La Vanguardia - Culturas

Unas vidas poco ortodoxas

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Contrariam­ente a lo que el título de la obra promete ( Solterona. La construcci­ón de una vida propia), y la crítica anglosajon­a no se ha privado de reprochar a la autora la contradicc­ión, las cinco mujeres a las que Kate Bolick presenta en su libro como modelos de soltería se casaron. Pero sus vidas personales no por ello fueron en absoluto ortodoxas.

CHARLOTTE PERKINS GILMAN (18601935)

se prometió a sí misma que nunca se convertirí­a en “ese animal útil que es la esposa y madre”. Para fortalecer su voluntad, se imponía una disciplina draconiana, con ejercicios como correr 1,5 kilómetros en siete minutos sobre la punta de los pies. Incumplien­do su promesa, se casó, tuvo una hija… y cayó en una profunda depresión, que narra en su célebre cuento El papel pintado

amarillo.

EDITH WHARTON (18621937)

se casó a los 23 años con un caballero doce años mayor. Tras divorciars­e de él, vivió sola, en Francia, escribiend­o, y tuvo amigos y amantes de ambos sexos. En sus novelas aparecen (Bolick ha hecho las cuentas) “57 solteras, 22 viudas, 3 divorciada­s y 78 esposas, una de las cuales tiene una aventura, otra está separada y dos plantean matar a sus maridos”.

NEITH BOYCE (1872-1951),

de ella Bolick aprendió “cómo volar con las propias alas en una de las ciudades más caras del mundo, Nueva York, y probar suerte en una profesión tan mal pagada e inestable como la de escritora”. Terminó casándose y lo pagó caro: su marido andaba con amantes mientras ella cambiaba pañales.

EDNA ST. VINCENT MILLAY (1892-1950)

se hizo famosa muy joven con sus poemas (ganó el Pulitzer en 1923). Su talento y su activa vida erótica (era bisexual) la convirtier­on en la estrella de Greenwich Village. Pero tras su muerte “sus logros literarios quedaron eclipsados”, según Bolick, “por una reacción puritana y machista contra sus aventuras sexuales”.

MAEVE BRENNAN (19171993),

irlandesa, se instaló en Nueva York. Se casó tarde y se divorció poco después. Tuvo un gran éxito como periodista, y fue, dice Bolick, “la primera mujer que leí que escribía sobre sí misma, no en relación con alguien más”.

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