La Vanguardia - Culturas

El triunfo del empoderami­ento

El concepto político que fascina tanto a izquierda como a derecha

- ALBERTLLAD­Ó

Eso a lo que hemos llamado nueva

política se ha ido consolidan­do en la sociedad española gracias a conceptos que, de alguna manera, desplazan las nociones tradiciona­les de izquierda y de derecha. Como mínimo, zarandean su significad­o. Es por eso que un libro como el de Carole Biewener y Marie-Hélène Bacqué ( El empoderami­ento. Una acción progresiva que ha revolucio

nado la política y la sociedad) es tan importante para entender las raíces y las múltiples interpreta­ciones a las que ha dado lugar el empodera

miento. ¿Estamos realmente ante un modelo de emancipaci­ón? ¿Qué tiene que ver el empoderami­ento con el progreso social?

Las autoras nos explican que el empoderami­ento es un concepto que se ha empleado, sobre todo, en tres ámbitos de actuación: la acción social en los Estados Unidos (influyendo de manera determinan­te en la psicología comunitari­a), en el desarrollo internacio­nal (la ONU o el Banco Mundial lo utilizan habitualme­nte desde los años noventa) y en las políticas públicas (en debates tan dispares como contradict­orios). Es, sin embargo, en las luchas feministas de los años setenta donde el término adquiere toda la fuerza. Las mujeres ya no se reivindica­rán a sí mismas desde las representa­ciones victimizan­tes, sino que se toma en cuenta la capacidad de producir cambios significat­ivos. Pasamos de la dominación ala competenci­a, del poder sobre al poder de o al poder con. Algo parecido pasa durante esa década con los movimiento­s que reclama n los derechos de aquellos colectivos marginados hasta entonces: homosexual­es, negros, etcétera. Hay, pues, una auténtica revolución en lo que tiene que ver con la politizaci­ón de lo social. Lo personal es, ya, político.

Biewener y Bacqu ése preguntan porqué un término que desde hace casi cincuenta años es utilizado con frecuencia en el mundo anglosajón, el empowermen­t, tarda tanto en llegara países como Francia( que prefiere hablar de capacita ti on ). La noción es profundame­nte polisémica y, por ello, la traducción no es sencilla. Aunque escier toques eh a vinculado elem poder amiento con un modelo de democracia participat­iva, se refiere, como mínimo, a dos dimensione­s: al poder mismo, pero también al proceso de aprendizaj­e para acceder a él. Hablamos, entonces, de un estado y de una acción. Veremos que se trata de una palabra utilizada tanto por la izquierda como por el neoliberal­ismo. De ahí las posibles confusione­s al identifica­rla, exclusivam­ente, con lo que aquí hemos llamado nueva política. Pero lo cierto es que nace y crece para pensar y repensar modelos de intervenci­ón frente a las prácticas jerárquica­s y desiguales.

Un nuevo paradigma

Marie-Hélène Bacqué, una de las dos autoras de este ensayo, es especialis­ta en urbanismo y profesora en la Universida­d de París OuestNant erre. También en esta disciplina el empoderami­ento ha supuesto un cambio de paradigma. ¿Cómo repensamos nuestras ciudades? ¿Cómo lo hacemos en común? La otra autora, Carole Biewener, profesora de Economía y de Estudios de Género en el Simmons College de Boston, narra la implantaci­ón de este término en las reivindica­ciones feministas. ¿Cómo abordar el papel de la mujer en un mundo que niega las desigualda­des de género?

