han, el pensador de moda
dad de las Artes de Berlín. Su biografía es sorprendente. Llegó a Alemania con 26 años, sin saber el idioma y sin haber leído casi nada de filosofía, y hoy escribe sus libros en la lengua de Peter Handke, escritor al que admira y cita con frecuencia. En una entrevista en el semanario Die Zeit, cuenta que es un friki de la tecnología (aunque es muy crítico con ella), y que de niño jugaba siempre con radios y aparatos eléctricos, pero al final se decantó por la carrera de Metalurgia. La abandonó tras provocar una explosión en su casa mientras trabajaba con productos químicos. Casi muere. Todavía, dice, tiene cicatrices de aquello.
Sus libros son breves y singulares, y en ellos desarrolla una crítica a la sociedad de consumo, ensimismada y disgregada, en la tradición de la teoría crítica de Adorno y Benjamin. Por otro lado, el diálogo con Heidegger es constante, y su referente más cercano es Baudrillard. Su estilo es lacónico y ágil, de metáforas y comparaciones evocadoras, y frases cortas y rotundas. Uno debe entregarse a la propia dinámica del texto, que entonces resulta muy sugerente.
El pensamiento de Han se articula en torno a una serie de conceptos antinómicos que se repiten en sus libros y dan a su obra una cierta circularidad, tales como positividad/negatividad, transparencia/ocultación, pornografía/erotismo, hiperactividad/cansancio, etcétera. Han identifica los primeros con el rendimiento, la productividad, el consumo y lo idéntico, y los segundos con la detención, la subversión, la emergencia del otro, y, en última instancia, la libertad y la justicia. La nuestra es una sociedad positiva, transparente, pornográfica e hiperactiva, una “máquina de rendimiento autista”.
Optimista, Han propone otra forma de relacionarnos, entre nosotros y con el mundo, que escape de la lógica instrumental y mercantilista; y esta pasa por una relación estética y contemplativa, cuestión que desarrolla en casi todos sus libros, pero especialmente en el último y muy recomendable, La salva
ción de lo bello, editado también por Herder. Aquí Han se aleja de Heidegger y el énfasis en el trabajo para acercarse a una mezcla de platonismo y budismo zen. Como Derrida, como Žižek, Byung-Chul Han (Seúl, 1959) ya forma parte de la cultura popular: la realizadora Isabella Gresser ha hecho una película sobre él que se proyecta en festivales de cine. En un momento del documental, vemos a Han caminar por el puente Mapo, en Seúl, por donde se arrojan decenas de personas cada año. Para disuadir al suicida, una importante compañía de seguros ha instalado en las barandas mensajes e imágenes positivas que se iluminan al pasar. Dicho puente, que terminó de construirse en 1970, obedece a la rápida industrialización de Corea del Sur. La gente, agotada y deprimida, se tira de él. El documental se titula La sociedad del cansancio, nombre que toma del libro más famoso de Han, donde el filósofo aborda las consecuencias del exceso de trabajo, en una fase del capitalismo en la que, sostiene, la explotación se ha vuelto autoexplotación, y la comunicación digital y el aumento de información ha trocado en un mayor aislamiento y un mayor control.
Han es profesor de Filosofía en la Universi-