En una ratonera
Narrativa Traducidos por primera vez dos textos de Chang, una virtuosa de la narrativa breve cuya obra fue silenciada durante años en la China continental
rioso. Cuando empiezo a leer a Chang, hija de una familia burguesa de Shanghai, tengo la impresión que describe escenas de otra época y otro universo con mentalidad occidental, imágenes que casan bien con un lenguaje moderno. Sin embargo, en el inicio de la historia Cuando Mao Zedong llevó la revolución china al poder, la entonces treintañera Eileen Chang (Shanghai, 1920 – Los Ángeles, 1995) –su verdadero nombre era ZangAiling, nacida en 1920– huyó de su Shanghai natal, se exilió a Norteamérica donde dio clases en varias universidades, no dejó de escribir sus relatos, ensayos y guiones cinematográficos( por ejemplo, el de Deseo,
peligro ,1975, ro dado por Ang Lee) y murió cuarenta años más tarde, en 1995, sin haber vuelto a China. Luego, como suele ocurrir, aunque era considerada una virtuosa de la narrativa breve, su obra fue silenciada en la China continental hasta que, con el paso del tiempo y la entrada de aires renovadores en el otrora agobiante régimen comunista, los viejos libros de Eileen Chang han sido redescubiertos y al parecer se leen con fervor dentro y lejos del espacio chino.
A eso se debe la traducción por primera vez dedos textos breves de Chang, fechados en los cuarenta, reunidos en un solo volumen con el título llamativo del más extenso:
Un amorque destruye ciudades. Ella había declarado una vez que sólo quería escribir sobre cosas triviales que suceden al agente corriente, no de guerras ni revoluciones que se proponen extender el dolor y cambiar la fisonomía del mundo. Es cu- Chang nos introduce en el ambiente tradicional de la numerosa y estratificada familia Bai, de la clase alta de Shanghai en la década de los cuarenta del siglo pasado, cuando buscan pretendiente para una hija soltera y el candidato se enamora de una de las hermanas divorciadas, la bella Liusu, con el consiguiente estupor y enojo del clan.
A partir de aquí se diría que empieza otro relato de factura distinta, moderno, impredecible. Liusu y el joven heredero Fan Liuyuan marchan juntos a Hong Kong, donde viven sus escarce os amorosos sin pensar en casarse; luego deciden compartir casa cuando Liuyuan anuncia que debe volver por negocios aS hanghaiyLiu su accede a quedarse sola y esperarlo. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses invaden la colonia británica. El 8 se inician los bombardeos. Liuyuan no consigue salir de la bahía. Sobre la ciudad devastada Liusu y él se proclaman enamorados, publican el anuncio de su boda en el periódico y poco después, restablecidas las comunicaciones, consiguen volver a Shanghai. Una historia que no se cierra, en cierta manera exótica, ambigua, que invita a la melancolía y a pensarla despacio.
El texto de la segunda parte, un relato breve con el título de Blo
queados y fechado en agosto de 1943, en plena guerra sino-japonesa, deja asomar las virtudes que en verdad contenía la narrativa de Chang. Alas cuatro y media de una tarde calurosa, un tranvía que circula por las calles de Shanghai se detiene de repente atrapado en una zona acordonada. Una ratonera. Más tarde irrumpirán dos camiones repletos de soldados. Mientras, en medio de los atribulados pasajeros una profesora universitaria y un contable que vuelve a casa con la familia, dos extraños, viven una conmovedora experiencia sentimental –narrada en tercera persona– que se prolonga hasta que un viento de júbilo despierta la ciudad y el tranvía continúa su ruta. ¿Qué ha ocurrido? Algo maravilloso ya la vez de nuevo melancólico que brota del roce de lo real con el deseo incontrolado. Setenta y dos años más tarde el relato conserva el delicado sabor de sus matices.