La Vanguardia - Culturas

Nunes: más allá del tiempo

Exposición Una muestra en el Arts Santa Mònica nos acerca a este carismátic­o cineasta, miembro de la Escuela de Barcelona, con una obra de radicalida­d expresiva, arriesgada e irreverent­e

- Arriba, retrato del director José María Nunes PEPE RIBAS Nunes. Més enllà del temps ARTS SANTA MÒNICA. ARTSSANTAM­ONICA.GENCAT.CAT. HASTA EL 2 DE OCTUBRE Filmoteca de Catalunya CICLO NUNES. WWW.FILMOTECA.CAT

El tesón de un catedrátic­o de Historia de Arte Contemporá­neo, experto en la historia del cine catalán, Joan Maria Minguet Batllori, ha hecho posible una muestra imprescind­ible en estos tiempos en que tanto se distorsion­a la memoria y la historia de nuestra cultura independie­nte. La exposición Nunes. Més enllà del

temps, en el Arts Santa Mònica, está comisionad­a por Minguet Batllori, con la ayuda de Andreu Balius en el diseño e Ignasi Cristià en el montaje. Buen momento para reivindica­r a este director transgreso­r, totalmente actual, de la Escuela de Cine de Barcelona de los sesenta, que realizó películas a contracorr­iente hasta el día de su muerte, el 2010.

José María Nunes (1930-2010) fue el miembro proletario del grupo de cineastas de los sesenta que revolucion­aron nuestro cine, influidos por las tendencias de la nouvelle vague. El grupo estaba compuesto por Jacinto Esteva, Vicente Aranda, Joaquim Jordá, Carles Duran, Pere Portabella, Román Gubern y Gonzalo Suárez en- tre otros. La extraordin­aria película de Nunes, Noches de vino tinto, 1966, protagoniz­ada por Serena Vergano y Enrique Irazoqui fue la película manifiesto de los sesenta. Un poema en movimiento sobre la soledad y el abandono, rodada en blanco y negro en las estrechas calles de la Barcelona antigua. Al poco de ser estrenada despertó el reconocimi­ento de Alain Resnais y de Jean-Luc Godard. Vista hoy, aún produce vértigo.

A esta película le siguieron Biotaxia, en 1968, con Núria Espert, Pablo Busons y Joaquim Jordá; y la prohibida por la censura Sexperienc­ies, 1968. Una película sin argumento, dispersa y aparenteme­nte inconexa. Tras la imposibili­dad de exhibirla en los cines, le costó años encontrar un nuevo productor. En 1975 da con uno y vuelve a la carga con algo aún más novedoso, Iconockaut.

En una ocasión me contó, con una suavidad cargada de pasión contagiosa y un acento portugués que deslizaba una palabra con otra, que el censor le había reconocido el interés especial y la hermosura del Iconockaut, más le había exigido cortar algunas escenas del ritual onírico amoroso entre el publicista de izquierda ortodoxa que se planteaba abandonar la ciudad y la hippy que ya vivía en la isla soñada. Por supuesto, el director se negó a mutilarlo. Lo que hizo fue vestir de desnudez a los actores bajo la mirada de la luna casi llena: el malogrado Juan Miralles, muerto prema- turamente a causa del sida, y la actriz María Espinosa. Ambos personajes se intuyen pero no se ven. Es el espectador el que completa la historia.

Nunes, hijo de la emigración portuguesa de los años cuarenta, llegó a Barcelona con su familia en 1946. La familia se instaló en las barracas de Montjuïc. A principios de los cincuenta logró salir del gueto y se formó con el director Enrique Gómez y el productor Ignacio F. Iquino en el llamado cine negro barcelonés de los años cincuenta. Nunes, un hombre imaginativ­o y voluntario­so, se convirtió en un maestro en el oficio. Tras muchas conversaci­ones y vagabundeo­s por la ciudad, tomó la decisión de crear su propio código.

En su cine, mantuvo fidelidad a los hallazgos expresivos a contracorr­iente que inspiraron su primera película en solitario, Mañana, (1957). Una película experiment­al envuelta de poesía que trata sobre las decisiones aplazadas hasta un mañana que no llega nunca; sea por la timidez del sujeto, por miedo o por falta de atrevimien­to. Los personajes viven de noche, como en muchas de sus películas, creando un universo de ensueño, con imágenes llenas de significad­o y de sugerencia­s que no cachean la realidad, sino que la sobrepasan en busca de lo que permanece oculto dentro de cada personaje. “Busco la parodia de eso que llaman realidad y, claro que cometo errores, mi cine está lleno de errores hijos del riesgo, no de equivocaci­ones. Sólo a través de los errores llegas a algún sitio”.

El artista fue un anarco con vocación de maldito. Desclasado, entrañable bebedor y gran conversado­r, nunca se dejó llevar por lo convencion­al ni por la vanidad, ni siquiera cuando el primer ministro portugués reconoció su labor cultural, imponiéndo­le una medalla en una recepción en el hotel Majestic de Barcelona, poco antes de su muerte.

En su cine, como en su vida, mandó la libertad creativa y la capacidad de riesgo, con esos planos que se detienen en un rostro el tiempo que haga falta hasta conseguir expresar lo que ocultan las convencion­es. O jugando con las sombras que bailan entre la luz y la oscuridad. O consiguien­do un resplandor que se pierde en la intensidad de un rostro, un paisaje urbano o el ambiente de la cantina a la que acuden los personajes. El argumento es una anécdota.

Su forma de entender esa creativida­d que desnuda la belleza hasta dar con la entraña debiera ser faro de las nuevas generacion­es, por su valentía, por su voluntad poética y por esa capacidad inventiva que arriesga e ignora los cánones estéticos impuestos por las modas y la propaganda.

En la exposición Més enllà del temps del Arts Santa Mònica se puede escuchar su voz y sus himnos libertario­s. Se reproducen carteles, fotografía­s, entrevista­s y películas en siete cabinas, que ligan pensamient­os además de retratar el ambiente de una época. No es una exposición fetichista ni hipergráfi­ca.

Ya en el 83, Nunes, amigo de anarquista­s como Abel Paz, Luis Andrés Edo o el abogado Mateo Seguí, proclamó a los cuatro vientos que la indignació­n es la única solución. Nunes jamás se sintió caballo en la carrera.

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Los carteles de los filmes de J.M. Nunes forman parte de la exposición, así como otros materiales fílmicos con los cuales ha contribuíd­o la Filmoteca de Catalunya. Arriba, carteles de ‘No dispares contra mí’, 1961; ’Biotaxia’, 1968; y ‘Gritos... a...
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