La Vanguardia (Català-1ª edició)
Políticas de la interpretación
Desde los atentados de enero en París, no ha dejado de hablarse, desde múltiples perspectivas y con intenciones diversas, de los peligros que puede representar el denominado islamismo radical para la convivencia, la seguridad y las libertades de las sociedades europeas. Nadie ignora que los sentimientos religiosos son, como los sentimientos nacionales, una materia tan inflamable como explosiva. Y la historia de Europa ofrece un rico muestrario de acontecimientos que ilustran la capacidad de destrucción que pueden llegar a tener las religiones. De hecho, el pensamiento político europeo ha sido inseparable, desde fines de la edad media, de la preocupación por esta capacidad y de la reflexión sobre cómo reducirla o anularla.
En el siglo XIV, Marsilio de Padua ya partía, en el Defensor de la paz, de un diagnóstico muy claro de la causa de las discordias que habían llevado a Italia a la ruina: la pretensión de los Papas de subordinar el poder civil al poder eclesiástico. Tres siglos después, Thomas Hobbes, en el Leviatán y en el contexto de una guerra civil inglesa que él también entendía como el resultado de la intromisión política de los diversos poderes eclesiásticos, denominó “reino de las tinieblas” al dominio sobre las mentes que seguía surgiendo de la manipulación política, por parte de algún clero, de la credulidad de la multitud. El Leviatán (1651) de Hobbes debe mucho
La hermenéutica es el campo de batalla donde se decide la orientación política de las religiones
al Defensor de la paz. Y el Tratado teológico-político (1670) de Spinoza, una obra pionera en la propuesta de la tolerancia como remedio al fanatismo religioso, también debe de mucho al Leviatán. La idea de tolerancia surgió como medicina en una época en que el número inmenso de muertos causados por las guerras de religión, guerras civiles y escabechinas diversas persuadió de su necesidad. Su consolidación como marco de convivencia y la privatización de las creencias religiosas que comportó no fue fácil porque la tendencia de las religiones hacia la tolerancia no suele darse de manera espontánea. Conviene no olvidarlo cuando, en defensa de la tesis del choque de civilizaciones, se hace circular el discurso sobre el carácter intrínsecamente intolerante de la religión musulmana. En el siglo XVII nadie, ni entre los católicos, habría puesto en entredicho que este carácter era el propio del catolicismo.
Algo que Spinoza aprendió de Hobbes y que Hobbes había aprendido de Marsilio fue precisamente que las religiones pueden evolucionar y que su posible evolución siempre va de la mano de la interpretación de los textos que tienen por sagrados. La hermenéutica es el campo de batalla donde se decide la orientación política de las religiones. Por esta razón, Hobbes y Spinoza se entregaron en el siglo XVII a una lucha cuerpo a cuerpo contra las interpretaciones que los administradores del “reino de las tinieblas” hacían de ciertos pasajes bíblicos. Y, por este mismo motivo, la interpretación del Corán se ha convertido en una de las grandes cuestiones políticas del siglo XXI.