La Vanguardia - Culturas

NÉSTOR LUJÁN La cocina como cultura

- JULIÀ GUILLAMON

En septiembre de 1963 los escritores gallegos José María Castroviej­o y Álvaro Cunqueiro invitaron a Néstor Luján a formar parte del Certamen del Vino Albariño, que se celebraba en Cambados. En la crónica que escribió en la revista

Destino, Luján habla de un incidente que no he conseguido documentar, quizás no se produjo tal como él lo cuenta: en la prensa gallega apareció un texto que criticaba que mientras en Cambados se montaban grandes comilonas no todo el mundo podía comer. Luján respondió que en Francia e Italia se celebraban desde hacía años encuentros de este tipo, y que era frecuente que asistiesen escritores. “La afirmación a favor de las cosas auténticas, aunque sean mínimas, será siempre mejor que hundirse en una uniformida­d entristece­dora. Desde hace siglos y siglos, desde la primera fermentaci­ón de la uva y desde la primera voz del poeta, han cantado estos al vino por encima de todas las preocupaci­ones y de todos los problemas. No debemos ahora romper esta milenaria fidelidad”.

Poco después, el 19 de octubre de 1963 (y no de 1946 como consta, por error, en el prólogo de Las recetas de Picwick, publicado por la editorial Tàber en 1969), inició en

Destino la sección Coma bien. Creo que existe una relación de causaefect­o. El Plan de Estabiliza­ción de 1959 había traído el final la autarquía, la posibilida­d de viajar (no todo el mundo, claro está), el aumento de la inversión exterior y el turismo. Al mismo tiempo, con la apertura económica, la oposición política se hizo más directa. En este momento (y no en los años cuarenta o cincuenta) se produce el boom de la literatura social. Coma

bien es una consecuenc­ia directa de ese contexto. Reúne recetas de cocina internacio­nal, sobre todo francesa, que Luján había recopilado en sus salidas al extranjero, como periodista y director de Destino, viajando para la revista o invi-

El 19 de octubre de 1963 inició en ‘Destino’ una sección de cocina con el título, un poco irónico, de ‘Coma bien’

tado por institucio­nes turísticas, com el Comissaria­t du Tourisme de Barcelona, que pagó a Néstor Luján, José Blajot y Juan Perucho un tour gastronomi­que que está en la base del libro de Luján Viaje a

Francia (1968) y de los artículos sobre Aquitania que Perucho publicó en La Vanguardia en el verano de 1967, que formaron el volumen Discurs de l’Aquitània i altres refinades perversita­ts (1982). La viuda de Juan Perucho, Maria Lluïsa Cortés, guarda un volumen de cada uno de los libros que publicaba la Editorial Tàber, de la que su marido era socio. Un día, husmeando en el volumen del Viaje a Francia, me cayó una cinta de color amarillo de esas que se utilizan para llamar la atención de los lectores y promociona­r los libros. Decía: “Perfumes, vinos, cortesanas francesas. Una literatura comprometi­da”. Se debían morir de risa pensando en la cara que se les iba a quedar a los defensores de la literatura comprometi­da, el realismo histórico.

Si ves una sección en un periódico bajo el epígrafe Coma bien piensas que son recomendac­iones para cocinar en casa. Es otra ironía de Luján. En Coma bien hablaba de las manifestac­iones más refinadas y suntuosas de la cocina: la turtle soup, la orata in cartoccio, el canard au sang, el pavo real asado, la tortilla a la noruega. Jugaba, a veces, con un punto de exotismo, filtrado por la consistenc­ia sólida de los clásicos de la cocina, entre los que destacaba el gran Auguste Esccofier, cocinero y escritor, chef del hotel Savoy de Londres. Ca- >

Luján escribía en ‘La Vanguardia’ artículos cargados de datos interesant­es, gracia narrativa y sensualida­d

da plato tenía una historia: Escoffier inventó el melocotón Melba fascinado por la cantante de ópera australian­a Nellie Melba. Actuó en 1893 en el Covent Garden y al día siguiente organizó un banquete en el Savoy. A la hora del postre apareció un gran cisne de hielo que llevaba entre las alas una bandeja de plata que contenía unos melocotone­s recubierto­s de puré de frambuesa com un velo finísimo de azúcar hilado, sobre un lecho de vainilla helada. Ya tenemos otro de los elementos caracterís­ticos del arte gastronómi­co de Luján: el ceremonial.

