“Vamos hacia el apartheid literario” entrevista a Lionel Shriver, escritora
B. G. Queriéndolo o no, la autora de Tenemos que hablar de Kevin se ha convertido en la cabecilla de una cruzada contra la política de identidades. Aquí reflexiona sobre el enjambre mediático que azuzó.
En su discurso en Brisbane, admite que tuvo especial cuidado en su último libro al crear un personaje mexicano. Con la que le ha caído encima, ¿cómo se sentará a escribir sus futuras novelas?
Haré un esfuerzo extra para resistir lo que se ha convertido en una resistencia a crear personajes de distintas razas, habilidades y orígenes, si esos personajes ayudan a la historia que estoy intentando contar. Pero ahora que se ha visto que usar un reparto diverso es implícitamente peligroso, puedo ver por qué muchos escritores empiecen a pensar: “Mejor no lo hago, porque me voy a meter en líos”, ya sea inconsciente o explícitamente. Esta es la clase de autocensura perturbadora que la pandilla de la política de identidades promueve. Irónicamente, el resultado lógico es que vamos hacia el apartheid literario.
¿Ha leído novelas recientes en las que se note que el autor se ha aplicado por ser inclusivo y políticamente correcto con sus personajes?
Sinceramente, no. Pero he leído críticas de novelas acusándolas de ser demasiado “blancas y heterosexuales”, así que no puedes ganar. No se te da permiso para escribir personajes distintos a ti misma, pero si no incluyes personajes distintos a ti misma, te machacan de todas maneras. Me ha sorprendido mucho más esa política de cuotas en la televisión. Supongo que hay ejemplo sen la ficción literaria pero no me he molestado en leerla.
Sus críticos le dicen: cuando los escritores blancos occidentales escriben sobre ciertos asuntos, reciben mucha más atención. ¿Admite ese desequilibrio?
Ese es un asunto completamente distinto. Si los autores de orígenes diversos sienten que su experiencia está mal o infrarrepresentada en el canon literario, entonces deberían sentarse frente al teclado. Pero decirles a los escritores blancos que no pueden contar lo que tú ves como tu historia no va a hacer que tu historia se cuente. Al contrario, sólo significa que los escritores blancos vuelven a ignorar tu existencia, que es lo que ya hacían mayoritariamente. De nuevo, ¿esto es progreso?
El escritor jamaicano Marlon James dijo el año pasado que la mayor parte de la ficción moderna está hecha para complacer “a las mujeres blancas”. ¿Es eso ofensivo?
Hay algo en esa palabra complacer que hace de esa frase algo un poco cutre, sugiere que satisfacer el gusto de las mujeres blancas implica escribir un trabajo inferior. Las mujeres compran la mayor parte de la ficción. No son en absoluto todas blancas. En Estados Unidos, por ejemplo, hay una significativa porción de mujeres negras lectoras. Aunque atacar ese público tiene sentido comercial, estadísticamente las mujeres tienen gustos muy respetables y leen libros sobre y para los dos géneros. Así que
complacer a las mujeres, y mucho menos las mujeres blancas, es innecesario, cuando no equivocado.
¿Volvería a dar ese discurso, sabiendo lo que iba a desencadenar?
No volvería a darlo, pero sólo porque estoy harta de este tema de la apropiación cultural, un concepto que creo que no tiene validez. Las culturas se apropian unas de otras todo el rato. Para bien, añadiría. Excepto alguna tribu del Amazonas o del Pacífico, ninguna cultura es pura, ¿no? No después del avión, de internet y de televisión. Así que la idea de que tendríamos que levantar vallas diciendo “no pasar” alrededor de algunas culturas es tan ridícula que estoy empezando a arrepentirme de haber pronunciado ese discurso sólo porque tengo que seguir respondiendo a entrevistas como esta, cuando hay cosas verdaderamente importantes que podríamos estar discutiendo.