Un extraño viaje
Traducción de una pieza significativa de la literatura húngara
En narrativa todo –o casi– empieza con buen pie si se parte de un principio sencillo pero deslumbrante. Por ejemplo este: “Tendría unos siete u ocho años cuando me fijé en cómo los gatos caían de pie”. Lo escribió el rumano de lengua húngara Attila Bartis (Tirgu Mures, 1968) en la obra El paseo (A Séta) con la que debutó en 1995 y ahora ha sido traducida. Cuando apareció en Hungría –desde 1984 reside en Budapest– fue considerada creo que con sobrada razón una pieza significativa de la modernidad en la literatura centroeuropea.
Leída ahora, pienso que aún lo es. Y también me gustaría pensar que un considerable puñado de buenos lectores se sentirán atraídos y a la vez desafiados por ese texto abierto y hermético, hermoso, duro, y, por encima de todo, como se dice en la contraportada de la edición española, fruto de “una voz tan libre como inquietante”. Hoy igual que en los 90 del pasado siglo la voz de Bartis –reconocido fotógrafo expresionista– sigue siendo libre y no menos desasosegadora. Quien se había fijado en cómo los gatos caían de pie era la única criatura que vivía en una finca de dos plantas habitada por treinta y tres familias de ancianos, “malos bichos llenos de odio, a quienes quizá otros tuvieran muchas cosas que agradecer, pero yo ninguna”. Tras este párrafo inaugural cargado de buenas expectativas para el lector, fluye un relato subjetivo, estructurado en forma de fragmentos o secuencias de extensión y niveles diversos, que incorpora elementos de la realidad o de otros géneros hasta construir una progresión narrativa que atrapa y arrastra hacia un resultado final difícil de concretar aunque quisiera hacerlo. Entiendo que la primera mitad del libro es estupenda, posee auténtica enjundia dramática, el relato sigue un cierto orden, en ningún momento decae el interés de la lectura. En la segunda tengo la sensación de que afloja la intensidad, el componente simbólico se hace abstracto, sobre todo al avanzar hacia el desenlace no convencional que en algunos tramos crea confusión.
Conviene decirlo: no es fácil leer a Bartis. Algunos invocan a Kafka como antecedente, pero ¿qué narrador europeo serio no está bajo la sombra del genio checo? A mí, quizá inducido por el título, me lleva hasta la figura patricia, gigante del suizo Robert
Las memorias de un joven, víctima de la convulsa Hungría moderna, están escritas con helado cinismo
Walser, el paseante por excelencia entre las brumas de la memoria y el dolor de un mundo que le obligó a cobijarse en un sanatorio para locos. Y está el hecho de que Bartis, admirador del universo de García Márquez,