Roberto Bolaño vs Isabel Allende
Los contendientes. En este caso, desmienten lo que acabamos de decir arriba. Isabel Allende y Roberto Bolaño no se parecen en nada. Excepto en dos cosas: se ganaron la vida escribiendo, una más que el otro, y ambos son chilenos, lo que multiplica cualquier tipo de animadversión. Criticar a un compatriota siempre resulta mucho más fácil que a un extranjero. Bolaño, que no era de morderse la lengua y daba carnaza en las entrevistas, se despachó a gusto contra todas las letras chilenas, empezando por el entonces patriarca, José Donoso. Tituló uno de sus libros Una novelita lumpen como mofa a las Tres novelitas burguesas del escritor, de las que dijo que eran “realmente malas” y que “marcaban el descenso de la tensión narrativa”.
¿Quién empezó? Bolaño, sin duda. Cuando ganó el premio Rómulo Gallegos en 1999 aprovechó la rueda de prensa para decir que Allende no era escritora sino “escribidora”. “Me parece una mala escritora simple y llanamente, llamarla escritora es darle cancha”, dijo.
Escribidores. En el diccionario bolañiano, autor middlebrow al que en cualquier momento puede caerle un premio bien dotado o una entrevista en un suplemento dominical. Incluía en esa categoría a otro chileno de éxito, Antonio Skármeta (“me revuelve el estómago”), a Marcela Serrano, a Arturo Pérez-Reverte y a la mexicana Ángeles Mastretta. Ésta fue la única miembro del jurado que votó en contra de concederle el premio Rómulo Gallegos y el escritor se lo afeó en la misma (y muy fructífera) rueda de prensa: “Aprovecho este paréntesis para agradecerle una vez más al jurado esta distinción, especialmente a Ángeles Mastretta”. ¿Por qué? Porque a la señora, contradiciendo a TODO el jurado, se le ocurrió votar en contra de Los detectives salvajes. ¿Pueden creerlo?
El arte del elogio envenenadísimo. Bolaño dijo que, “puestos a elegir entre la sartén y el fuego”, prefería a Allende frente a Skármeta por “su glamur de sudamericana en California, sus imitaciones de García Márquez, su indudable valentía, su ejercicio de la literatura que va de lo kitsch a lo patético y que de alguna manera la asemeja, en versión criolla y políticamente correcta, a la autora de El valle de las muñecas” (Jacqueline Susann). Y añadió: “La literatura de Allende es mala, pero está viva; es anémica, como muchos latinoamericanos, pero está viva. No va a vivir mucho tiempo, como muchos enfermos, pero por ahora está viva. Y siempre cabe la posibilidad de un milagro de un milagro. No sé, el fantasma de Juana Inés de la Cruz se le puede aparecer un día y le puede dar una lista de lecturas. El fantasma de Teresa de Ávila. En el peor de los casos el fantasma de Pardo Bazán”.
¿Y qué respondió Allende a todo esto? “Eché una mirada a un par de libros suyos y me aburrí espantosamente”.
Post mórtem: Tras la muerte de Bolaño, en el 2003, la autora de La casa de los espíritus dijo que el fallecido “era una persona extraordinariamente conflictiva que nunca dijo nada bueno de nadie” y que su “desgraciada” muerte “no le hace mejor persona”.