Contracultura en Barcelona
Memorias y poemarios sobre el underground de los 70
Cuando llega al final de La vida cotidiana del dibujante undergound de Nazario (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) el lector puede sacar dos conclusiones: que el libro llevaba por título Un pacto con el placer (y que el editor debió encontrarlo demasiado abstracto, impropio de una crónica) y que falta un buen trozo del inicio. Arranca, in medias res, con un Nazario que ya circula a su aire por los ambientes homosexuales y contraculturales de Sevilla. No sabemos de dónde sale este Nazario, cómo era su familia ni el pueblo de Castilleja del Campo. Durante unas cuantas páginas hay que ir driblando sobreentendidos, algunos personajes que debían asomar en estas primeras páginas irrumpen sin previo aviso. De pronto Nazario se monta en aquel tren que yo siempre había pensado que se llamaba El sevillano (él le llama El catalán), se planta en Barcelona y el libro se convierte en una crónica apasionada y apasionante que complementa el volumen gráfico que publicó en el 2004 con una gran cubierta de America Sanchez: La Barcelona de los setenta vista por Nazario y sus amigos.
A diferencia de este libro del 2004 en el que Nazario quería mostrar el sentido colectivo del movimiento undergound, libertario o alternativo, enlazándolo con la movida que se estaba produciendo en diferentes campos (de los tebeos del Rrollo a la manifestación del 11 de septiembre de 1977), aquí cierra el cuadro y el foco se centra en él yen sus colegas, su mundo de artista, la plaza Real, y la vida sexual exuberante. Incluye un retrato espectacular de Ocaña, como se acostumbra a decir, con luces y sombras: un artista tapado por un gran actor. Nazario recuerda a Ocaña en la fiesta que le costó la vida (se quemó en Can-
Cierra el foco sobre sus amigos, el mundo de los tebeos como el ‘Rrollo’ y una vida sexual exuberante
tillana, en un pasacalle con los chavales del pueblo, vestido de sol: se prendió fuego) y es muy emotivo, sencillo y directo. También relata las angustias de su amigo para vender cuadros y montar exposiciones para pagar la hipoteca del piso de la plaza Real, y el mercadeo que se montó después de su muerte. La actitud de Nazario, de no querer subirse a ningún tren oportunista resulta admirable. Junto al extenso capítulo dedicado a Ocaña, ofrece un buen retrato de los ambiciosos del grupo: Mariscal y Barceló, a ver quién marca más ante las mujeres y el mercado del arte. Nazario y sus amigos tenían muy claras las distancias de clase y se mantuvieron al margen de muchas de las cosas que se cocían en Barcelona. Al pobre Alberto Cardín, por ejemplo, lo trataban de intelectuala (y no era el único). Tampoco acabaron de congeniar con Colita o con Terenci Moix, que les miraban con muy buenos ojos.
El libro, que queda como una referencia descreída de esos años, es un pozo de historias. Una de las más sorprendentes es cuando, víctima del mobbing, Nazario ha de buscar siete millones para comprar el piso de la plaza Real. Los consigue rescatando como quien dice de la basura dos obras del Equipo Crónica que se habían quedado en un almacén del editor Josep Toutain. En la misma línea del retrato de Ocaña, con luces y sombras, el perfil amoroso, pero no pegajoso, de Alejandro, el hombre que tenía el miembro del grosor de un vaso de tubo, con quien compartió treinta y cinco años y con quien se casó cuando estaba en las últimas.
La fotografía de Pedro Madueño que acompaña estas líneas también aparece citada en La vida del dibujante underground. A Nazario le ilusionaba pensar que cuando se presentó en una retrospectiva de Madueño en CaixaForum, puso nerviosillos a los que la organizaban y que al final pudo verse, rodeado de fotografías de artistas y escritores muy solemnes, en blanco y negro. Él, a todo color, en porreta, sobre un mantón de Manila, con una vara de amarilis (un bulbo que da unas enormes flores encarnadas) tapándole el sexo. Además de gamberro y provocador, un gran contador de historias.
Nazario
La vida cotidiana del dibujante underground
ANAGRAMA. 284 PÁGINAS. 19,90 EUROS