La Vanguardia - Culturas

La fabulación del color

El Museo Ruso de Málaga muestra una selección de obras del pintor ruso y la hace dialogar con sus contemporá­neos: una mirada espléndida

- GUILLERMO BUSUTIL

Chagall es azul. El más profundo de los colores y en el que lo real se transforma en imaginario. Es también azul el pájaro de la felicidad. Es fácil entenderlo cuando uno se enfrenta a su fuerza concéntric­a y a su profunda serenidad en los cuadros del artista que, con la gramática del color, nos cuenta historias sobre el lado invisible de la verdad exterior –un paisaje rural, el interior de una casa o de una barbería, el instante de un beso que tiembla– donde reside lo extraordin­ario de la vida y a la vez su fábula sentimenta­l. Chagall mira la naturaleza de las cosas y de las personas, las escucha, las sueña y las libera en un hermoso juego estético en el que el azul, el verde, el amarillo y el rojo son atmósfera y forma. Un diario íntimo en el que escribe con su arte.

La exposición del Museo Ruso de Málaga muestra cada uno de estos rasgos, que conforman la poética de su obra, en la exposición Chagall y sus contemporá­neos rusos, que puede visitarse hasta el próximo 29 de enero y acoge 16 dibujos, grabados y pinturas poco conocidas como Alla. Retrato de mujer (1909-1910), Matadero (1911), Amantes azules

(1914), Día de fiesta (Rabino con limón) de 1924 y Barrendero (1925). Una selección de la comisaria Evgena Petrova de los fondos del Museo de San Petersburg­o y de coleccione­s privadas, que supone una espléndida mirada a los trabajos de sus inicios en Vitebsk, su pequeña ciudad natal, de sus primeros pasos en París y de su regreso a la actual Bielorrusi­a, que volvió a abandonar en 1923. Son piezas que dialogan con una quincena de cuadros de sus contemporá­neos rusos, entre los que destacan Nathán Altman y su Retrato de Esfir Schwartzma­n (1911); Vera Péstel con su Familia a la mesa

(1918) y Vladímir Baránov con Retrato de Lidia y Olga Ribakova

(1919).

Chagall es una ventana abierta a dos mundos: uno que simboliza su identidad judía –nació llamándose Moisés en una familia de ortodoxa fe jasídica– y otro que nace de su imaginario narrativo a partir de las vanguardia­s. El primero es resultado del eco de la naturaleza poblada de divinidad que interpreta en la Biblia, presente en Vista a Vitebsk: una visión idílica del paraíso cuyo corazón es su iglesia. Y también de su doctrina repre- sentada en la admiración por la figura maestra de su religión en el cuadro Judío en rojo, eje entre el rojo de la casa del pueblo comunista y el color también del sufrimient­o hebreo. El segundo, el lenguaje del color como memoria y narración, es el influjo de la intensidad cromática del fauvismo matissiano que pernocta y estalla lírico dentro de su obra.

El equilibrio entre ambos mundos es fundamenta­l para comprender la pintura de este observador de su cultura, cargada de mitos e iconos, que narra a través del cubismo y del color como fabulación; del cuentista de su entorno –sus padres, sus hermanas y los coetáneos de su vida cotidiana–; del artista que mejor expresa las metáforas de la felicidad –que nos eleva y arremolina–; y del “rabino pintor” que homenajea permanente su tradición judía en un universo simbólico.

Los cuadros Padre y abuela –recogimien­to y resignació­n de la pobreza ante la voluntad de Dios–, Barrendero –la figura ensimismad­a en su trabajo en la serenidad nocturna–; Día de fiesta (Rabino con limón) –donde es evidente el concepto de sabiduría y bondad de los doctores del judaísmo–; Amantes azules y El paseo –homenajes a su mujer Bella Rosenfeld y que a lo largo de su obra será también una lectura de la sensualida­d de El Cantar de los cantares, además de la idea de Adán y Eva como purificaci­ón del amor– expresan con sencillez la belleza del onírico universo chagallian­o que celebra la vida y poetiza la armonía.

Al ver los cuadros de Chagall escuchamos relatos de realismo mágico y no podemos dejar de sentir que sus colores nos imaginan.

Chagall crea un juego estético en el que el azul, el verde, el amarillo y el rojo son atmósfera y forma

COMISARIA: EVGENA PETROVA. COLECCIÓN MUSEO RUSO. MÁLAGA. WWW.COLECCIONM­USEORUSO.ES. HASTA EL 29 DE ENERO

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Abajo, izq.: ‘Vista a Vitebsk desde una ventana’, 1908.
Abajo, der.: ‘Judío en rojo’, 1915
Arriba: ‘‘Amantes azules’, 1914 Abajo, izq.: ‘Vista a Vitebsk desde una ventana’, 1908. Abajo, der.: ‘Judío en rojo’, 1915
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Chagall y sus contemporá­neos rusos
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