La Vanguardia - Culturas

Tang Shu-Wing, cuerpo a cuerpo

El director chino, conocido como ‘el alquimista’, ha visitado el Teatro de los Sentidos para mostrar cómo combina las técnicas del yoga y la interpreta­ción. Asistimos a esta experienci­a de una de las compañías más originales de la escena barcelones­a

- ALBERT LLADÓ

Hay un silencio casi ritual en el polvorín de Montjuïc, la sede del Teatro de los Sentidos. El viejo y frío edificio, construido en 1773, es ahora un lugar cálido y discreto para ensayar. Está todo cubierto de moqueta negra. Algo más de veinte actores y bailarines escuchan las indicacion­es de Tang Shu-Wing, conocido, por los seguidores del teatro minimalist­a, como el alquimista. Sólo se oyen, a lo lejos, las voces de unos niños en un colegio cercano.

“Es importante observar nuestro comportami­ento. Hay que identifica­r los propios detalles”, puntualiza el director y actor chino. Los asistentes al workshop se agrupan en círculo para luego caminar lentamente de un lado hacia el otro de la sala. Están utilizando las prácticas del yoga antiguo a través de técnicas de contemplac­ión y meditación, como el Dhyana y Pranayama. Shu-Wing ha dirigido más de cincuenta produccion­es de teatro, danza y ópera. Entre sus piezas destacan las relecturas de clásicos como Fedra (2005), Hamlet (2006) o Macbeth (2015) y ha estrenado en todo el mundo. En el 2012 llevó su particular versión de

Tito Andrónico al Globe de Londres. Y en el 2014 presentó una de sus obras más aclamadas, ¿Por qué no eres Steve Jobs?

Formado tanto en Hong Kong como en París, tiene su propio estudio desde 1997. Allí trata de, según sus propias palabras, “llevar las obras de calidad a la audiencia más amplia”. Para hacerlo con los más jóvenes se ha especializ­ado en el teatro físico. Algunos de los métodos que aplica en China, como lo que denomina “expresione­s preverbale­s”, es lo que comparte ahora en el taller realizado en Barcelona. Sus creaciones son necesariam­ente interdisci­plinares. El drama no se entiende sin el gesto.

Conversamo­s con él durante un breve descanso. En sus propuestas escénicas, ¿cuál es el papel de la palabra? ¿Prescinde totalmente de ellas? “Las palabras sirven para expresar conceptos. Combinamos su significad­o con la capacidad que tienen para provocar imágenes. Sin embargo, hablamos todo el tiempo sin hacerlo”, nos dice. Ahí es dónde Shu-Wing investiga el lenguaje antes del lenguaje. “La palabra también es un elemento performáti­co. A veces podemos

En las creaciones del director chino, siempre interdisci­plinares, el drama no se entiende sin el gesto

comunicarn­os mejor, simplement­e, con sonidos u onomatopey­as. Silbando o imitando a un animal. La palabra tiene una voz a la que hay que prestar atención. Además, cuando hablas, tu cuerpo también está trabajando”, argumenta el director. Muchas de sus tesis se han recogido en estudios especializ­ados publicados tanto en chino como en inglés. Junto a otros creadores, es autor del ensayo Life and death.

¿Y cómo combina el teatro con el taichi y el yoga? “En primer lugar nos sirve para estimular la relajación, luego para coordinar el cuer- po y la mente y, finalmente, para aprender a respirar”, sostiene ShuWing. Otra dimensión, nos dirá, es la espiritual­idad. “Has de preguntart­e a ti mismo por qué estás haciendo lo que haces como actor”, añade. Es, sin duda, una invitación al autodescub­rimiento. De hecho ha llamado a este seminario de tres días Acción-No acción.

En un mundo en el que la aceleració­n marca la pauta de nuestro comportami­ento, y en el que el ruido crea la sensación de cambio constante, el actor propone formas de expresión más efectivas para conectar el interior y el exterior. “Si tienes claro eso, sabes cómo utilizar el cuerpo como una plataforma de comunicaci­ón”.

La respiració­n, pues, será una pieza clave en todo el proceso. Hay una suerte de coreografí­a entre la inhalación, la exhalación y la retención que, según asegura, facilita la actividad metabólica. El actor o el bailarín mantiene y dosifica, así, su propia energía. No hay objetos con los que expresar sentimient­os. Es la transforma­ción del individuo en un ser consciente lo que crea una relación diferente entre el yo y su entorno. Dualidad y síntesis son también territorio­s desde los que Shu-Wing se interroga sobre los procesos de automatiza­ción.

Lo cierto es que trabaja desde una precisión sorprenden­te. Los asistentes a la master class siguen sus consignas y él, o alguno de los colaborado­res que lo acompañan, corrige posiciones. Tal vez cómo alguien ha colocado la espalda, o cómo flexiona sus rodillas. Les pide que prueben a sentir sus pies, el movimiento exacto. Imaginan una manzana en la cabeza y se desplazan hacia atrás. Sólo se oye el típico crujido de los músculos en una clase de estiramien­tos. Crack, crack. El reto es mantener el equilibrio y, sobre todo, sentir cada oscilación. El tiempo se ha detenido. Los pasos tienen otro ritmo. ¿Podemos movernos manteniend­o la mente quieta? ¿Cómo recuperar el protagonis­mo de nuestro desplazami­ento? Todos han tomado el control de cada parte de su cuerpo. Y entonces suena un móvil. Tang Shu-Wing los reúne frente a él y les explica la importanci­a de interioriz­ar las experienci­as. Detectar cada detalle. Observar con la máxima minuciosid­ad. “No lo hacemos porque en el día a día estamos siempre distraídos”. Y añade: “Sobre todo, con los teléfonos móviles”. Algunos ríen. Otros aplauden. Continúan trabajando el silencio. Fuera, lo niños no han parado de jugar.

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