La Vanguardia - Culturas

Una madre escindida

Una buena novela histórica logra sumergir al lector en atmósferas del pasado

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La inercia mental nos lleva a asociar las novelas históricas con hechos bélicos y colisiones entre pueblos. ¿Pero y la historia económica? La mujer del cultivador de té nos cuenta las peripecias de una familia de colonos británicos en el Ceilán de los años 20, y más en concreto cómo el crack del 29 en Wall Street repercute en aquella latitud: el precio del té se desploma, y la plantación que detenta el matrimonio protagonis­ta corre el peligro de quebrar. Tendrán que bajar en seco la producción y despe- dir a cientos de jornaleros tamiles, reenviándo­los hacia India. Y para aplacar el descontent­o que la depresión ha traído a los indígenas isleños, en el año 1931 se les concede el derecho a votar.

Todas estas tensiones las narra Dinah Jefferies en una novela de acentos forsterian­os, que refleja un Ceilán donde hasta ahora los británicos han ganado fortunas y levantado sus sueños, pero que en contrapart­ida ha dejado a muchos cingaleses malviviend­o en aldeas y con hijos expuestos a la malnutrici­ón. Sobre ese telón al rojo vivo, se nos narran los avatares de una pareja de casados ingleses, y en particular los afanes, ilusiones y desencanto­s de la joven cónyuge, Gwen Hooper, que ha de soportar a una cuñada entrometid­a y a un núcleo de compatriot­as tan clasistas como fisgones. Gwen creerá

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