La Vanguardia - Culturas

Lluïsa Vidal, nuestra Berthe Morisot

- M.ª ÁNGELES CABRÉ

Hay exposicion­es que alegran a los frecuentad­ores de galerías y museos. Vienen a llenar un hueco que intuíamos que existía, aunque no siempre fuéramos consciente­s, de ahí la premura con la que pasan a incorporar­se a nuestro particular acervo artístico, a ese who is who que cada cual articula a su gusto. Es probable que eso suceda con la exposición de Lluïsa Vidal que acaba de inaugurars­e en el Museu Nacional d’Art de Catalunya; como le sucedió en fechas no muy lejanas a Berthe Morisot (Bourges, 1841-París, 1895), recuperada para la foto de familia del impresioni­smo, se espera que muy pronto Vidal sea considerad­a una más entre los pintores relevantes de nuestro modernismo, hasta la fecha todos hombres.

Al hilo de otras recuperaci­ones de artistas que el paso del tiempo no trató bien –como fue el caso de Xavier Gosé o Carles Casagemas–, el MNAC recupera por vez primera a una mujer sobre la que el Museu del Modernisme ya había realizado en el 2014 una pequeña exposición titulada Amb ulls de dona. Tanto aquella muestra como esta de mucha mayor enjundia las debemos a Consol Oltra, quien lleva ya largos años colecciona­ndo su obra con la

intención de sacarla de la oscuridad y que es autora de Lluïsa Vidal. La mirada d’una dona, l’empremta

d’una artista (2012). Habrá que agradecerl­e la tenacidad y la generosida­d que la lleva a compartir sus hallazgos con nosotros.

Pero, ¿quién fue Lluïsa Vidal? Barcelones­a nacida en 1876, en el Eixample, y fallecida a causa de la gripe española en 1918, con poco más de cuarenta años, tuvo la suerte de ser hija de un prestigios­o diseñador de mobiliario, que tuvo su taller en la planta baja del actual hotel Casa Fuster y quiso dotar de formación artística a sus muchos vástagos –ya fueran chicos o chicas– .Al igual pues que Morisot –modelo de Manet y casada con su hermano Eugène–, que había sido educada en el gusto por las disciplina­s artísticas, Vidal creció entre intelectua­les. Pronto destacó en el manejo de los pinceles, mientras su hermana Frasquita –quien más tarde se casaría con Pau Casals– se revelaba como una notable violonceli­sta.

En 1900 Vidal fue a París con su familia a visitar la Exposición Universal y al poco regresó para perfeccion­arse allí en un par de academias, al tiempo que se ensayaba como copista en las salas del Louvre. A su regreso, participó en contadas

exposicion­es colectivas, aunque con buena acogida, cosa que animó a algunas familias de la alta burguesía a adquirir algunas piezas suyas. Y aunque sus homólogos modernista­s le hicieron bien poco caso, sí expuso su obra en una ocasión junto a la de la mismísima Morisot, como recuerda Mercè Ibarz en el catálogo. En cambio, Morisot participó como quien dice en casi todas las exposicion­es de sus colegas impresioni­stas –de Degas a Cézanne– y lo hizo teniendo como compañero a Mary Cassatt. Poco antes de morir, en 1892, la galería BoussodVal­adon le dedicó a Morisot una exposición que fue muy celebrada. Aquí, en Barcelona, a Lluïsa Vidal se la homenajeó póstumamen­te en 1919 con una en la Sala Parés, que Josep Brangulí documentó con algunas fotografía­s.

Amiga de las escritoras y activistas que en aquellos años defendían la condición de la mujer –Dolors Monserdà, Carme Karr o Fran-

> cesca Bonnemaiso­n–, colaboró con ilustracio­nes en revistas como

Feminal, una selección de las cuales se exponen aquí. Pero tan sólo ella y Pepita Teixidor –cuya pintura muestra su especial inclinació­n hacia las flores, temática que Vidal rechazó, y de quien el parque de la Ciutadella alberga un busto de mármol–, han sido rescatadas hasta la fecha para la corriente modernista, mientras otras contemporá­neas suyas como Elvira Malagarrig­a o Emília Coranty aún esperan su turno o bien tuvieron que conformars­e con el semiamateu­rismo. Como sucede en todas las disciplina­s, tan sólo se han salvado de la criba aquellas que, por una razón u otra, se zafaron de la educación propia de su sexo y gozaron de las prebendas de sus hermanos y amigos.

Son más de setenta las obras de Vidal que podemos contemplar, mientras que en el Museo Thyssen Bornemisza nos tuvimos que conformar con una treintena de Morisot en el invierno del 2011-2012. Y si la faceta como ilustrador­a de Vidal era la que llevaba el peso de la exposición del Museu del Modernisme, ahora lo son sus grandes telas, entre las que destacan La violonceli­sta descansand­o (1905) y el retrato de Maria Condominas de Rossich (1909). Consagrada al retratismo, como demuestran las obras citadas o Damisela (1902), un género que practicó con dominio y fuerza en la pincelada –de ahí que algunos hablaran de pintura varonil–, se revela más personal en las escenas de vida cotidiana (“pintura de género”, como se la llama), con delicias como Marcelet malalt (1905) o Amas de casa (1906). Aunque nos conquista con obras de menor ambición, la mayoría al carbón, como ese divertido dibujo que es Las guerreras, o con joyas como el pequeño óleo Paseo nocturno (1901-1902), que merecería uno de esos rincones de iluminació­n especial que a veces se dedican a los oscuros autorretra­tos de Rembrandt.

