Misterios del arte
Los intríngulis del mundo del arte resultan cada vez más sugestivos para novelistas y cineastas. Bernhard Schlink, en su última novela fantasea sobre un cuadro de mujer desnuda bajando una escalera, muy parecido al que pintó Gerhard Richter (y la presentó en Barcelona Miquel Molina, quien a su vez ha novelado la historia posible de una imagen de Flaubert). Una de las mejores películas del año pasado fue La dama de
oro, recreación del conflicto por la posesión del retrato de Adele Bloch-Bauer hecho por Klimt y requisado por los nazis. El otro día, en la tienda de recuerdos de la exposición del Bosco, encontré una extensa novela histórica sobre la vida del artista holandés, debida a la española Isabel Abenia....
Pero es que en el mundo del arte surgen tantos buenos argumentos que no es extraño que resulten irresistibles. Peter Doig es un magnífico pintor escocés instalado en Trinidad, casi desconocido entre nosotros pero de gran cotización internacional (Christie’s vendió hace poco un cuadro suyo por casi 26 millones de dólares). Yo tuve la suerte de ver una amplia antológica suya en el Schirn de Frankfurt hace ocho años. Pinta unos cuadros figurativos de gran formato, paisajes del trópico o zonas rurales nevadas con algún guiño onírico. A Doig le ha tocado ahora lo nunca visto en tribunales: se ve obligado a probar
que un cuadro no es suyo. Un supervisor de correccional compró en 1975 una pintura a un joven detenido por consumo de drogas que firmaba como Peter Doige. Cuando, decenios más tarde, lo ha intentado vender a precio de Doig, el artista aduce que él no lo pintó y además nunca estuvo internado en ese lugar. Un juez de Chicago cree que su declaración no es suficiente y debe demostrarlo ante los tribunales (la vista tendrá lugar el mes que viene). ¿Qué novelista puede competir en imaginación con semejante lío?