Cicerón y el presente
Mi novela histórica de este verano es la que cierra la trilogía de Robert Harris sobre el político, letrado y pensador romano Marco Tulio Cicerón. Se titula Dictator (editorial Grijalbo) y sigue a Imperium y Conspiración.
Harris es una figura destacada de las letras británicas, a caballo entre el periodismo y la narrativa. Se curtió en las secciones de política de los grandes diarios londinenses y saltó a la fama con un thriller ucrónico, Patria, que transcurría en una Alemania donde seguía gobernando Hitler. Su otra novela más conocida, El poder en la sombra, se nutre de la relación privilegiada que el Harris comentarista político mantuvo con Tony Blair, y fue llevada al cine por Roman Polanski.
En el 2003 Harris leyó el ensayo histórico de Tom Holland Rubicon, sobre el final de la República Romana, y quedó fascinado por las complejas relaciones entre sus principales protagonistas. Ha dedicado doce años a novelarlas. Cicerón, en el plano político, ha pasado a la historia por debajo de Julio César, Pompeyo, Marco Aurelio o Augusto, pero trató e influyó a todos ellos. De él han quedado numerosos textos y la fama del vigor de sus discursos, como los que dedicó a su gran enemigo Catilina.
La transformación del gobierno de Roma, desde un Senado con visos democráticos al mandato autoritario de un emperador, generó un carrusel de intrigas, enfrentamientos, pactos y bruscos giros de conducta. La sugestiva figura de Cicerón, en la documentada aproximación de Harris, mantiene en todos sus vaivenes una idea clave: el respeto a la primacía de la ley. “Cada vez que hemos cedido a la tentación de ignorarla, hemos terminado acercándonos un poco más al precipicio”, señalaba casi al final de sus días. Con los tiempos que corren, y leída este agosto en el extremo norte de Catalunya, la reflexión sigue sonando bastante oportuna.