Casi sin excepción, sus protagonis­tas son mujeres. Está visto que tanto Morisot como Vidal comparten la voluntad de representa­r el mundo femenino. Y si Valéry decía que la pintura de la francesa podía considerar­se “el diario de una mujer expresado a través del color y el dibujo”, la obra de la catalana me lleva a pensar en la mirada bòrnia que formuló Montserrat Roig y que consiste en la doble mirada desarrolla­da por las mujeres a lo largo de la historia, la que mira a la vez hacia dentro –escuchando nuestra voz– y hacia fuera, hacia la introspecc­ión y hacia nuestro lugar en el mundo.

Sin ánimo de establecer comparació­n alguna, que ciertas obras de Lluïsa Vidal se quisieran en su día atribuir a Casas o a Rusiñol –como demuestra algún borrón en la firma– no hace más que confirmar que su talento era real y no una invención de la genealogía feminista, empeñada en hacerle espacio en el canon del modernismo, donde siempre debió estar. En Barcelona, en las inmediacio­nes del modernista Hospital de Sant Pau, un pequeño pasaje lleva su nombre y es de esperar que, en su deambular, algún turista despistado se pregunte quién fue aquella pintora de vida breve pero sombra ahora alargada.

Consagrada al retratismo, Lluïsa Vidal se revela más personal en las escenas de vida cotidiana

 ?? COLECCIÓN PARTICULAR MUSEU VIL·LA CASALS. SANT SALVADOR DEL VENDRELL ?? LLUÏSA VIDAL: LA VIOLONCHEL­ISTA DESCANSAND­O, 1909 La artista pintó este retrato de su hermana Frasquita como regalo por su boda con Felip Capdevila. Francesc Vidal no aprobaba este matrimonio de su hija y ello se refleja en el aire melancólic­o del...
COLECCIÓN PARTICULAR MUSEU VIL·LA CASALS. SANT SALVADOR DEL VENDRELL LLUÏSA VIDAL: LA VIOLONCHEL­ISTA DESCANSAND­O, 1909 La artista pintó este retrato de su hermana Frasquita como regalo por su boda con Felip Capdevila. Francesc Vidal no aprobaba este matrimonio de su hija y ello se refleja en el aire melancólic­o del...
 ?? MNAC ?? LLUÏSA VIDAL: AUTORRETRA­TO, 1899 Cuando la artista se representó a sí misma en este óleo, aún no había estado en París. El fondo verde y la pincelada deconstrui­da evidencian una cierta influencia de los retratista­s clásicos españoles. La joven pintora...
MNAC LLUÏSA VIDAL: AUTORRETRA­TO, 1899 Cuando la artista se representó a sí misma en este óleo, aún no había estado en París. El fondo verde y la pincelada deconstrui­da evidencian una cierta influencia de los retratista­s clásicos españoles. La joven pintora...
 ??  ?? LLUÏSA VIDAL: LAS GUERRERAS, 1909 Las técnicas de dibujo más empledas por Lluïsa Vidal eran el lápiz carboncill­o o el carbón, como en ste dibujo que le sirve como respuesta a alguna crítica, algo hbitual en sus obras gráficas. En este caso se trata...
LLUÏSA VIDAL: LAS GUERRERAS, 1909 Las técnicas de dibujo más empledas por Lluïsa Vidal eran el lápiz carboncill­o o el carbón, como en ste dibujo que le sirve como respuesta a alguna crítica, algo hbitual en sus obras gráficas. En este caso se trata...
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 ?? MNAC ?? LLUÏSA VIDAL: AMAS DE CASA, 1906 Las escenas de género de Lluïsa Vidal están pintadas ‘desde dentro’: la artista retrata el mundo que mejor conoce, y lo hace con naturalida­d y realismo. Sus hogares son los de una clase acomodada, sus protagonis­tas...
MNAC LLUÏSA VIDAL: AMAS DE CASA, 1906 Las escenas de género de Lluïsa Vidal están pintadas ‘desde dentro’: la artista retrata el mundo que mejor conoce, y lo hace con naturalida­d y realismo. Sus hogares son los de una clase acomodada, sus protagonis­tas...
 ?? COLECCIÓN PARTICULAR ?? LLUÏSA VIDAL: CELIA, 1910 En este dibujo realizado únicamente al carboncill­o, la artista recrea el despacho de un abogado; en la escena aparecen seis hombres de expresión grave y una mujer que, vestida de manera formal con un traje sastre y sombrero,...
COLECCIÓN PARTICULAR LLUÏSA VIDAL: CELIA, 1910 En este dibujo realizado únicamente al carboncill­o, la artista recrea el despacho de un abogado; en la escena aparecen seis hombres de expresión grave y una mujer que, vestida de manera formal con un traje sastre y sombrero,...

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