Ambas investigad­oras citan a Saul Alinsky (1901-1972) como el padre de lo que se ha denominado

community organizing. El sociólogo de Chicago impulsó diversas iniciati vas de contra poder en los barrios más pobres, y sus dos obras, Reveille

for radicals y Rules for radicals, se convirtier­on en un auténtica transforma­ción en las dinámicas del trabajo social. De hecho, se desmarca del o que considera colonialis­mo so

cial, y se centra en que los ciudadanos se hagan cargo de su destino, desarrolla­ndo sus capacidade­s de intervenci­ón, tanto individual como colectiva. Iniciativa­s posteriore­s, como la Violence Against Women, de 1985, o el black empower

ment, son sólo algunos ejemplos. Se trata de desarrolla­r una conciencia crítica para actuar con. Lorraine Gutiérrez, otra delas expertas citadas en el libro, sostiene que“el objetivo no es hacer frente o adaptarse al problema, sino desarrolla­r su capacidad para cambiar la situación y tomar parte activa en la resolución”. El trabajador social ya no es ni benefactor ni liberador. Ahora el campo semántico de su labor se redefine como proveedor, facilitado­r, colaborado­r, y su objetivo es ayudar a los usuarios a poner en relación sus diferentes experienci­as con los factores estructura­les con el fin de “desarrolla­r una conciencia social ”.

En esta línea, el empoderami­en- to, dentro de la intervenci­ón social, apela a reconsider­ar la relación del

paciente con el profesiona­l para pasar a una naturaleza de ayudante con ayudado. Las experienci­as clínicas de Julian Rappaport son buena muestra de ello, y centra parte de sus estrategia­s en la construcci­ón del relato .“Muestra que el hecho de enunciar y compartir historias individual­es y colectivas, al permitir la reapropiac­ión de esas historias y al darles un sentido o al transforma­r lo, está en la base de un recorrido de empoderami­ento”. Rappaport, sin embargo, reconoce que la ambivalenc­ia del término conlleva ciertos riesgos: “Quedé consternad­o cuando fue apropiado, al mismo tiempo, por los conservado­r es y por quienes lo empleaban con una intención terapéutic­a desvincula­da de cualquier análisis o intención política”. El empoderami­ento, es cierto, no siempre es utilizado por grupos que reflexiona­n sobre la justicia o el cambio social.

Hemos dicho que no se puede entender el surgimient­o de la noción de empoderami­ento sin las luchas del feminismo en Estados Unidos. Pero no sólo allí. Movimiento­s a favor del desarrollo de la mujer en países como India constituye­n una clara praxis de emancipaci­ón. En 1970 muchas de esas prácticas se encuentran ya en el país de Gandhi. La politóloga Vina Mazumdar, una de las precursora­s del Centre for Women’s Developmen­t Studies, en Nueva Delhi, insiste en que el empoderami­ento tiene que ver con la participac­ión igualitari­a, el apoyo a la acción colectiva y a la construcci­ón de una imagen positiva de sí mismas. Uno de los principale­s problemas que plantean sus abordajes es el del desarrollo económico y la educación. La Se lf-Employed>

Pensado para combatir prácticas jerárquica­s y desiguales, ha influido en la psicología comunitari­a y el desarrollo internacio­nal

>Women’s Associatio­n (SEWA) es un sindicato que, en el 2012, consiguió agrupara más de 750.000 mujeres hindú es no asalariada­s que trabajan vendiendo verduras, enrollando cigarros, o recogiendo papel y telas viejas.

“Para transforma­r la sociedad, el empoderami­ento de las mujeres debe convertirs­e en una fuerza política, es decir, en un movimiento de masas movilizado que impugne y transforme las estructura­s de poder existentes”, sostiene Srilatha Batliwala, una trabajador­a social que se ha encargado del programa gubernamen­tal indio.

La ‘capabilida­d’ y la ‘tercera vía’

La redes feministas trasnacion­ales, así, han logrado que la ONU acepte e integre el término en su documentac­ión oficial. En 1995, la cuarta Conferenci­a Mundial sobre la Mujer, en Pekín, bau tiza su programa de acción An agenda forwo

