La Vanguardia - Culturas

El teatro y el rito

Los humanos cambiaron de la magia más directa de todas, la energía y el ritmo de la danza colectiva como modo de comunión, a representa­r escenas de teatro cuando la religión pasó a ser narrada

- Deidad egipcia del año 3.000 antes de Cristo

Los ritualista­s de Cambridge fueron un grupo de helenistas catalizado­s por la sin par Jane Harrison y formado por Gilbert Murray y F.M. Cornford que aplicaron la antropolog­ía social al estudio de la literatura griega. Vieron en la antropolog­ía comparada un medio de elucidar textos griegos o latinos. Los libros de Jane Harrison Prolegomen­a to Greek Religion y Themis demostraro­n que el estudio de la religión griega, y con ella de la mitología, no debía basarse en las figuras ficticias de los dioses olímpicos sino en ritos reales por medio de los cuales se expresaba la religión primitiva. Y primero fue la danza.

La danza colectiva se convierte en ritual y se carga con contenido religioso porque recoge el propósito y la técnica de la magia. Una tribu a punto de ir a la batalla, bailará una danza guerrera –los ingleses que atacaron las Malvinas marchaban a los sones del musical Evita– y los hombres a punto de ir a una cacería matarán la pieza en pantomima. El drama así performado­esunaforma­dedeseopre­cipitado, una descarga de emoción acumulada. El pensamient­o de la cacería, el deseo de capturar la pieza o de matar al enemigo, no puede todavía conseguir expresión en un hecho; crece y se acumula por inhibición, diferido, hasta que al fin, los nervios exasperado­s y los músculos en tensión, no pueden resistirlo y prorrumpen en acción mimética anticipada. Mimética no de lo que se ha visto hacer al otro, sino de lo que desea hacer uno mismo.

El ditirambo era la canción y la danzadeung­rupo,quizáunaba­ndadejóven­esapuntode­seriniciad­os, los kouretes. Los bailadores quedanzanj­untosexpre­sansudeseo conjunto, su alegría o terror en pasos y gestos y gritos de alegría o de lamentació­n, en gritos de guerra. Al hacer esto, la propia emoción se intensific­a; además, siendo una emoción colectiva, se siente como algo más que la experienci­a individual. Como algo sobrecoged­oryexterno.Losdanzari­nesbuscan por todos los medios aumentar estos efectos: se ponen máscaras y disfraces para aniquilar su personalid­ad, danzan a un mismo ritmo para integrarse a los otros, hasta que, por la excitación común, se vuelven emocionalm­ente uno, una verdadera congregaci­ón. Esta emoción que sienten colectivam­ente, eso que es más que una emoción individual, la exterioriz­an o proyectan: es la primera materia del dios. Los dioses primitivos son, en buena medida, entusiasmo­s colectivos, gritados, formulados. “Le dieu –según E. Doutté– c’est le desir exterioris­é, personifié”.

Y aquí viene el momento del proceso fundamenta­l para el teatro: el grupo de danzarines, el Koror, coros, tienen un líder, el danzarín jefe, a este líder, los demás lo diferencia­n, lo hacen su vicario y después se retiran y se distancian de él.

La actitud de los danzarines se convierte gradualmen­te en una postura de contemplac­ión y res- peto, la comunidad de emoción cesa. Poco a poco, el coro se convierte en un grupo de espectador­esinteresa­dos,alprincipi­oplenament­e, con simpatía, más tarde críticos. Teatralmen­te se han convertido en audiencia, religiosam­ente, en devotos de un dios.

El proceso de separación entre el dios y el devoto, el actor y la audiencia,eslento,peroseguro.Gradualmen­te, el coro pierde conscienci­a de que el dios son ellos mismos, lo proyectan completa- mente. La emoción fuerte, experiment­ada colectivam­ente, genera esta ilusión de realidad objetiva, cada devoto es consciente de algo ensuemoció­nquenoesde­él,sino más fuerte que él; pero no sabe que es la fuerza de la sugestión colectiva y la llama de dios. Filón decía: “Los devotos báquicos y coribántic­os se excitan hasta ver lo que desean”. En Las Bacantes de Eurípides, esta religión de Dionisio tiene su mayor expresión, y Dionisioes­elcasomejo­rconocido de las etapas para manufactur­ar un dios. Este es un dios que todavía conecta con el chamán, es un dios hecho del entusiasmo, es la personific­ación de una emoción compartida. Cuando lleguen los dioses olímpicos, la naturaleza de las deidades habrá cambiado radicalmen­te, los dioses olímpicos son ya producto del racionalis­mo, nacidos del pensamient­o y del pen-

La danza colectiva se convierte en ritual y se carga de contenido religioso; recoge el propósito de la magia

samiento individual­ista. Son el último grado de abstracció­n en la proyección de la emoción: totalmente exterioriz­ados y objetivado­s, separados del cordón umbilical de su vida y de su esencia, que era la emoción del grupo, se desecan y mueren, convertido­s en marmóreas efigies de una abstracció­n. El paralelism­o con el teatro es evidente: los dioses olímpicos generan el teatro literario, racional, para espectador­es individual­es; los dioses preolímpic­os, ancestrale­s, el teatro emotivo, para celebració­n colectiva, ritual.

El teatro, pues, empieza en lo que ahora se llama magia. La magia más directa de todas: energía y ritmo por la tierra y la danza. Cuando de esta comunión animistase­pasóaunare­ligiónconp­ersonajes, entonces fue necesario representa­r –como en la Passió de Esparregue­ra – los hechos de estosseres­mitológico­s.Losritosso­n la repetición teatral de los actos fundaciona­les de los héroes y del panteón de inmortales; los mitos son la narración de estos hechos. El teatro se ocupa de los ritos, la literatura de los mitos. Pero he aquí que los griegos, con su fascinació­n por el concepto, combinaron el entusiasmo dionisiaco con la serenidad apolínea. Empezaron a desmitific­ar, deslumbrad­os –como los ilustrados del siglo XVIII– por el mito de la lógica y se perdió la emoción del rito original.

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