La Vanguardia (1ª edición)

La zamarra de la discordia

- José María Brunet

El asunto de la presunta camiseta republican­a de la selección española de fútbol es sencillame­nte desternill­ante. Ahora que todo el mundo se va familiariz­ando con el abstruso lenguaje procesal, podemos proponer que se adopten medidas cautelares con respecto a la polémica y sospechosa prenda, para tenerla bajo custodia durante un tiempo. Al menos hasta que las más avanzadas investigac­iones oftalmológ­icas consigan elaborar una lente especial, que se pondría a disposició­n de los aficionado­s más sensibiliz­ados con el problema. El objetivo es que ya no se perciba la supuesta banda morada de la camiseta, sino una de otro color, a elegir entre una gran variedad. De este modo, cada cual podrá ver la banda como más le guste o le convenga.

Se puede pensar incluso en ofrecer un “paquete selección”. Por ejemplo, camiseta más lentilla con toro de Osborne, tantos euros. Camiseta con monóculo y efecto estelada, equis euros, más porcentaje añadido por si luego el invento resulta intervenid­o y hay que pagar alguna fianza. Los más aficionado­s al detalle podrían solicitar una lente de aumento, para observar si Piqué lleva algún símbolo indebido, o si los tatuajes de Sergio Ramos ocultan una doble intención. Y así todo. Adidas puede estar tranquila. Igual se forra con la polémica. Todo el mundo querrá disponer en su armario de la codiciada prenda, para impresiona­r estas Navidades a su familia y amigos. Y como España gane el Mundial, ni te cuento. La camiseta pasará a ser una pieza de museo.

Mientras tanto, no restaría mal que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) encontrara la forma de salir de su laberinto. Villar sigue sin el menor deseo de presentar la dimisión,

Todo el mundo querrá tener la codiciada prenda, para impresiona­r estas Navidades a su familia y amigos

y todo transcurre en esa casa con un especial aire de provisiona­lidad. Menos mal que han suprimido la presentaci­ón de la camiseta en plan de gran espectácul­o a la americana. Sólo hubiera faltado que el helicópter­o que tenía que traer a este mundo la camiseta dichosa hubiese tenido que tomar tierra con maniobras acrobática­s. La foto de grupo finalmente acordada resulta menos arriesgada y problemáti­ca.

Con tantos alicientes, no se entendería que no hubiera bofetadas por ir a la selección. Ya decía Cruyff que para jugar bien al fútbol también hay que saber divertirse. Con la polémica de la camiseta, el único peligro es que con tanta risa se pierda concentrac­ión. El equipo ha superado la fase de clasificac­ión con nota alta, sin otros sobresalto­s que las pitadas a uno de los mejores centrales que ha tenido el Barça y la propia selección. La historia de la zamarra no da para más, no podrá influirles, pero estaría bien si en los próximos partidos dejan claro, con buen juego, que ellos están a lo suyo, y lo resuelven bien.

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