El don de la sobriedad
Desde la España republicana, la postguerra hasta el presente recorriendo las memorias de un poeta y crítico que acompaña a algunos de los grandes personajes españoles del sigloXX
Durante muchos años he conocido a Jo sé Corredor-Mat he os( Alcázar de San Juan, 1929) sobre todo como poeta, desde que en 1975 leí Carta a
Li Po, celebrado por Pere Gimferrer en la revista Destino, y que yo identificaba con la línea poética que más me atrae, la de José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Juan Eduardo Cirlot o Ángel Crespo. Una poesía desnuda, espiritual sin ser necesariamente religiosa y, en su caso, marcada por el taoísmo y el budismo.
Por eso puede escribir, a propósito del complacido y estruendoso cosmopolitismo de la gauche divine: “Me mantuve al margen de sus círculos, por mi manera de entender la vida personal”. Pero Corredor es, asimismo, crítico, ensayista e historiador, y “mi poesía permaneció públicamente durante mucho tiempo en un segundo plano”. Él mismo se ha encargado de que así sea en su libro de memorias Corredor de fondo, guiado por la convicción de que “unas memorias han de partir básicamente de las relaciones que has establecido con los demás y las ex pe- riencias que has tenido con ellos”.
Nos encontramos ante una prosa escueta como lo es su poesía, pragmática y atenta a comunicar, con una atractiva vocación narrativa y salpicada de anécdotas guiadas por el humor. Yen“su manera de entender la vida personal” hay que señalar un rasgo de su carácter, aquí siempre presente :“Generalmente soy comedi doy prudente, en ocasiones en exceso ”. Su ecuanimidad le lleva a lo que acaba por ser un lastre: la excesiva acumulación de nombres, en su afán porno ofender a nadie e incluir a todo el mundo. Un boomerang, porque los que no somos nombrados nos sentimos doblemente ninguneados. Pero al mismo tiempo es una de las grandes virtudes de un libro en el que no hay espacio para el rencor.
Corredor de fondo lo es alguien que a barca todos los terrenos del arte. El libro se abre, como se cierra, con un homenaje a Alcázar de San Juan. Su vinculación“es tan profunda que, a veces, me sorprende ”, por- que partió cuando tenía siete años “y, sin embargo, es como sino hubiera salido nunca ”. Hijo de un padre fogonero y más tarde maquinista ferroviario, en 1936 la familia se fue a vivir a Vilanova i Geltrú, para trasladarse definitivamente a Barcelona en 1942. Torero ocasional, atleta y actor teatral, tardó diez años en terminar la carrera de Derecho. Y una vez licencia do, empieza su trayectoria con cargos de responsabilidad en Espasa-Calpe o en Edicions 62, que compagina con la crítica de arte, la gran dedicación de su vida, interesado por la pintura, la escultura, la cerámica, la arquitectura, el diseño industria lo los juguetes.
Y el arte ocupa un espacio central en estas memorias. El aspecto más interesante y ameno es el de los finos retratos sobre escritores y artistas con los que mantuvo relación. No sólo protagonizan divertidas anécdotas, sino que los vemos en el taller o en el estudio y penetramos en el interior de su obra. Especialmente interesantes son las páginas dedicadas a Brossa,C ir lot– con el que inevitablementes ei den tificaba–,Gu in ovart, Dalí, Miró, Benjamín Palencia, Godofredo Ortega, Llorens Artigas o Alberti. Y precisamente por su tal ante ecuánime, son certeros los dardos no venenosos pero sí mortales, especialmente los que lanza ala figura deTà pies. Ni se salvan Picasso, Diego Rivera, Cela, Moreno Galván o Castellet. El sabio y el poeta se convierte aquí en un magnífico narrador.
Son certeros los dardos mortales, especialmente los que lanza a la figura de Tàpies