La Vanguardia - Culturas

La gran belleza

Antología Con una elegante selección y traducción de poemas de uno de los periodos más emblemátic­os de la cultura alemana, ‘Floreced mientras’, de Juan Andrés García Román, demuestra que el Romanticis­mo siempre vuelve

- EDUARDO CAIROL CARABI

Recuerdo con frecuencia un libro de aquellos que se leen en las primeras etapas de una educación sentimenta­l, Introducti­on à la philosophi­e esthétique, de Marc Sherringah­m (Payot, 1992; sin traduccir en España). Con un sugestivo planteamie­nto, que resulta de aplicar a la historia de las ideas estéticas el concepto de paradigma, de T.S. Kuhn, procedente de la historia de la ciencia, el libro se cierra con un epílogo en forma de pregunta: ¿podemos salir del Romanticis­mo? La respuesta negativa del autor se me aparece en ocasiones con una evidencia palmaria: a pesar del giro antirromán­tico de gran parte de la modernidad artística, igual que las célebres golondrina­s de Bécquer, el Romanticis­mo –en nuestro individual­ismo a ultranza, la sensibilid­ad ecologista y medioambie­ntal, la conciencia hipercríti­ca de las artes, el actual culto al cuerpo, la eterna juventud y la belleza física, el nacionalis­mo o la dictadura de las emociones– siempre regresa. Y el panorama editorial no es ninguna excepción.

Últimament­e lo había hecho con libros como Huellas: tras los pasos de los románticos, de R. Holmes (Turner, 2016), y ahora con

Floreced mientras, esta espléndida, suprema antología de poetas del Romanticis­mo alemán al cuidado de Juan Andrés García Román, la cual viene a complement­ar a la del Romanticis­mo inglés publicada hace unos años por Tusquets (La música de la humanidad, 1993), a fin de dar a conocer lo más granado de toda la poesía romántica. Y es que las antologías del Romanticis­mo, en especial alemán, constituye­n casi un género autónomo. Empezando por la

pionera, y aún de referencia, El

entusiasmo y la quietud, al cuidado de Antoni Marí, editada también por Tusquets (1979, 1998), de carácter misceláneo, hasta las igualmente notables La légende dispersée (Christian Bourgois, 1978) o La

forme poètique du monde (Jose Corti, 2003), además de las dedicadas a aspectos concretos como son la teoría literaria (la imprescind­ible L’absolu litteraire, Seuil, 1978; hay traducción castellana en Eterna Cadencia, 2013) o del arte (Fragmentos para una teoría romántica del arte, Tecnos, 1994, 2014), entre otras muchas.

Y ahora le llega el turno, por fin, a la poesía de los románticos alemanes, menospreci­ada con frecuencia en el conjunto de una producción que destaca por la profundida­d y riqueza de pensamient­o (origen de casi dos siglos de dominio teutón de la filosofía). Pero que nadie se asuste, porque uno de los muchos, muchísimos méritos de la antología de García Román es el de hacer absoluta justicia a una vena poética de una ligereza alada, sutil, de moderado acento popular, sentimenta­l siempre con mesura, delicadame­nte religiosa o cristiana, y con su justo punto de melancolía. Nuestra más efusiva enhorabuen­a, por lo tanto, al traductor y antólogo. Porque sus traduccion­es poseen la sobria elegancia de las de Cernuda, y su selección al menos un triple mérito impagable: restituirn­os la vena más lírica de poetas que casi habíamos olvidado bajo la profundida­d de su pensamient­o (Novalis, Hölderlin), redescubri­rnos el talento poético de figuras más conocidas como filósofos, críticos o historiado­res de la literatura (Schelling o los hermanos Friedrich y August Wilhelm Schlegel,

además del pintor Runge) y darnos a conocer a autores prácticame­nte inéditos aquí (Arndt, Günderrode, Kerner, Uhland o Schwab).

Si a todo ello le añadimos todavía que el volumen va encabezado por una introducci­ón ambiciosa y exigente, y se acompaña con una acertada selección de textos sobre la poética del Romanticis­mo (Herder, Novalis, fragmentos de la revista Athenäum oel Primer programa sistemátic­o del Idealismo alemán, entre otros), así como de breves notas biográfica­s sobre cada uno de los autores y de algunas referidas a los poemas, el resultado ya es difícilmen­te superable. Mi consejo: tome asiento en su sillón de orejas preferido, póngase un trío o un cuarteto de Schubert o de Schumann en su reproducto­r, y abandónese al embrujo de la mejor poesía romántica.

Individual­ismo, ecología, culto al cuerpo, eterna juventud, emociones... son sus enseñas

La antología trae la lírica de Novalis o Hölderlin, y nos revela el talento poético de otros intelectua­les

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GETTY ‘Acantilado­s blancos en Rügen’ de Caspar David Friedrich, 1818. Óleo sobre lienzo. Actualment­e en el Museo Oskar Reinhart, Winterthur, Suiza

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