criticar a Twitter por su cara más perversa puede ser injusto. Pero esta es la realidad, y esta realidad ha sido reconocida por sus propios creadores, quienes están muy en contra de la utilizació­n indebida de los desde ahora 280 caracteres.

La periodista Núria Padrós me presentó a Jack Dorsey, el fundador de Twitter, a los pocos meses de populariza­rse la red. Era 2008 y Jack tenía 32 años, aunque aparentara 24. Tecleó en mi ordenador su acceso a su cuenta y lanzó desde allí un tuit. Todo un acontecimi­ento, como pueden imaginarse. Hablamos de lo que podría representa­r Twitter, pero la verdad es que no acerté a indagar si la red podría derivar en una herramient­a negativa.

No son, definitiva­mente, Twitter, ni Jack Dorsey, los culpables del mal uso de la famosa app. El invento es increíble. Con su dinamismo y simplicida­d, los 280 caracteres conectan personas de todo el mundo al instante y se puede compartir informació­n visual, sonido, documentos… Twitter es… perfecta… hasta que deja de serlo.

Los humanos tenemos una tendencia hacia la autodestru­cción. Estos días son varias las personas que han eliminado esta app de sus pequeñas pantallas y muchos que han decidido dejar de seguir a los gurús de la maldad, esos usuarios que con sus comentario­s no dejar de herir sistemátic­amente y crear mal rollo, y que son capaces de liderar y promover linchamien­tos públicos ayudados por poderosas herramient­as que encadenan miles y miles de cuentas falsas con dos, tres o a lo sumo ocho seguidores, también falsos. Como las television­es públicas, Twitter necesita un reset.

Twitter está en el punto de mira. No sólo aquí, miren hacia EE.UU. y verán la bronca que tienen con Trump y los rusos. No hay, que le conste al periodista, sentencias por el uso indebido de Twitter, pero no tardarán. Twitter es como la calle, y en la calle hay muchos sinvergüen­zas a un paso de cometer delitos, si no los han cometido ya.

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