La música impura
Enric Palomar Además de director artístico del Taller de Músics, donde ejerce también como profesor, es un destacado compositor de eclécticas influencias. Su próximo estreno se inspira en poemas de Leopoldo María Panero
Dice que funciona en estéreo. Y, lo que es más importante, asegura que le gusta. Estéreo porque su música suena por dos canales, se superpone y se complementa, pese a que algunos puedan pensar que procede de universos muy distantes: un altavoz amplifica el trabajo de Enric Palomar (Badalona, 1964) como compositor sinfónico (avalado por el estreno de La cabeza del Bautista en el Liceu en el 2009 o su reciente éxito, el pasado mes de junio, en la Staatskapelle de Halle, con una composición encargada para el décimo aniversario de la orquesta); mientras que el otro le lleva por derroteros más cercanos al jazz (ha trabajado con Santiago Auserón), al flamenco (por ejemplo, en Poemas del exilio con Miguel Poveda) o a la poesía: está a punto de estrenar sus composiciones sobre poemas de Leopoldo María Panero (Nadando en el olvido) junto a la Big Ensemble del Taller de Músics, escuela de la que además es director artístico.
Pero aunque pueda parecer que la suya es una carrera que discurre por derroteros inusuales, es fácil de entender si repasas su biografía: hijo de una familia de inmigrantes con escasa relación con la música, creció en l’Hospitalet y poco a poco se dejó atrapar por las partituras: “Con doce años empecé a tocar la guitarra, luego pedí un piano y empecé a estudiar… Con catorce o quince ya sabía que quería ser compositor”, explica este músico que recibió una formación reglada en el Conservatorio de Barcelona pero que, como también se había dejado seducir por el jazz, completó sus estudios en la escuela de la antigua sala Zeleste y, además, se enamoró del flamenco: “Joan Albert Amargós fue quien me enseñó el oficio y me hizo tal y como ahora soy”, apunta.
Y ¿cómo es Enric Palomar? ¿Cómo es su música? Para explicarse, busca ayuda en el título de un libro de Lluís Cabrera, fundador del Taller, Catalunya serà impura o no serà, y lo muda en “la música será impura o no será”. Pero, cuando habla de impura no se refiere a la tan cacareada fusión. No. Palomar apunta a algo que yace más en el espíritu y en la concepción. “Mantenerse fiel a una pureza diamantina es un afán imposible; la búsqueda de la pureza es un camino sin retorno”, constata Palomar, que se declara halagado por quienes le consideran digno sucesor de Manuel de Falla. “Lo cierto es que persigo algunos de sus sueños, como el de situar las voces flamencas en una partitura al mismo nivel que las voces líricas, las de una soprano o un tenor”. Y, como buen profesor (también ejerce como tal en el Taller) busca un ejemplo para explicarse mejor: “Un do sostenido es igual en una composición sinfónica, en una canción flamenca o en un rock. Cambia la posición del compositor, pero el material es el mismo”.
Y ese material es el que le ha permitido firmar una producción de amplias miras: Ruleta, con libreto de Anna Maria Moix y Rafael Sender (1989); Juana, basada en la vida de Juana I de Castilla, con libreto de Rebecca Simpson (2005); el ballet sinfónico Negro Goya, encargo del Ballet Nacional de España (2011); Bazaar Cassandra, en la Neuköllner Oper de Berlín, con libreto de Marc Rosich (2014); las cantatas inspiradas
Autor de obras sinfónicas y operísticas, como ‘La cabeza del Bautista’, estrenada en el Liceu, el flamenco y el jazz forman también parte de su música
en textos de Juan Gelman y Salvador Espriu; o Lorca al piano, una suite gitana para cuatro pianos, percusión, voces (líricas y flamencas) y baile.
Además, sus dos patas como compositor se enraízan en dos ciudades diferentes: hace unos años se marchó a vivir a Berlín, desde donde desarrolla sus proyectos relacionados con la música contemporánea, ya sea sinfónica o de cámara, y en muchas ocasiones en colaboración con el director de orquesta José Caballé-Domènech, Director General (GMD) de la Ópera y Staatskapelle de Halle; mientras que su trabajo más cercano al jazz y el flamenco se encuadra en la relación que mantiene con el Taller de Músics, con el que colabora desde hace más de dos décadas.
“Nuestra intención es convertir el Taller en un referente musical del sur de Europa y mantenernos como punto de encuentro del flamenco, que ha estado presente desde los inicios de la escuela, el jazz y las composiciones contemporáneas; el Taller tiene que ser un espacio donde todos podamos intervenir con la única premisa de la generosidad”, apunta Palomar, quien señala como la singularidad de esta escuela el pasillo que constantemente abre a sus alumnos para que suban al escenario convertidos en talentos. Y dentro de esta iniciativa se enmarca el proyecto Nadando en el olvido sobre poemas de Leopoldo María Panero.
“El proyecto de trabajar sobre poemas de Panero partió del éxito conseguido con otro trabajo similar que realizamos sobre textos de Juan Gelman en el 2013”, apunta Palomar, que reconoce haberse sentido siempre muy próximo al universo literario del poeta fallecido en el 2014. “Aquí volveré a utilizar voces flamencas que actuarán en contraposición a las voces de los trovadores del siglo XII que tanto inspiraron a Panero y que actuarán como un eco. La estética de Panero me ha permitido introducir un componente gamberro en la música; tan gamberro como élloera”.