‘Mansplaining’: palabra nueva, experiencia común
La autora que inspiró el neologismo, que surge de la contracción en inglés de “hombre” y “explicar”, recoge en una obra diversos escritos sobre el poder que, globalmente, aún ejerce una parte de la humanidad sobre la otra
No es la autora de la palabreja pero sí, por lo que cuenta, la que inspiró con un escrito que incendió las redes el nuevo término que dio lugar a la página web Los hombres académicos me explican cosas en la que cientos de mujeres compartían sus experiencias de cómo habían sido tratadas de forma condescendiente y paternalista, minusvaloradas e ignoradas por el otro género. Al poco, mansplaining fue recogida por el diccionario de Oxford y se convirtió en palabra del año 2012 en The New York Times.
Rebecca Solnit (San Francisco, EE.UU., 1961) brillante escritora sobre medioambiente, arte y política, explicaba en ese primer escrito el encuentro casual con un hombre rico que le explicó una obra que consideraba que ella tenía que leer porque era realmente importante. Pese a los intentos por interrumpirlo, Solnit apenas pudo decirle que ella era la autora del libro que él, por cierto, sólo conocía a través de una reseña de un suplemento cultural. La escritora no está plenamente de acuerdo con el término mansplaining pues considera que no es un concepto inherente al género, pero sí defiende la actitud de muchos hombres que explican cosas que las mujeres ya saben. Durante estas conversaciones cordiales y educadas queda claro de forma inconsciente quién tiene el poder y la autoridad.
A partir de la conversación con el rico petulante, Solnit teje un patrón de comportamiento social con informaciones que todos conocemos (violencia
Cientos de mujeres le explicaron como los hombres las trataban de forma paternalista y condescendiente
doméstica, violaciones, asesinatos, acoso laboral, intimidación en las redes y en las aulas...), dibujando la parte sumergida de un enorme iceberg. Junta datos escalofriantes que tienen su origen en el abuso de poder. “Si se toma todo en conjunto”, señala, “el patrón se ve claramente”.
Lúcida y sutil como Siri Hustvedt, a la que recuerda también por sus referentes al arte y la literatura, pero más mordaz y divertida. Sostiene, por ejemplo, que el 90% de los agresores son hombres y sólo un 5% de los habitantes de las prisiones americanas son mujeres. ¿Por qué, cuando después de una agresión sexual en una población, se determina un toque de queda para las mujeres si los que agreden son los hombres? ¿No debería afectarles a ellos? Quizás sería un despropósito, afirma, castigar a todos los hombres siendo culpable uno solo. Se obvia, porque es un asunto que no se ve, que a quien se castiga es a todas las mujeres.
En los nueve capítulos en los que discurre el libro, la escritora habla de la falta de credibilidad que aún tienen las mujeres, de como el abusador trata de silenciarlas, desacreditarlas o ahogar su voz desviando la cuestión. Cuanto más poderoso, mayor su prerrogativa para definir la realidad y más prevalece su argumentación. También desarrolla la idea de cómo los matrimonios homosexuales, personas con el mismo estatus y libres para definir sus papeles en la pareja, hacen de espejo a las relaciones heterosexuales. Y otras cosas, a veces incómodas, que uno ya no puede dejar de ver.
Queda mucho por recorrer en la igualdad de género aunque la autora se muestra optimista a la luz de la reacción sobre acontecimientos recientes, como la posición de India tras las violaciones, o la victoria de la camarera Nafissatou Diallo sobre Dominique Strauss-Kahn, quien, sugiere Solnit, no dirigió una entidad como el FMI por casualidad.
Rebecca Solnit
CAPITÁN SWING. TRADUCCIÓN: PAULA MARTÍN. 143 PÁGINAS. 16 EUROS