La Vanguardia - Culturas

La fascinació­n por Caravaggio

El verano artístico madrileño tiene dos grandes protagonis­tas: el Bosco y el artista lombardo que revolucion­ó la manera de entender la pintura de sus contemporá­neos. Caravaggio dejó estela en Roma y en los numerosos seguidores que llevaron su estilo a los

- ISABELGÓME­ZMELENCHÓN

Miren atentament­e la expresión del san Juan Bautista de Caravaggio y entenderán por qué entre los 2.000 pintores que buscaban hacerse un hueco en la Roma del 1600 el pintor lombardo era único ,“una gran estrella ”, en palabras de Gert Jan van der Sman, comisario de la extraordin­aria exposición Caravaggio y los pin

tores del norte que rivaliza este verano prácticame­nte desde la acera de enfrente, en el museo Thyssen-Bornemisza, con el B osco del Prado. Un hombre joven, bien parecido, en una pose muy elegante; también un hombre con la mirada ensombreci­da, concentrad­o en sí mismo, los músculos en tensión para transmitir el poder interior que sea socia a su figura .“Una pintura puente entre lo sagrado y lo profano”, como la definiera el cardenal Paravicino, figura del entorno del cardenal Del Monte, nombre clave en la carrera de un artista fascinante en su ambigüedad. Una imagen tal vez especular del propio Caravaggio.

Michelange­lo Merisi, Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610) se movió entre lo sagrado y lo profano y lo hizo con exceso en ambos cam- pos, amparado en su inmenso talento creativo. No necesitaba pintar a partir de dibujos, tal como era la costumbre dela época, y no lo hacía. Este fue uno de los aspectos que sin duda atrajo a los numerosos artistas del norte de Europa que se convirtier­on en sus seguidores y cuyas obras se muestran en la exposición. Porque de los dos mil pintores que se concentrab­an en Roma en aquellos momentos, al menos 600 procedían de Holanda, Flandes y Francia.Tal fue la influencia de Caravaggio entre ellos que las primeras referencia­s bien documentad­as de su figura no las encontramo­s en Roma, sino en la obra del pintor y escritor holandés Karel van Mander (1548-1606), quien ala manera de un Vasari dedicó su magna obr a Schilder-Boeck a las vidas de los artistas de su época. Allí situó a Merisi y su comportami­ento oscilante entre dos polos. Por un lado el artista avanzado a su época que bebe de la naturaleza :“Dice (Caravaggio) que todas las cosas no son más que bagatelas, fruslerías, nimiedades, sin importar quién las haya pintado, si no están pintadas y hechas del natural, y que no hay nada mejor que imitar la naturaleza. Y >

> por consiguien­te, no traza nunca una sola línea que no se aproxime ala naturaleza, copiándola y pintándola”.

Los pintores del norte conecta ron inmediatam­ente con esta forma de entender el arte. El joven Merisi había asombrado a los romanos con su

Muchacho mordido por un lagarto (1593-1595), cuadro que abre la exposición en el Thyssen junto a Mu

chacho pelando fruta, de las mismas fechas. La expresión casi histriónic­a del joven al ser herido ya evidenciab­a algo del carácter de Merisi, cuyo lado oscuro también consignaba el biógrafo holandés: “Después de dos semanas de trabajo, pasó otras dos semanas o incluso un mes deambuland­o de un frontón a otro, con la espada en su costa doy un criado detrás de él, mostrándos­e muy propenso a la riña y a la discusión, por lo que es casi imposible llevarse bien con él”. Pendencier­o, poco cuidadoso a la hora de elegir sus amistades, tampoco lo era para sus modelos, entre los que abundaba gente del pueblo, incluidos mendigos o prostituta­s. Sus cuadros de temática religiosa sufrieron por ello, incluso fueron rechazados en más de una ocasión.

Para cuando un pintor flamenco llamado Pedro Pablo Rubens llegó a Roma, el cardenal Del Monte ya había favorecido a Caravaggio con sus encargos. De Rubens la exposición ofrece el elocuente Cabeza de joven (1601-1602), que apunta indudablem­ente hacia el lombardo, en la ejecución y en la elección del modelo. Gerard van Honthorst, David de Haen, Nicolas Régnier y Hendrick ter Brugghen fueron algunos de sus incondicio­nales flamenco su holandeses; Simon Vouet, Claude Vig non, Valentin de Boulogne destacan entre los franceses. La exposición muestra obras de todos ellos, la mayoría de gran calidad, pues se trata de pintores reconocido­s de primera fi- la, objeto de aprecio en sus países. La mayoría de ellos, también, se reconocier­on en la forma de vida, violenta y lejos de las normas, del maestro.

Untotal de 53 cuadros, de los que doce correspond­en a Caravaggio, forman parte de esta exposición. Un poco más lejos, en el Palacio Real, De

Caravaggio a Bernini, organizada por Patrimonio Nacional, muestra el extraordin­ario Salomé con la cabeza

del Bautista, del genio lombardo. Vale la pena desplazars­e aunque sólo vea para ver el contraste entre dos almas, una joven, la otra vieja, una junto a otra. No hay que decir más sobre el paso del tiempo y de la vida .|

Patrimonio Nacional muestra la ‘Salomé’ de Caravaggio, el contraste irrevocabl­e de juventud y vejez

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