La carta que cambió la Revolución
París es un hervidero; han pasado cuatro años desde la toma de la Bastilla y los ‘sans-culotte’ amenazan con un baño de sangre. Un contexto en el que una joven agitadora altera el curso de los acontecimientos
Unafirmevocacióndirigeelalmade CharlotteCordayacomienzosdejulio de 1793; leía a Rousseau y no albergaba dudas sobre la Revolución, no así sobre los radicales que en su nombre se habían hecho con el controldelEstado.ElsentidotrágicoheredadodesuantepasadoPierreCorneille le hizo aceptar la sugerencia del diputado Charles Barbaroux de formar parte de la facción girondina que hacía frente en la Convención a losjacobinos.UnavezenParíssedio cuentadequelaapaciblefiestarevolucionaria del mes de julio estaba a punto de convertirse en un baño de sangre, con el reclamo a la guillotina situadaenlaPlacedelaConcorde.
El ambiente parecía dominado por la incapacidad de impedir las manifestaciones de los sans-culotte que con sombrero frigio gritaban en lascallesconsignascontralostraidores e impregnaban su acción con evocaciones de la toma de la Bastilla cuatroañosatrás.Charlotteeraincapaz de aceptar la idea de Robespierredeque“elterrornoesmásquela justicia rápida, severa e inflexible”; al contrario, creía en la posibilidad defrenarelvastomataderoenelque se iba a convertir Francia entre el 5 septiembrede1793yel24dejuliode 1794, aunque para ello tuviera que recurriralasesinato.
El 12 de julio de 1793, un día después de su llegada a París, el pintor Jacques-Louis David acudió a casa de su amigo Marat para conocer la evolucióndesuenfermedad,unainfeccióndelapielqueleobligabaapasarhorasenunabañerasituadaensu gabinete, una austera estancia que, enunadesusparedes,teníaunmapa geográfico de los Departamentos de laRepúblicay,enlaotra,dospistolas colgadas,bajolascualessepodíaver ellema“LaMort”.Davidleencontró escribiendo unas reflexiones sobre laseguridaddelapatria,convencido de su papel en la historia como el hombreclavedelaRevolución.
Entretanto,lejosdeallí,enlaorilla derecha del Sena, se paseaba Charlotte entre las arcadas de Palais-Royal,eseParísdentrodeParísqueentusiasmaba a los viajeros. Aunque iba de prisa, detuvo la mirada unos segundos en un abattoir, o sea, un matadero, preguntándose si le quería decir algo; llegó frente al 19 de la Rue des Vieux Agustins, al Hôtel de la Providence, donde tenía una habitación. Descansó aquella tarde mientras pensaba en el destino de la Revolución atrapada por la tosquedad de ese demimonde dispuesto a hacerse con el poder. Estaba sor- prendida por los bons mots con los que la sociedad parisina saludaba el cuarto aniversario de la toma de la Bastillaynoencontrabanexosentre laamablelevedaddelagenteylade- vastadorapolíticadelaConvención. Másqueseguirpensandoenello,decidiórepasarlosdetallesdesuplan.
El13dejulioporlamañanavolvió sobresuspasosdeldíaanterioryllegó a Palais-Royal, donde compró un periódico en cuya portada se veía a Léonard Bourdon proponiendo en la Convención la condena a muerte delosgirondinos;luegoentróenuna tienda situada en las arcadas y se compró un sombrero negro decoradoconlazosverdes.Eraunhomenaje al espíritu de 1789, pues el color verde simbolizaba la libertad según Camile Desmoulins, sin llegar a saber que 24 horas después ese verde formaríapartedelcolorantirrevolucionario, precisamente por los lazos desusombrero.
Vivía en medio del torrente, y se dejaballevardoucementporsudesti
no. Unpasomásenesadirecciónfue el gesto de entrar en la boutique du
coutelier que había visto el día anterior para comprar un couteau de cocinaconmangodemadera(laleyenda afirma que de marfil) y una hoja dedocecentímetros.AlpasardelantedelosespejosdelCafédeChartres se cercioró de que estaba oculto debajodesumanto.Yanopodíaecharse atrás, aunque aún dudaba porque suplanoriginalerarealizarelatentado en la Convención, ante todos los representantes de la Nación, como un gesto heroico de quien se siente llamadaasalvaralaPatriadeltirano.
Subióauncochedealquiler,atravesóelSenaporelPontNeufyhacia lasonceymediallegófrenteal30de la Rue des Cordeliers de aquel entonces, cerca de Odéon. En las escaleras se encontró con Catherine Evrad, hermana de la compañera de Marat,Simone,queleimpidióelpasoconelargumentodequeel“amigo delpueblo”estabamuyenfermo.Sin perder la compostura, Charlotte escribió una carta para suscitar la curiosidad del “gran hombre”. Al final, loconsiguió.Alasietedelatardeera recibidaporMaratmientrastomaba unodesusbaños;seacercóaélconla intencióndedarlelosnombresdelos conjurados, y mientras se los recitaba, sacó el cuchillo que llevaba ocultoyseloclavóenelpechoatravesándole la aorta. Marat lanzó un aullido antes de morir. Charlotte se quedó petrificada en una esquina de la habitación, en silencio, mirando al vacío.Enlacalle,seguíalafiesta.