La Vanguardia - Culturas

La batalla interior

‘El caso Fischer’ Llega a nuestras pantallas el próximo 12 de agosto. La legendaria batalla por el campeonato del mundo entre el joven ajedrecist­a y Spassky, entre EE.UU. y la URSS, y contra la propia locura del joven campeón

- DANIEL V. VILLAMEDIA­NA

En una de sus últimas intervenci­ones en público, el ajedrecist­a Bobby Fischer, conocido mundialmen­te tanto por sus partidas maestras como por sus excentrici­dades, aseguró ante las cámaras de televisión que para él el ajedrez era la búsqueda de la verdad, y que eso era a lo que había dedicado su vida. Pero, ¿qué clase de búsqueda emprendió realmente Bobby Fischer? La respuesta a esta pregunta la encontramo­s en la película El caso

Fischer (Pawn sacrifice) y en ella se nos enseña que en realidad se trató de una doble búsqueda, con un reverso positivo y otro negativo. El positivo fue el que le llevó a ser campeón del mundo de 1972 a 1975, convirtién­dose en el jugador de ajedrez más famoso hasta el momento. El negativo, y es en lo que principalm­ente se centra la trama del filme dirigido por Edward Zwick, fue que la locura le llevó a perder todo lo que había tan duramente ganado.

Nacido en Estados Unidos de una madre de origen suizo, judía y comunista, desde pequeño vio como su casa era vigilada constantem­ente, y la sensación de ser observado, le marcaría profundame­nte. Así, su evolución como ajedrecist­a, que le llevó a ser el más joven campeón de Estados Unidos con tan sólo doce años, vino asociada al desarrollo de una enfermedad mental que le llevaría, tras su victoria con Boris Spassky –su obsesión personal–, a abandonar su título mundial y a desaparece­r durante años, para luego reaparecer en Islandia en el año 2005, donde le sería otorgada la nacionalid­ad.

La verdad del ajedrez se confundió con su otra verdad: una serie de paranoias centradas justamente en los comunistas y en los judíos, quienes, según él, conspiraba­n continuame­nte en contra suya. El caso Fischer, trata por tanto de adentrarse en los procesos mentales del jugador más que en explicar las jugadas magistrale­s que le hicieron famoso, y será curiosamen­te a través del trabajo del sonido como la película intentará hacernos entender los cambios bruscos que se producían en la personalid­ad del ajedrecist­a, perturbado casi siempre por cualquier tipo de sonido que hubiese a su alrededor. Incluso llegaría a destrozar habitacion­es de hotel en busca de micrófonos ocultos.

Fischer, además de ser una víctima de su tiempo –nos encontramo­s en plena guerra fría–, fue utilizado como una herramient­a propagandí­stica por parte de los servicios secretos Estadounid­enses en su lucha contra los soviéticos. Sus partidas, promovidas y financiada­s por el gobierno, ayudaron a Fischer a ser el primer americano en ganar un campeonato mundial contra un ruso, lo que supuso una autentica victoria moral para el país en plena guerra de Vietnam. De este modo, Fischer tuvo que luchar contra dos enemigos, uno exterior Spassky-URSS, y otro interior: el propio Bobby Fischer.

El caso Fischer es una película que, pese a ciertas limitacion­es del género, logra crear una atmósfera de tensión continua, en una obra que aparenteme­nte sólo habla de partidas de ajedrez. Pero cualquiera que haya jugado una verdadera partida, sabrá que el ajedrez esconde emociones mucho más intensas de las que uno pudiera preveer. Y Bobby Fischer las vivió. Vivió auténticas batallas en su interior que le hicieron alcanzar tanto lo sublime como los más profundosi­nfiernos.

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Los actores Tobey Maguire y Liev Schreiber encarnan a Fischer y Spassky en plena guerra fría

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