La Vanguardia - Culturas

Las otras películas de culto De lo bizarro a lo psicotróni­co, pasando por lo sublime

- MAURICIO BACH

El verano de 1949 se celebró en Biarritz el primer Festival du Film Maudit, organizado por el cineclub Objectif 49 presidido por Jean Cocteau, que en su presentaci­ón-manifiesto defendía que “las películas más bellas son accidentes, una zancadilla al dogma, y son estas películas que desprecian las reglas, estas películas heréticas, estas películas malditas (…) las que nosotros defendemos”. En las décadas posteriore­s, en Estados Unidos se produjeron una serie de rescates de viejos títulos y estrenos de un cine alejado de los cánones que atraían a un público joven con una nueva mirada. Estaba nacien- do el fenómeno del cine de culto.

En el Brattle, un viejo teatro de Boston reconverti­do en cine de repertorio, los alumnos de Harvard transforma­ban la proyección de Casablanca en una ceremonia lúdica, vistiéndos­e para la ocasión y repitiendo las frases míticas –algo que se llevará al paroxismo en las proyeccion­es de The rocky horror picture show, en las que el público empezó a interactua­r con lo que sucedía en la pantalla–; El mago de Oz era celebrada en sus pases televisivo­s anuales como una joya camp y reivindica­da por la comunidad gay. En 1961 Freaks, la radical propuesta de Browning –con la

“Son estas películas que desprecian las reglas, estas películas heréticas, estas películas malditas (…) las que nosotros defendemos”, decía Cocteau

que la Fox no supo qué hacer y había vendido a Dwain Esper, que durante décadas la explotó como mera atracción de feria–, reapareció en un cine de Nueva York –donde fascinó aDiane Arbus– un año antes de ser reivindica­da por el Festival de Venecia. En cambio,

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