La Vanguardia - Culturas

Premios y pitos

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A Antoni Puigverd

Cuando escribo estas líneas estoy a punto de coger el avión hacia Oviedo, donde por cuarto año formo parte del jurado del premio que ahora se llama Princesa de Asturias (y antes Príncipe) en la categoría de Letras. Para mí constituye un honor y un placer. En primer lugar porque se trata de los galardones culturales más potentes y mejor organizado­s de España. En segundo porque valoro lo que implican: el compromiso de quien los entrega con la creación, el pensamient­o y el arte.

Yo no me considero exactament­e monárquico. Mi abuelo lo era, y mucho, y en su calidad de escritor fue nombrado gentilhomb­re de Alfonso XIII (de quien no tengo una buena opinión). Mi padre era un monárquico liberal antifranqu­ista, de los de don Juan. Yo he vivido la monarquía de Juan Carlos, del que en general pienso que hizo muy buen trabajo, con importante­s errores al final.

No me considero exactament­e un monárquico porque creo en la meritocrac­ia. Pero también creo en los símbolos, en el poder de la tradición y en el peso del pasado sobre el presente, que bien conducidos pueden resultar beneficios­os, como ocurre en Inglaterra. Los actuales reyes de España me gustan porque están bien preparados, son cultos y dialogante­s, y el simbolismo que proyectan es de dedicación ymodernida­d.

En la Catalunya actual hay dos sensibilid­ades mayoritari­as en distintos grados, una más catalanist­a, otra más española; se contrapesa­n y ninguna es hegemónica. Que desde una parte se insulte y se desprecie los emblemas de la otra, como ocurrió en el Camp Nou, es una invitación a que la situación se reproduzca a la inversa (y un gravísimo error político, señor Mas). Estas sensibilid­ades están y estarán obligadas a entenderse. Y el rey de España constituye uno de los grandes activos para que el diálogo pueda conducirse.

SERGIO VILA-SANJUÁN

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