Registro de un viajero
Veinte años de estancia en Japón
Fiel al estilo de Cuadernos ucrania
nos y Cuadernos rusos –esa mezcla de ilustración, bitácora de viaje y cómic–, Igort (Cagliari, 1958) alcanzaensuúltimaobraelequilibrio compositivo, la hondura conceptual y la adecuación estilística que sólo encontramos en las obras maestras sutiles. Porque, ojo: Cuadernosjaponesesnoesunaobramaestra evidente. No es sólida, no es monumental, no avasalla. Es líquida, es fragmentaria, se impone lentamente. Narra mediante asociacionesconceptualesymetafóricasy digresiones biográficas y culturales veinte años de estancias del autor italiano en el país oriental. Lo hace con fotografías que acercan el libro al álbum nostálgico; con dibujos lacónicos como haikús, que suceden a otros expresionistas, miméticos o incluso pop; con una prosa calibra- daenelgrosorexactoparaqueelrelato fluya en armonía con el trazo y el color.
En la no ficción contemporánea, Igortsesitúaensunuevolibroenla órbita de Nooteboom, de Pajak, de Sebald, quienes también elaboran pacientemente sus collages a copia de ecos y conexiones suavemente engarzados. Pero el ensayo erudito de Igort, aunque también indague en las heridas del trauma colectivo, aunque recorra los tópicos que han abordado otros grandes lectores (el sumo,lasgeishas,eseimperiodelos signosqueexploróBarthes),nonos deslumbra tanto por el repertorio de temas universales que recorren con maestría otros artistas viajeros comoporsuvisióndeuntemaabsolutamente local. El manga. En forma de cuaderno híbrido, textual y visual, Igort da testimonio de su infiltraciónenunmundofascinantey lo hace mediante una forma nueva. Rinde homenaje a maestros como Miyazaki,Taniguchi,TsugeoKuriharay–almismotiempo–demuestraserélmismoyaunmaestro.