La Vanguardia (1ª edición)

Cadena perpetua para Mladic por el genocidio en Bosnia

El ‘padre’ de la limpieza étnica cometió sus crímenes durante la guerra de 1992 a 1995

- BEATRIZ NAVARRO

El exgeneral serbobosni­o Ratko Mladic fue condenado ayer por el Tribunal Penal Internacio­nal a cadena perpetua por genocidio y crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra de Bosnia, incluidos el asedio de Sarajevo y la ejecución de 8.000 musulmanes en Srebrenica.

Los horrores de las páginas más negras de la historia reciente de Europa, las guerras de los Balcanes, resonaron ayer en La Haya, donde los jueces del Tribunal Penal Internacio­nal para la antigua Yugoslavia se reunieron por última vez para dictar sentencia contra Ratko Mladic. El exgeneral serbobosni­o pagará con cadena perpetua su responsabi­lidad en el genocidio de Srebrenica y otros crímenes de lesa humanidad, además de violacione­s del derecho de guerra, cometidos durante la guerra de Bosnia (1992-1995), incluido el asedio de Sarajevo.

“Los crímenes cometidos son algunos de los más odiosos para la humanidad”, subrayó el juez Alphonse Orie antes de anunciar la decisión de castigar con la pena máxima a Mladic para alborozo de los familiares de las víctimas que viajaron hasta Holanda para seguir la decisión o los bosnios que siguieron el desenlace pegados a sus pantallas de televisión. El llamado

de los Balcanes, que fue entregado por Serbia en el 2011, ya no estaba en la sala para escucharle.

A las 10.40 horas de la mañana, después de que el juez relatara al detalle las campañas de persecució­n y exterminio llevadas a cabo bajo sus órdenes por el VRS –el ejército de la República Srpska, serbobosni­a–, Mladic interrumpi­ó la sesión y pidió una pausa para ir al baño. El juez, que ha vivido no pocas provocacio­nes desde que hace cinco años se abrió el juicio, protestó. “Se le aconsejó ir antes de la vista”, dijo, pero aceptó parar cinco minutos. La pausa se prolongó 40 minutos. Al volver a la sala, el acusado exigió aplazar la sesión alegando que sufría una crisis de hipertensi­ón. Desafiante, Mladic se negó a sentarse y empezó a vociferar.

“¡Son todo mentiras, son unos mentirosos!”, gritaba mientras era desalojado por los guardias. Orie siguió la lectura donde la había dejado. Mladic pudo seguirla en un local contiguo por el circuito interno de televisión, en un sofá, con acceso a médicos si lo precisara. Sus abogados intentaron en vano evitar su presencia en la sala alegando que la lectura de la sentencia podía provocarle un gran estrés. Según su familia, ha sufrido cuatro infartos.

Las once páginas de la sentencia recogen extensivam­ente los hechos que los jueces dan por demostrado­s y que les llevaron a declarar a Mladic culpable de diez de los once cargos que pesaban sobre él en diferen-

El acusado se rebeló contra el juez y fue desalojado de la sala mientras llamaba “mentiroso” al tribunal

tes contextos: asesinato, persecució­n, exterminio, terror, secuestro, deportació­n, traslados forzosos, actos inhumanos y ataques ilegales contra civiles. La clave en este caso no era calificar los hechos –ya lo han hecho sentencias previas, como la dictada el año pasado contra su álter ego político, Radovan Karadzic, condenado a 40 años de prisión por genocidio–, sino establecer su responsabi­lidad en su ejecución.

Uno de los hechos narrados ocurrió el 31 de mayo de 1992, cuando soldados del VRS rodearon a un grupo de bosnios musulmanes cerca de un puente en Sanski Most. Cuatro fueron asesinados por el camino y los demás, obligados a saltar al río. Luego abrieron fuego contra ellos. Murieron 28 hombres, incluido un niño y un anciano, relata la sentencia. En julio de 1992, 24 detenidos murieron asfixiados en su traslado a un campo de detención. Los guardas les retiraron el agua y les obligaron a tomar sal antes de empezar un viaje de nueve horas en un camión sin ventilació­n; algunos bebieron su propia orina para sobrevivir. En otros casos, “los detenidos fueron violados y obligados a participar en actos sexuales vejatorios entre sí”, recoge el veredicto.

Numerosas declaracio­nes públicas de Mladic esos años dan fe de su voluntad de aniquilar a la comunidad bosniomusu­lmana, a la que se refería despectiva­mente como “turcos”, como si un viejo ajuste de cuentas personal con el imperio otomano se tratara. El exgeneral “dirigió personalme­nte” el asedio de Sarajevo (1992-1994). La operación, ejecutada mediante francotira­dores y bombardeos continuos, se cobró 10.000 vidas. Fue él quien ordenó aterroriza­r a la población, seleccionó objetivos, se ocupó de evitar las zonas de mayoría serbia y restringió la llegada de ayuda internacio­nal, sostienen los jueces.

La sentencia también le considera responsabl­e de la masacre de Srebrenica, donde murieron más de 8.000 varones musulmanes. Los actos del acusado “fueron instrument­ales”. El tribunal considera probada su responsabi­lidad en los crímenes de genocidio, persecució­n, exterminio, asesinato y traslados forzosos e inhumanos. El único cargo que no ha aceptado es el de genocidio en actos aislados en otras aldeas, que sí fueron crímenes de lesa humanidad. El hijo de Mladic anunció ayer que recurrirán.

“Algunos dirán que esta es una sentencia contra Serbia. Mi oficina rechaza esa afirmación en los términos más rotundos. La culpa de Mladic es suya y sólo suya”, declaró el fiscal, Serge Brammertz, consciente de la fragilidad de la reconcilia­ción en los Balcanes y dentro de Bosnia-Herzegovin­a. Otros dirán, añadió, “que Mladic es un héroe y estaba defendiend­o a su pueblo. Nada más lejos de la verdad. Mladic será recordado por la historia por las comunidade­s y vidas que destruyó”. Los “auténticos héroes” son las víctimas y los supervivie­ntes, “que nunca dejaron de buscar justicia”. Ayer, 22 años después del final de la guerra, la hallaron. El tribunal cerrará sus puertas a final de año.

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FREEK VAN DEN BERGH / EFE Fikret Alic, ayer en La Haya, sostiene la portada de la revista Time de 1992 donde él mismo aparece en un campo de concentrac­ión

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