Perfil de Xavier Escribà
Si las serpientes cambian de piel a medida que van creciendo, Xavier Escribà (París, 1969) ha construido una línea de la vida flotante en la que, por el contrario, capas de pintura que funcionan como epidermis van cubriendo la superficie según pasan los años. Así, un tubo de hierro acerado de 95,3 metros que recorre, suspendido, las paredes de la galería sirve como autorretrato abstracto del artista. Los tramos que corresponden a los primeros años de existencia lucen una superficie lisa y de colores limpios, mientras que a medida que avanza la línea de la vida ésta se hace más gruesa, las capas de acrílico y pigmento se acumulan y forman, en lugar de arrugas, estalactitas.
A medio camino entre la pintura y la escultura, Xavier Escribà quiere que la pieza se interprete en clave pictórica, como él mismo explica: “Es una pieza que viene de la pintura y que quiere mostrar lo que puede ser pintura. Nunca me alejo demasiado de la pared, y he pasado pintando el 99% del tiempo en que he hecho esta obra”. De esta manera su trabajo muestra su fascinación “por el cuerpo de la pintura”.
Dejó los estudios de Farmacia y en primero de Bellas Artes descubrió la pasión que le producía la acción de pintar. Desde entonces, ha intentado no traicionar aquella epifanía. A los 24 años, mientras estaba de Erasmus en París después de haber acabado Bellas Artes en Barcelona, decidió que no volvería a buscar la imagen sobre la tela: “Me daba cuenta que pintaba centenares de imágenes, una encima de la otra y que nunca estaba satisfecho con lo que conseguía”. Un profesor le hizo ver que lo interesante estaba sucediendo fuera del cuadro, en los márgenes, donde se había acumulado la memoria de cada capa añadida.
Vivió en París entre 1994 i 2005: “A veces digo que no quería ir a París –donde había nacido en la época que residieron allí sus padres–, sino huir de Barcelona”. Ahora, estrena nacionalidad francesa porque en la ciudad del Sena también conoció a quien ahora es su mujer. Sin embargo, ha establecido su casa y su taller en Masarac, en el Empordà. Ha recibido reconocimientos como el Prix Fenéon o el Prix Antoine Marin; y sus obras forman parte de colecciones de centros reconocidos como la Fundación Vila Casas, el Museo de Arte Moderno de Ceret o el Reina Sofía.
Interesado por otras muchas manifestaciones artísticas y culturales, en París escribió unas doscientas canciones, de las que le gustaría “dar vida” a algunas; ha realizado audiovisuales y es autor de varios libros de artista en los que refleja lo que le parece más importante de la creación: la vivencia durante la ejecución de cada proyecto. “Lo que de verdad me interesa es que la obra me ayude a revivir el proceso de creación, y que al espectador también le llegue. Quiero transmitir la experiencia estética, traducir la belleza”, aclara.
Xavier Escribà
HASTA EL 24 DE NOVIEMBRE. GALERIA MARC DOMÈNECH. WWW.GALERIAMARCDOMENECH.COM