¿Me casé con un monstruo?
El advenimiento del calor y sus rituales. Degustar gazpacho. Resucitar las bermudas. Ver la Eurocopa por televisión. Comprar antimosquitos. Agenciarse la novela del verano. Llega junio y arranca la refriega editorial por dar con ese título que concentre las dosis de escapismo y ligereza que mariden a la perfección con las neuronas aletargadas de la masa. Igual que con la canción del verano, la receta es tan sencilla de concebir como difícil de materializar, y podría resumirse en una doble P: que Prenda y se Propague. A la novela del verano sólo se le exige que enganche y que vuele.
Ahora que a ese cúmulo de sospechas, tensiones y recelos en el seno matrimonial de toda la vida –ese suspense psicológico de raíz conyugal que ya abordaron autores como Patrick Hamilton o Anthony Berkeley en los años 20 y 30 del siglo pasado– lo hemos decidido rebautizar domestic noir parece que la fórmula ha calado. El revival tuvo precedentes como No confíes en nadie de S.J. Watson pero fue Perdida de Gillian Flynn el que desató la histeria colectiva en el 2012. Desde el año pasado el orgasmo de cualquier departamento demárke- ting editorial sería poder lanzar el eslogan El nuevo La Chica del tren y que fuera cierto. En este contexto surge La viuda de Fiona Barton (Cambridge, 1957), esa es su guerra.
Una niña desaparece del jardín de su casa en un despiste materno. El caso desata tres voluntades de hierro. La de la mujer del acusado por creer que su marido es inocente. La del inspector de policía por dar con las pruebas que demuestren lo contrario. La de la periodista por conseguir exclusivas. El primero que desista queda eliminado. La acción, eso sí, arranca con el sospechoso muerto y todo en apariencia resuelto. Cabe rebobinar cuatro años para descubrir que no, que pende un cabo suelto crucial. La novela cumple con su propósito de entretener y calzar un giro postrero, sin meterse en honduras en la construcción de los personajes ni aventurarse por caminos no se- ñalizados. El concepto one size fits all trasladado al thriller. Como Gillian Flynn (cine y televisión) y Paula Hawkins (economía), Barton procede del periodismo. Colaboradora del Daily Mail,
Daily Telegraph y The Mail on a Sunday –trabajando para este último fue distinguida como Reportera del Año por la Asociación Nacional de la Prensa–, existe una ilación directa entre su especialización en sucesos y la materia prima de su debut de ficción. “Cubrí centenares de historias durante mis más de tres décadas de profesión –señala a Cultura/s por correo electrónico– y me resulta imposible seleccionar unas pocas como las más chocantes e interesantes que me sirvieran de armazón para levantar La viuda. Fueron muchas las queme dejaron huella: víctimas de violaciones y secuestros, supervivientes de accidentes aéreos y de atentados terroristas, personas que habían sufrido a manos de depredadores y otras que habían escapado de las garras de asesinos en serie. Cada individuo me impresionó con su honestidad y valentía. Sus testimonios no deben ser olvidados una vez han sido recogidos por los medios de comunicación ymuchos se han quedado conmigo, incluso acechándome. De aquí que al empezar a escribir tenía almacenada una barbaridad de recuerdos”.
Barton ha hecho mucho más que emplear su hoja de servicios para llamar la atención sobre temas sensibles desde el amplificador de un best seller de ambición global, pues ha formado y asesorado periodistas en lugares de Asia, África y Europa del Este donde la falta de libertad de prensa convierte su trabajo en una misión de alto riesgo.
La escritora asegura que “no descubrí que lo que había hecho encajaba en el domestic noir hasta queme lo contaron mis editores” y que su punto de partida fue explorar el abismo que se abre a los pies de las esposas de acusados de crímenes horribles –su protagonista debe lidiar con un posible pedófilo y asesino, lo que, unido a la representación de una mujer presuntamente sumisa, provoca que el libro surque una capa de hielo finísima. “Cuando te fijas en este tipo de mujeres, no puedes evitar preguntarte hasta dónde saben o hasta dónde se permiten saber. Pude imaginarme el tipo de lucha interior que libraban de cara a aplacar la idea de que tu marido quizá esconda a un monstruo. Admitirla destruirá toda tu vida y todas tus convicciones. ¿Pero cómo sobrellevar el peso de las dudas si optas por creer en su inocencia?. He aquí el dilema de base de la novela”.
La viuda no podría haber sido escrito sin el caldo de cultivo de los tabloides británicos, sin la rapacidad de medios como The Sun ni el morbo nacional despertado por casos como la desaparición de Madele in eMcCann.Fio na Bar ton alerta, sin embargo, de que las redes sociales suponen una autopista gratis para bajezas mucho más sórdidas. “Existen normativas sólidas que gobiernan el modo en que los periodistas deben informar acerca de casos delicados –muchas de ellas encaminadas a proteger a los niños y a los seres más vulnerables–, pero no así en las redes. Semejante libertad trae a veces consecuencias devastadoras”. |
El libro se inspira en los tabloides británicos y el morbo nacional tras la desaparición de Madeleine McCann