Aire de Formentor
Ciertos lugares funcionan como cruces de caminos. Formentor, en Mallorca, lo ha sido en el plano cultural. Decir que el lugar es bellísimo es quedarse corto. Su paisaje dio pie a uno de los poemas más célebres de la literatura en catalán, El pi de Formentor ,de Miquel Costa i Llobera, cuya familia era propietaria del terreno (“Mon cor estima un arbre! Més vell que l’olivera / més poderós que el roure...”). En 1929 se construye el hotel que domina la bahía, y solo dos años más tarde acoge la Semana de Sabiduría impulsada por Joan Estelrich y en la que participan el conde de Keyserling, Isabel Llorach, Pla, Sagarra... Una voluntad de diálogo espiritual y de liberalismo en el sentido más amplio, que trae una bocanada de aire fresco en los años de auge de las políticas totalitarias.
Esa voluntad es la que recogen Cela y Barral al promover las Conversaciones Poéticas de 1959, que agrupan a la renovación literaria de la época; siguen un Coloquio Internacional de Novela y finalmente, con varios editores europeos, el establecimiento del premio Formentor, que se estrena con Beckett y Borges en 1961 y se mantiene hasta 1967, cuando recayó en Witold Gombrowicz.
Hace ocho años Carlos Fuentes, huésped habitual del hotel, propuso a sus propietarios relanzar las Conversaciones. De encarrilarlas se hizo cargo el escritor y director de la Fundación Santillana, Basilio Baltasar. De su mano cada año, en el mes de septiembre, Formentor vuelve a acoger a autores peninsulares e internacionales que intercambian ideas e hipótesis ante un nutrido público, y su restablecido premio reconoce aventuras intelectuales de alto vuelo (este año la del ensayista italiano y editor de Adelphi Roberto Calasso). En nuestro erosionado panorama, el encuentro de Formentor es un modelo de fomento cultural realizado con sensibilidad, cariño y buenos resultados.