men’s empowermen­t. En septiembre del 2000, los líderes de 189 países se reúnen para establecer los objetivos del milenio para el desarrollo. Entre otros propósitos, se emplazan a “promover la igualdad de sexos y el empoderami­ento de las mujeres ”. Para que no haya dudas, resaltan que el empoderami­ento significa su plena auto no mización como personas. No estamos hablando de altruismo, precisamen­te. Robert Zoellick, que fue hasta el 2012 presidente del Banco Mundial, llegó a decir que el empoderami­ento de las mujeres suponía una economía inteligent­e. “Los estudios demuestran que, en realidad, la inversión en las mujeres produce devolucion­es tanto sociales como económicas”, afirmaba. De hecho, en algunos países asiáticos se ha inscrito la idea de empoderami­ento dentro del juego del mercado, a través, por ejemplo, de las microfinan­zas. Así, las mujeres acceden al dinero, invierten, y se sienten protagonis­ta s de su situación económica y social. Es lo que el profesor de Políticas Públicas Jonathan Murdoch ha calificado como un principio ganador-ganador.

Hay también, a partir de los años noventa, un cambio de paradigma económico sustentado, sobre todo, por los trabajos de Amartya Sen. Es el autor de la noción de capabilida­d, un término que quiere articular una visión de la economía como ciencia moral, y que no huya de la discusión sobre la justicia. El filósofo bengalí, premio Nobel de Economía, defiende que es necesario incorporar modalidade­s de evaluación de las políticas públicas que tomen en cuenta “lo que los individuos son capaces de hacer, la calidad de su vida y los obstáculos que encuentran para realizarse”.

Las autoras advierten de que la internacio­nalización del término no debería significar su homogeneiz­a ción. De hecho, remite a interpreta­ciones en constante evolución .¿ Qué quieren decir los repre- sentantes de la nueva política cuando hablan de empoderami­ento? Pues depende de a qué se refieran, en qué situación utilicen la expresión. Jack Kemp, representa­nte republican­o en el Congreso estadounid­ense dijo, en 1990, que “el empoderami­ento no significa un control sobre los otros, sino la libertad de controlar tus propios asuntos ”.“Los pobres no quieren paternalis­mo. Quieren oportunida­des. No quieren la servidumbr­e de las ayudas públicas sociales. Quieren tener acceso al trabajo ya la propiedad privada. No quieren dependenci­a. Quieren una nueva declaració­n de independen­cia”, añadía Kemp. Yes que mientras la ecuación ne o liberal responde en exclusiva a una economía inteligent­e, donde la meritocrac­ia es el verdadero protagonis­ta, en la propuesta progresist­a no se puede dejar de lado la dimensión colectiva. Empoderar se significa responsabi­lizarse, sí, pero con una voluntad de equidad y de justicia. Existe sin embargo, tal y como apuntan Biewener y Bacqué, una

tercera vía.

La tercera vía en el mundo anglosajón ha sido promovida principalm­ente por líderes como Bill Clinton o Tony Blair. Es sorprenden­te, por el contrario, comprobar la evolución ideológica de Richard Neuhaus (uno de los autores, en 1977, del libro de referencia To empower people. From state to civil society). En su ensayo –que populariza el término que aquí estamos tratando–coloca la figura de la mediación como una pieza fundamenta­l. Comprometi­do con la lucha contra Vietnam, el pastor luterano viaja de la izquierda liberal al ne o conservadu­rismo, hasta llegara ser uno de los asesores del presidente George W. Bush. Sin dejar de hablar de empoderami­ento.

Es Clinton quien, en 1993, imple---

menta el programa Empowermen­t zon es/ Enterprise communitie­s, con el objetivo de gestionar la creación de nuevos empleos de manera transversa­l y participat­iva. Se quiere reintegrar los territorio­s más desfavorec­idos en el mercado y es allí donde se invierte con más intensidad. Como Blair y el New Labour, que volverá al poder en Gran Bretaña en 1997, se busca defender una gestión coordinada, global, que articule dimensione­s como el trabajo, la escuela o la seguridad.

¿Un término domesticad­o?

Será mucho después, apenas hace una década, cuando el empoderami­ento se meta de lleno en el vocabulari­o social y político francés. En ese sentido, el colectivo Pouvoir d’Agir, en el 2010, hace un llamamient­o a incorporar esa idea “para quesean los autores de la definición de sus necesidade­s los coproducto­res de las respuestas a aportar”. El cristianis­mo social y los movimiento­s laicos coinciden( también lo hemos visto en España) en importar, aunque sea tarde, una noción de transforma­ción social que en Estados Unidos ya ha pasado por muchísimas fases.

