La Vanguardia - Culturas

Entre la fraternida­d y la desolación

- MARTÍ SALES

1985, Inglaterra. Margaret Thatcher aplasta a sus enemigos —los obreros y la gente pobre en general— y siembra la semilla del neoliberal­ismo económico que culminará en eso que a finales de la primera década del milenio se ha denominado la revolución de los ricos: como proclama el empresario multimillo­nario Warren Buffett, “There’s class warfare, but it’s my class, the rich class, that’s making war, and we’re winning”. En Londres, concretame­nte, eso significa que todo pivota en torno a la City, el centro financiero internacio­nal, y que el dinero es el único fin que se puede perseguir si tienes algo de sentido común.

2001, un pequeño café en Carnaby Street, Londres. Un micro abierto. La oportunida­d. El punto de fuga. O el comienzo. Una chica de dieciséis años se atreve a subir por primera vez a un escenario, se hace un silencio, recita de memoria con los ojos cerrados, extática. Le cambia la vida. Para una adolescent­e de barrio, llena de la rabia, la perplejida­d y la energía de los adolescent­es, la injusticia manifiesta de su ciudad y el mundo entero le crea una tensión que no puede sino alimentarl­a, inflarla hasta hacerla explotar. La vía de escape —la expresión de la rabia, la vehiculaci­ón del desajuste vital— que encuentra la joven Tempest es la poesía. Una poesía rimada e improvisad­a sobre un escenario, hermana del hip-hop: “I found hiphop and rapping and it changed my life. I was blown away by having a passion and a community”.

2014, Lleida. Una joven compañía de teatro (Íntims Produccion­s) quiere montar la obra de teatro

Wasted, de Tempest. Contactan conmigo para hacer la traducción y me meto hasta el cuello. Me encuentro ahí tres amigos de veintitant­os, de clase trabajador­a, atrapados en unas vidas que no les satisfacen: les rige la inercia de la pareja, el trabajo y las drogas. Alienados, infelices, recuerdan cuando eran adolescent­es y todo era posible: echan de menos esa energía y no saben qué hacer para recuperarl­a. Kate escribe con un lenguaje muy vivo, a veces rimado, con partes en que los personajes se disuelven en una especie de corifeo que reflexiona en voz alta como una canción de Wu-Tang Clan. Por ejemplo: “Intentas sobrevivir a pesar del absurdo que te tragas / Sólo queremos encontrar un poco / de sentido / en esta ciudad podrida”. O bien: “Nadie se reirá de ti si nadie sabe que estás devastado”, “y olvidamos nuestras epifanías / tan pronto como pensamos en ellas”.

Hoy en día Kate Tempest ya es un referente de la poesía contemporá­nea: da igual si es en forma teatral, en libro o en disco, el material es el mismo, las palabras en el ritmo justo para encontrar el latido exacto de lo que la conmueve, esa espuela que hurga para comprender­nos. Como dice en su premiada última obra de teatro, Brand New

Ancients: ¿“In the old days / the myths were the stories we used to explain ourselves / but how can we explain / the way we hate ourselves? / The things we’ve made ourselves into, / the way we break ourselves in two, / the way we overcompli­cate ourselves? / But we are still mythical. / We are still permanentl­y trapped /somewhere between the heroic and the pitiful. / We are still Godly, / that’s what’s made us so monstrous”.

 ?? ANDREW BENGE / GETTY ?? Arriba, Kate Tempest durante un concierto en Holanda en el 2015. En la página de la derecha, la artista inglesa en una imagen promociona­l
ANDREW BENGE / GETTY Arriba, Kate Tempest durante un concierto en Holanda en el 2015. En la página de la derecha, la artista inglesa en una imagen promociona­l

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