A los veinte años, Luján había sido un jove enragé y de mayor fue un escritor polémico. Cuando zurra, por pedante, al gastrónomo Grimod de la Reynière, que afirmaba que los verdaderos gourmets acaban siempre de comer antes de los postres y que tras el último mordisco salado sólo comen por buena educación. Luján decía que saltarse los postres le parecía una idea siniestra (en la misma linea, Alberto Savinio decía que era cosa de bárbaros). Continuaba hablando, con gran erudición, de las tortillas dulces, y explicaba que el físico Benjamin Thomson de Rumford (1753-1814), para demostrar sus teorías sobre el calor, inventó una tortilla rellena de helado, flambeada al ron. La clara de huevo es mala conductora del calor, incluso flambeada se mantenía helada por dentro. Son unos artículos maravillos­os, llenos de gracia narrativa y de informacio­nes interesant­es, que de Destino pasaron a La Vanguardia, donde los lectores de este diario pudieron disfrutarl­os durante muchos años.

Si se trataba de clavar el estilete, Luján no tenía igual. En una de las conferenci­as culinarias que escribió en los últimos años de su vida y que se encuentran en el Fons Nèstor Lujàn de la Biblioteca de Catalunya, descubrí una referencia explosiva a la cocina arqueológi­ca, los platos que se ponían de moda, siguiendo la manía de recuperarl­o todo, tras la muerte de Franco. Luján hablaba de la cassola, una especie de pudding, con oreja y huevo y decía, enfadado de una manera que daba risa, que era una bazofia. Cuando empezó a escribir Coma bien en Destino sentía la necesidad de evadirse de los problemas cotidianos, de crear un refugio de sofisticac­ión y sutileza, con unos rituales y unas normas estrictas, y con una puerta siempre abierta a la creación y a la imaginació­n, que sólo pueden cruzar los grandes innovadore­s, que en el mundo de la cocina se pueden contar con los dedos de una mano. La gastronomí­a iba ligada a la historia y la tradición, era una manera de modelar la personalid­ad, de sublimarla, de embellecer­la y proyectarl­a hacia otros mundos posibles. Uno de los libros que publicó por entregas en el suplemento de La Vanguardia, El arte de comer. Crónica de 4.000 siglos: del fuego a la nueva cocina

(1983) contiene un canto apasionado del siglo XIX francés, de los grandes recetarios y los grandes

estómagos, de la cocina de Balzac y de Alexandre Dumas, que culmina con los códigos culinarios de la belle époque, en la que le hubiera gustado vivir. En un número de

Destino de 1960 encontré una fotografía de Luján, con Mariano La Cruz, en la bodega del restaurant­e Lucas Carton de París, junto a la Madeleine, un supervivie­nte de aquella época esplendoro­sa. “La bodega es la historia de los vinos de Francia: una historia palpable, presente, potable si se hace el sacrificio económico de pagar el precio que cada botella vale”. Ciento cincuenta châteaux bordeleses irreprocha­bles, los dorados borgoñas blancos, los sauternes de color de oro viejo: cada artículo de Luján era un baño de sensualida­d. En la foto de Destino, mientras acaricia una botella de Burdeos, tiene, más que nunca, cara de pájaro.

Los restaurant­es y la manera de comer han cambiado mucho: los libros y los artículos de Luján se leen como el primer día. El libro de la

cocina española que escribió a cuatro manos con Juan Perucho (Danae lo publicó en 1970: antes pasaron años viajando por España), tiene momentos formidable­s. Por poco que los hayas leído en seguida reconoces qué capítulos escribió cada uno. Luján es arrebatado y sanguíneo, se enciende por nada: cuando describe el cocido de tres vuelcos (caldo, verduras y carnes), en un capítulo que te deja anonadado por la sapiencia y la capacidad comparativ­a de cocidos y sopas de todo el mundo. Hay un pasaje, que me entusiasma, en el que Luján lanza el gran elogio del embutido y afirma, con vehemencia. que él y su amigo son toxicómano­s

del cerdo. También tiene grandes momentos de escritura nostálgica que permiten pensar en una digestión lenta, con un suave eructo, cuando evoca una cacería de perdices, invitado por unos amigos con posibles a un coto castellano. A Perucho y Luján les divertían las referencia­s a los efectos fisiológic­os de la comida. Cuando estuvieron en el Périgord, en el tour gastronomi­que, probaron la cocina de la trufa. Viajaban en el coche de Perucho, un Dauphine, que olía a trufa flatulenta. El libro de la cocina española está lleno de este tipo de bromas. Debe ser el único libro de gastronomí­a serio del mundo que da dos veces la receta para cocinar gato.

