Los secretos de Jane Eyre, al teatro
Carme Portaceli dirige a Ariadna Gil y Abel Folk
El Lliure presenta una nueva versión de la emblemática obra de Charlotte Brontë, protagonizada por Ariadna Gil y Abel Folk. Conversamos con su directora Carme Portaceli, una de las figuras de referencia de la escena española, nombrada recientemente directora del teatro Español de Madrid
Hace doscientos años que nació Charlotte Brontë y, por ello, el Teatre Lliure ha querido celebrar la efeméride acogiendo la propuesta de Carme Portaceli, que siempre tuvo en la cabeza llevar a escena a Jane Eyre, la gran heroína romántica. “La familia Brontë me apasiona. Dudé mucho sobre si podría llevarla al teatro, pero me enteré de que se había hecho una versión en Londres. Eso me dio ánimos”, nos cuenta la directora.
La novela, publicada bajo el seudónimo de Currer Bell en 1847, vio la luz con el subtítulo de Una autobiografia.
Y es que Charlotte Brontë, como en el libro, creció en un internado en el que la tuberculosis hizo estragos (la autora, como sus hermanas, falleció a causa de la enfermedad). Y también ella se enamoró de un hombre casado, mayor que la escritora. “Cuando hablamos de autobiografía hablamos de la vida de Eyre, pero también de cualquier vida de cualquier mujer, llena de sufrimientos”, añade Portaceli.
Es una historia de amor pero, sobre todo, de superación. “Responde al maltrato y la humillación sin que nadie le haya enseñado a hacerlo. Detecta la injusticia y reacciona”.
Ternura y fortaleza, de hecho, son dos de los rasgos fundamentales de la protagonista. “Jane menosprecia cualquier noción de amor que sea utilitarista. Es una obra romántica porque estás esperando todo el tiempo a que se unan”. Pero Rochester –el protagonista– tampoco ha tenido una vida fácil. “Él es una persona destrozada pero llena de sensibilidad. Es un hombre solitario, que vive en medio del campo. También es víctima de la sociedad en la que vive”.
El cine ha adaptado con mayor o menor éxito la novela en diversas ocasiones. Es conocida la versión clásica, traducida en España como Alma
rebelde, que dirigió Robert Stevenson en 1944, con Joan Fontaine y Orson Welles como protagonistas. Mucho más actual es el filme de Cary Fukunaga que, en el 2011, interpretaron Mia Wasikowska y Michael Fassbender. Asegura Portaceli que la gran pantalla no le ha servido demasiado en este trabajo. “Me gusta mucho partir de la realidad, de los actores que tengo en frente, y es desde ahí
desde donde trabajo. Tal vez luego revisitar una película me puede ayudar con algún matiz, pero no al principio”.
Los actores que tiene en frente son, entre otros, Ariadna Gil y Abel Folk. “Ella tiene toda la fuerza de Jane Eyre y, a su vez, contrasta con una gran fragilidad, además de una inteligencia enorme. Él tiene una amabilidad natural, algo muy femenino, como de yin y yang, que es maravilloso para el personaje. Y además que sabe compensar por la vía del lobo solitario”, explica la directora.
La presencia de la muerte es, en esta obra, fundamental para construir el carácter de la protagonista. Jane se hace amiga muy pronto de Helen Burns, una niña que fallece enseguida pero que le deja una huella imborrable de estoicismo. “El personaje de Helen es muy bonito. Nos dice, muy pequeña, que no tiene carácter para vivir. Es brutal”. Luego vendrá otro giro fundamental, el misterio que guarda férreamente el hombre del que se ha enamorado. “Hay unos gritos, un incendio… Y cuando descubrimos lo que pasa realmente llega el momento más álgido”. Hay un guiño
en la puesta en escena que dirige Portaceli que, de algún modo, enlaza un siglo de la lectura feminista que se ha hecho de la novela. “Cuando se descubre el principal secreto que esconde Rochester, en nuestra versión presentamos al personaje misterioso, del que el espectador no sabía nada hasta ese momento, a través de un libro de Jean Rhys, Ancho mar de los Sargazos, que recupera ese hilo argumental, ese enigma, casi cien años después”.
La pasión de Portaceli por las Brontë (el mismo año que Charlotte publicó Jane Eyre, Emily hizo lo mismo con
Cumbres borrascosas, y Anne con Agnes Grey) ha hecho que se documentara sobre cómo creaban sus historias las tres hermanas. “Escribían juntas, en silencio, y luego se lo explicaban. Se ponían en la cocina, el único sitio en el que no hacía frío. Eran muy pobres. Estaban toda la mañana esclavizadas, haciendo las tareas del hogar. Pero cuando habían acabado, tenían ese momento para ellas. Las novelas, por fin, les permitían volar”.