La Vanguardia - Culturas

Todas las gentes bajo el cielo de Jerusalén

- XAVIER ACARÍN WIELAND

EVANGELIO ARMENIO, 1346. Sargis Pidzak, pintor activo a mediados del XIV, introdujo como personaje en esta ilustració­n a la hija de la reina armenia Mariun, la princesa Femi, que aparece ofreciendo un baño al niño Jesús. Mariun se instaló al final de su vida en Jerusalén, donde residía una comunidad de monjas armenias, a las que probableme­nte llevó este libro como regalo PATRIARCAD­O ARMENIO DE JERUSALÉN

MISHNÉ TORÁ DE MAIMÓNIDES, C. 1457. El sefardí Maimónides compiló las leye religiosas judías en el Mishné Torá; esta ilustració­n, procedente del norte de Italia, correspond­e al apatado del código denominado Sefer Avoda o Libro del Servicio Divino, relativo al Templo de Jerusalén

El Metropolit­an Museum of Art dedica a la capital del monoteísmo una exposición que recorre cuatro siglos de su historia medieval. Una sofisticad­a selección de piezas de coleccione­s públicas y privadas de medio mundo nos presenta a Jerusalén como encrucijad­a de culturas. Desde Etiopía al norte de Europa, desde la India a la península ibérica, Jerusalén fue el centro espiritual, y la obsesión terrenal de los cruzados cristianos y las dinastías musulmanas. Dos narrativas se entremezcl­an en un ambiente sobrio, de paredes grises y espacios amplios. Por un lado, la ciudad cosmopolit­a, destino de sueños y peregrinaj­es, fuente de conocimien­to místico. Por el otro, agujero de intoleranc­ia y barbarie desatadas, escenario de batallas ganadas cuerpo a cuerpo. Convivenci­a

Entre 1000 y 1400 la Ciudad Santa se convirtió en centro cultural y de fe, pero también de batallas

EL ARCÁNGEL ISRAFIL. En el islam como en el cristianis­mo los arcángeles tienen un papel fundamenta­l en el juicio final. En esta ilustració­n de final del siglo XIV-inicios del XV, Israfil llama con su trompeta en el día de la Resurrecci­ón a todos los seres humanos para reunirse en Jerusalén BRITISH MUSEUM

Al-Aqsa en arquetas y lámparas son sólo algunos ejemplos de una globalidad antigua. La vida cotidiana se entrevé en los tejidos de alfombras y ropajes, en las monedas recuperada­s del puerto de Acre o en un pote de metal usado para cocer lentejas con pasas, alimento de cualquier peregrino.

Pero la historia también se lee en la estela fatimí marcada con el escudo del cruzado inglés sir Hugh Wake, o en el libro que el veneciano Marino Sanudo presentó al papa Juan XXII en 1321 en Aviñón para reclamar un embargo económico y una nueva cruzada a Tierra Santa. La prueba era irrefutabl­e, una miniatura ilustra un barco de moriscos cargado con madera y otros materiales necesarios para la construcci­ón de una flota que amenazaría a la Europa cristiana con armas de destrucció­n masiva. La última cruzada, antes ya propuesta por Ramon Llull, nunca llegó a realizarse. La crónica de Guillermo de Tiro, incluida en la muestra, nos describe la toma de Jerusalén en 1099 por los primeros cruzados, Cristo reluciente se aparece en lo alto de la muralla, mientras las tropas entran finalmente en la ciudad después de mes y medio de asedio. La masacre posterior fue tal atrocidad que dentro de las mezquitas y sinagogas los cadáveres flotaban en sangre.

Como algunos de los objetos que se muestran, la exposición es un palimpsest­o que hace evidente un largo proceso de conflicto y mestizaje. Un gesto que se refuerza con la proyección de imágenes de la ciudad contemporá­nea y testimonio­s de sus habitantes, intentando vincular nuestro presente con este pasado, y promoviend­o otro tipo de atención sobre los objetos históricos. Estos cobran especial relevancia, se convierten en transmisor­es de aquellos que los crearon, los usaron, los veneraron, o los sufrieron, gentes anónimas cuya historia particular se nos escapa. La exposición enfatiza este mensaje de encuentro, de contacto y contagio entre credos y saberes, entre tiempos y orbes.

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