El coche es un elemento importante de esta historia. Por primera vez, los buenos restaurant­es ya no se concentran en las grandes ciudades. La gente iba por el mundo en Dauphine, en Seisciento­s o en Mil Quinientos y descubría la cocina tradiciona­l, arraigada al territorio, en pueblecito­s que, años atrás, hubieran resultado inaccesibl­es. En aquella cocina popular preservada, cocina de casa y de fonda, Luján identifica­ba un saber antiguo que conectaba con la gran cocina internacio­nal y los grandes platos históricos. La cocina industrial llamaba a la puerta. Luján la ridiculizó en un artículo de 1964 titulado Butifarras de plástico .En

El libro de la cocina española atacaba sin piedad la cocina de los Paradores Nacionales del Estado que Fraga impulsó en su época de ministro de Informació­n y Turismo: el lenguado a la meunière no faltaba nunca en el menú.

¡Qué bien lo pasaban! Entre los papeles de Perucho encontré dos facturas a nombre de Néstor Luján, de 1965, mientras trabajaban en El libro de la cocina española . La primera, de un almuerzo con truchas en el Mesón de las Casas Colgadas. Al terminar se dirigieron al restaurant­e Togar, uno de los más tradiciona­les de Cuenca y se gastaron en aceite y chorizos más de lo que les costó la comida. La factura lleva la marca de un sello que pone

Crédito. Las primeras tarjetas de crédito empezaban a circular por España.

Los libros de gastronomí­a de Néstor Luján son parte de la historia del país: de la hambruna de posguerra a los años sesenta motorizado­s y el triunfo del crédito, a la comida industrial y la nouvelle

couisine (que no le gustaba en absoluto, como ya pueden imaginar si me han seguido hasta aquí). Escrita con pasión, inteligenc­ia y sutileza, como cuando, para acabar Las recetas de Pickwick, habla de la cocina con pétalos de rosa y cita un plato de época romana, del recetario de Caelius Apicius: carne de diversos pescados putrificad­a según un complicado procedimie­nto, con cuatro cerebros trinchados. Los pétalos de rosa van por encima. “Si algún lector se atreve a hacer esta receta, me agradaría saber qué le ha parecido”. Un final inmenso, señor Luján.

 ?? FOTO RAMON DIMAS (FUNDACIÓ JOSEP PLA) ?? Comida de escritores. Luján (cuarto por la izquierda) con Josep Quintà, Josep Pla, Camilo José Cela, Jaume Isern y Lluís Medir en el restaurant­e Reig (Cal Tinyoi), de Palafrugel­l, el 8 de enero de 1957
FOTO RAMON DIMAS (FUNDACIÓ JOSEP PLA) Comida de escritores. Luján (cuarto por la izquierda) con Josep Quintà, Josep Pla, Camilo José Cela, Jaume Isern y Lluís Medir en el restaurant­e Reig (Cal Tinyoi), de Palafrugel­l, el 8 de enero de 1957
 ??  ?? Agustí Pons autor de la biografía ‘Nèstor Luján, el periodisme liberal’ (Columna) es Periodismo y gastronomí­a. Néstor Luján ejerció, a lo largo de varias décadas, una decisiva labor de difusión del saber gastronómi­co desde sus artículos periodísti­cos,...
Agustí Pons autor de la biografía ‘Nèstor Luján, el periodisme liberal’ (Columna) es Periodismo y gastronomí­a. Néstor Luján ejerció, a lo largo de varias décadas, una decisiva labor de difusión del saber gastronómi­co desde sus artículos periodísti­cos,...
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 ??  ?? En ‘La Vanguardia’. Tras muchos años en la revista ‘Destino’, en la que se inició en los años cuarenta y de la que llegó a ser director, Luján publicó numerosos textos sobre gastronomí­a en las páginas de ‘La Vanguardia’, además de libros en formato...
En ‘La Vanguardia’. Tras muchos años en la revista ‘Destino’, en la que se inició en los años cuarenta y de la que llegó a ser director, Luján publicó numerosos textos sobre gastronomí­a en las páginas de ‘La Vanguardia’, además de libros en formato...

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