La batalla interior
‘El caso Fischer’ Llega a nuestras pantallas el próximo 12 de agosto. La legendaria batalla por el campeonato del mundo entre el joven ajedrecista y Spassky, entre EE.UU. y la URSS, y contra la propia locura del joven campeón
En una de sus últimas intervenciones en público, el ajedrecista Bobby Fischer, conocido mundialmente tanto por sus partidas maestras como por sus excentricidades, aseguró ante las cámaras de televisión que para él el ajedrez era la búsqueda de la verdad, y que eso era a lo que había dedicado su vida. Pero, ¿qué clase de búsqueda emprendió realmente Bobby Fischer? La respuesta a esta pregunta la encontramos en la película El caso
Fischer (Pawn sacrifice) y en ella se nos enseña que en realidad se trató de una doble búsqueda, con un reverso positivo y otro negativo. El positivo fue el que le llevó a ser campeón del mundo de 1972 a 1975, convirtiéndose en el jugador de ajedrez más famoso hasta el momento. El negativo, y es en lo que principalmente se centra la trama del filme dirigido por Edward Zwick, fue que la locura le llevó a perder todo lo que había tan duramente ganado.
Nacido en Estados Unidos de una madre de origen suizo, judía y comunista, desde pequeño vio como su casa era vigilada constantemente, y la sensación de ser observado, le marcaría profundamente. Así, su evolución como ajedrecista, que le llevó a ser el más joven campeón de Estados Unidos con tan sólo doce años, vino asociada al desarrollo de una enfermedad mental que le llevaría, tras su victoria con Boris Spassky –su obsesión personal–, a abandonar su título mundial y a desaparecer durante años, para luego reaparecer en Islandia en el año 2005, donde le sería otorgada la nacionalidad.
La verdad del ajedrez se confundió con su otra verdad: una serie de paranoias centradas justamente en los comunistas y en los judíos, quienes, según él, conspiraban continuamente en contra suya. El caso Fischer, trata por tanto de adentrarse en los procesos mentales del jugador más que en explicar las jugadas magistrales que le hicieron famoso, y será curiosamente a través del trabajo del sonido como la película intentará hacernos entender los cambios bruscos que se producían en la personalidad del ajedrecista, perturbado casi siempre por cualquier tipo de sonido que hubiese a su alrededor. Incluso llegaría a destrozar habitaciones de hotel en busca de micrófonos ocultos.
Fischer, además de ser una víctima de su tiempo –nos encontramos en plena guerra fría–, fue utilizado como una herramienta propagandística por parte de los servicios secretos Estadounidenses en su lucha contra los soviéticos. Sus partidas, promovidas y financiadas por el gobierno, ayudaron a Fischer a ser el primer americano en ganar un campeonato mundial contra un ruso, lo que supuso una autentica victoria moral para el país en plena guerra de Vietnam. De este modo, Fischer tuvo que luchar contra dos enemigos, uno exterior Spassky-URSS, y otro interior: el propio Bobby Fischer.
El caso Fischer es una película que, pese a ciertas limitaciones del género, logra crear una atmósfera de tensión continua, en una obra que aparentemente sólo habla de partidas de ajedrez. Pero cualquiera que haya jugado una verdadera partida, sabrá que el ajedrez esconde emociones mucho más intensas de las que uno pudiera preveer. Y Bobby Fischer las vivió. Vivió auténticas batallas en su interior que le hicieron alcanzar tanto lo sublime como los más profundosinfiernos.