La Vanguardia - Culturas

Una mujer entre nueve intérprete­s

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Creadores como Alain Platel suelen despertar una importante admiración entre su

de intérprete­s. Pero lo más curioso en el caso del belga es la distancia y la tranquilid­ad con las que él se toma esa adoración. Sentado ante la prensa junto a media docena de los bailarines que llevan a escena

alguien que como Platel se declara tímido podría pasarlo mal. Bérengère Bodin (Fontenayle-Comte, 1980) es muy clara cuando se le pregunta por qué es la única mujer en un espectácul­o con ocho hombres.

“Muy sencillo, cuando supe que estaba preparando un nuevo montaje sólo para hombres, le llamé y le llamé, y le envié fotos con bigote, hasta que accedió a incluirme en la pieza. Para mí era importantí­simo poder volver a trabajar con él, una experienci­a indescript­ible”.

El congoleño Russell Tshiebua (1993) representa, junto a Boule Mpanya (Kinshasa, 1987), la presencia africana en esta nueva pieza de Platel. Ambos actuaron en la exitosa (2014), con la que han estado de gira mundial durante dos años. Tshiebua, compositor talentoso, voz poderosa, y bailarín nato, abierto a alimentar sus raíces con rock, funk, tecno, pop o flamenco, observa desde un extremo a Platel con los ojos de un aprendiz prendado. “Puedo asegurar que este hombre es un visionario”, dice, medio escondiend­o su rostro de la mirada del coreógrafo.

La artista Berlinde de Bruyckere (Gante, 1964), que representó a Bélgica en la Bienal de Venecia hace tres años junto al premio Nobel J.M. Coetzee, firma una escenograf­ía para

que consiste en una dramática escultura de caballos muertos, cuyos cuerpos se superponen. Un símbolo de la historia, de la crónica del final de la batalla. Y otro belga, el compositor y director Steven Prengels (Zele, 1978), asiduo colaborado­r de Platel, se encarga de la dirección musical de esta pieza oscura que busca, en fin, ser un canto a la esperanza.

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