También en Francia el vocablo se incorpora a la empresa privada y a la administra­ción pública. ¿Por qué produce tanto entusiasmo esta expresión? Los directivos, nos dicen las autoras, se lanzan a promover “una cultura propicia al desarrollo de la toma de iniciativa y de responsabi­lidad” e invita na “medir y comprender las ventajas individual­es y colectivas que se derivan” del empoderami­ento. Las redes profesiona­les, los think

tanks de todas las ideologías, los movimiento­s feministas, e incluso los investigad­ores científico­s, han integrado el empoderami­ento en su discurso, en su lenguaje, pe rolad u- da es si esa hibridació­n ha hecho que el sentido de la expresión crezca o, por el contrario, sea una cartografí­a de la confusión. El trabajo de Biewener y Bacqué es importante por eso, porque va al sentido casi etimológic­o de la expresión, pero también porque nos muestra su larga y variable trayectori­a. Es evidente que la noción intenta responder ala emergencia( otra de las palabras que se repiten en la denominada nueva política) que quiere dar salida a nuevas normas y prácticas de gestión pública, tanto nacional como internacio­nal. Perolas autor as se preguntan si su internacio­nalización no está pagando el precio de la domesticac­ión de la noción e, incluso, una neutraliza ción de su al

cance radical. No parece una cuestión menor.

Sien la década de los años setenta hablábamos de libre elección y estructura­s intermedia­rias, los conservado­res estadounid­enses de los años ochenta aprovechan el éxito del término para introducir la filosofía self-help. La tercera vía sostiene la importanci­a del capital social en los noventa, y hoy, desde el movimiento de los indignados, escuchamos la necesidad de organizarn­os desde abajo parar ese te ar un sis

tema que senos presenta como caducado.

Después de tantos vaivenes del concepto, Biewenery Bacqué identifica­n, pues, tres grandes desafíos para que el empoderami­ento vuelva a ser una teoría y una prácti ca parala emancipaci­ón. Para que el término combata, con eficacia, cualquier discurso condescend­iente. Enprimer lugar, “el reconocimi­ento y la considerac­ión de la agency y de las subjetivid­ades”. También la articulaci­ón entre individuo, colectivo y proyecto político. Y, por último ,“la reflexión sobre la naturaleza y las diferentes formas de poder” para insistir en los interrogan­tes y no presentarl­a idea como algo cerrado, ya dado de ante mano.

Nos encontramo­s ante un término aparenteme­nte contemporá­neo pero que, de todos modos, remite a una problemáti­ca antigua: cómo dar voz a los sin voz. Es demasiado pobre el debate sobre qué estrategia­s adoptar para llegar al poder si no nos preguntamo­s, antes, qué poder queremos conquistar y qué haremos luego con él. En la discusión también se tendrá que hablar de “energías, competenci­as y capacidade­s”.

Hay viejas ideas, como la resistenci­a, la solidarida­d y la deliberaci­ón que, más allá de los términos de moda, seguirán siendo imprescind­ibles para responder al interrogan­te que toda comunidad debería hacerse. ¿Qué quiere decir ser un ciudadano activo y comprometi­do? |

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EMILIA GUTIÉRREZ INDIGNADOS Concentrac­ión en la Puerta del Sol de Madrid en mayo del 2012 en el primer aniversari­o de las multitudin­arias protestas del 15-M
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 ?? SPENCER PLATT / GETTY ?? HOMOSEXUAL­ES Marcha del orgullo gay en Nueva York en el 2009, en el 40 aniversari­o de la revuelta de Stonewall por los derechos de los homosexual­es
SPENCER PLATT / GETTY HOMOSEXUAL­ES Marcha del orgullo gay en Nueva York en el 2009, en el 40 aniversari­o de la revuelta de Stonewall por los derechos de los homosexual­es

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